Perdónenme la espontaneidad, pero cuando uno piensa que en este país (no me atrevo a escribir su nombre, no sea que vaya a herir alguna sensibilidad) no cabe un iluminado más, los españoles (ahora, sí; pido disculpas), bien respetuosos, nos apretujamos todo lo posible para que quepa; pero con holgura, y, además, le damos la bienvenida como se merece: con alegría, alharacas y gran reconocimiento (pues siempre hay matices, y hay que preservar la diversidad).
Desde la sabiduría infinita y sobradamente contrastada de los “transinclusivopsicodidactólogos” del nuevo feminismo que pueblan nuestras escuelas, se propone no celebrar el tradicional Día del Padre, sustituyéndolo por el de la persona especial. ¡Qué gran acierto! La verdad, entre nosotros, ¿para qué sirve un padre? El padre, desgraciadamente, es hombre; en consecuencia, opresor, (hetero)patriarcal, machista, “bastante violador” (sic), insensible, no gestante…
Y, ¿cómo vamos a celebrar el día de semejante ser? Es mucho mejor celebrar a la persona especial. En primer lugar, porque, frente a padre, la persona es de género femenino; pero, además, porque, a la persona especial, la eliges (no viene de serie), la puedes cambiar cada año…; hasta puedes hacer días temáticos de la persona especial (no sé; por ejemplo, día de la especialmente aburrida, día de la especialmente simple, día de la especialmente igualitaria, día de la de “los alimentos están bajando”, día de la del “piquiño” especial…). Incluso es posible que, en un futuro, haya catálogos de personas especiales a precios razonables en Amazon o en Ali Express. No sé, ¡hay tantas posibilidades especiales! Pero es que, además, no tiene que ser en una fecha determinada. Una se puede autodeterminar festivamente (atentos los sindicatos: hay que reivindicar este derecho laboral, y nunca mejor que ahora, con unos gobernantes siempre prestos a cumplir o crear derechos humanos) y celebrar tantos días de la persona especial como corresponda a los afectos de cada una: días de asuntos propios para persona especial.
Ya lo decía hace dos mil años el hijo del tutor legal que veníamos celebrando el 19 de marzo: “no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar”.
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