La protección y el cuidado del medioambiente es uno de los grandes retos del siglo XXI y una gran oportunidad para redefinir nuestra relación con el planeta. Para ello, la innovación y el progreso tecnológico y científico son fundamentales.

La urbanización y el crecimiento de las metrópolis afectan negativamente al medioambiente. La destrucción del hábitat natural pone en riesgo especies animales y vegetales, mientras la expansión agrícola agrava el problema. La contaminación en las ciudades es alarmante, con toneladas de residuos (plásticos, latas, cristal…) que, a veces, llegan a nuestros mares y bosques; al igual que la contaminación acústica y la del agua y la del aire, originadas por fábricas, transportes y calefacciones. Todo esto contribuye al cambio climático, generando fenómenos meteorológicos extremos que impactan en ecosistemas y poblaciones. Además, la sobreexplotación de los recursos naturales amenaza su agotamiento, poniendo en riesgo la vida futura del planeta.
Afrontar estos temas es una tarea urgente y cualquier iniciativa, por intrascendente que parezca, puede ser necesaria. La preservación del medioambiente debe ser una responsabilidad compartida y un compromiso que requiere la colaboración de todos. Bajo esta premisa, las prácticas individuales son esenciales, y cada pequeña contribución posee un valor preciado para la construcción de un mundo más sostenible, ecológico y armonioso.
Son numerosas las acciones que se pueden hacer para cuidar el medioambiente: reciclar residuos, usar transporte público, ahorrar combustible y agua, optar por energías renovables, fomentar la economía circular, educar a nuestro entorno…, y plantar árboles. Gestos individuales capaces de alcanzar grandes metas.
En muchos edificios de viviendas nuevos es frecuente que haya azoteas y patios, de diversos tamaños, pertenecientes a la comunidad de propietarios. En ellos suelen instalarse piscinas, pistas de pádel o columpios infantiles, servicios que aumentan el valor del inmueble y cuyos gastos de mantenimiento son asumidos por todos los vecinos; al igual que salas multiusos, gimnasios o tendederos.
¿Y por qué no dar un paso más y crear en dichas azoteas y patios vecinales huertos urbanos y zonas verdes? Un lugar que favorezca la unión de los vecinos y fomente la relación con la naturaleza; un espacio que aúne lo urbano y lo ecológico.
Esta iniciativa tiene mucho que aportar, empezando por el fomento del amor a la naturaleza. También ayuda a reducir la contaminación atmosférica con plantas que generan oxígeno y disminuyen el CO2. Una manera de educar a los más pequeños y ofrecer a los mayores una actividad práctica, relajante y enriquecedora, facilitando las relaciones entre generaciones. Además, permite obtener alimentos frescos y plantas ornamentales y de olor para el embellecimiento y disfrute de los vecinos.
Estas nuevas zonas podrían convertirse en verdaderos centros de reunión para actividades medioambientales y recreativas. De esta forma, el patio vecinal dejaría de ser solo un lugar de paso, inerte o con otro tipo de actividades, para convertirse en el corazón verde y socializador de la comunidad.
No se precisa de un gran terreno para plantar e iniciarse en esta bella y productiva actividad. En un espacio reducido (arriate, pequeño bancal, maceta, etc.), es posible cultivar numerosas y variados productos de huerta, flores comestibles, plantas aromáticas, arbustos ornamentales, etc. En el mercado pueden encontrarse diversos elementos que facilitan estas tareas, como jardineras, huertos portátiles, maceteros, pequeños invernaderos o sistemas de riego automático.
Y si se tiene la suerte de disponer de una parcela mayor, se pueden incluir árboles en el proyecto, combinando los frutales (limoneros, manzanos o cerezos) con los ornamentales (magnolios, jacarandas o sauces llorones). O colocar un apacible cenador con una parra, kiwi, glicinia o hiedra, según se desee recoger frutos o embellecer con más verde o flores de olor.
Quizá la idea pueda parecer una utopía, algo difícil de llevar a cabo, pero nada más lejos de la realidad. Valga como ejemplo un pequeño huerto y zona con plantas diversas, organizado con éxito en el patio comunitario de un edificio de viviendas de Madrid. Su creadora Cristina Granda nos comenta sobre esta interesante experiencia:
«Todo surgió en la pandemia. La necesidad de salir y tomar el aire me hizo pensar en el patio comunitario que nadie utilizaba. Pedí permiso en una reunión de vecinos para cultivar y entretenerme de cara a mi próxima jubilación. Enseguida Mónica Montori y Paloma Saiz se sumaron entusiasmadas.
Empezamos recopilando y poniendo en común material de jardinería personal y comenzamos con algunas plantas aromáticas. Con la llegada de la primavera nos animamos con tomates, pimientos, lechugas, fresas..., y en otoño, habas y tirabeques. También tenemos algunos árboles y arbustos en macetas, como limonero, olivo, madroño, abelia, durillo, etc. Y plantas de flor: capuchinas, caléndulas, geranios, margaritas, hortensias...
En fin, lo que era un espacio vacío que nadie utilizaba, lo hemos ido convirtiendo en un pequeño huerto-jardín muy agradable. Un lugar que ha servido para estrechar lazos entre vecinos, para tomar decisiones, realizar alguna tarea conjunta o, simplemente, para descansar y charlar (tenemos una mesa con sillas que nos regaló, al conocer el proyecto, el dueño de un bar cercano).
Partimos de una inexperiencia total pero, poco a poco, vamos aprendiendo y superando nuestros errores de principiantes. La satisfacción de ver crecer una planta nacida de una semilla o tallo y de comer una verdura recién cogida de tu propio huerto, es algo difícil de explicar.
Para mí, el huerto es una válvula de escape. Los momentos que paso cuidando y observando las plantas, me reconfortan y me dan tranquilidad. En algún sitio leí que pasar tiempo observando las plantas aumenta la serotonina..., debe de ser cierto. Nunca pensé que esta actividad me reportaría tanta felicidad».
Esta interesante experiencia parece que no es algo aislado. He tenido noticia de que en la azotea de un edificio de viviendas, colocaron maceteros y huertos portátiles, con conducción de riego automático, para cada uno de los vecinos del inmueble. Ojalá cada vez se sumen más personas a este tipo de iniciativas.
Los arquitectos y constructores tienen la responsabilidad de diseñar y levantar urbanizaciones y edificios más respetuosos con el medioambiente. Para ello, además de emplear materiales más ecológicos, incorporar sistemas de eficiencia energética, optimizar el uso del agua…, deben favorecer la integración de espacios verdes. La posibilidad de planificar lugares destinados a la práctica de la jardinería y la horticultura en las propias comunidades de vecinos, es una gran opción.
Crear huertos urbanos y jardines en comunidades de vecinos es mucho más que un simple gesto, es una oportunidad para transformar nuestra manera de convivir, reconectar con la naturaleza y sembrar un futuro más saludable y acorde con el medioambiente.
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