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Chicote - Gutiérrez Solana - Kutxi Romero
En la política española ocurre como en la mayoría de los baretos que visita Chicote en su programa pesadillesco: la mayor parte de los que se meten en esa lucha no están preparados para ello, pero lo hacen meramente por la pasta (en sentido dinerario). En las trastiendas de los locales de restauración y de la política institucional se cocinan infamias y fraudes a cascoporro, sin atender a pautas higiénicas ni deontológicas.
Ojo, todas las generalizaciones son injustas, hay gente profesional, vocacional y honorable en todos los ámbitos, pero también un tropel de vividores que embarran los ámbitos en que se instalan. De todos modos, al final, quien se dedica a la expendeduría de alimentos lo hace tirando de iniciativa privada y prestándose a ser sangrado por el ente local de turno que antes de que abra al público lo abrasa a tasas para la obtención de las más variopintas licencias. Vamos, que tienen licencia para sangrar, licencias mediante, al emprendedor antes de que el negocio de este último principie a dar algún beneficio.
Mucho licencioso pulula, como decimos, por ambos ámbitos. En el programa del chef Chicote, este descubre lo que en puridad son flagrantes atentados contra la salud pública; ya solo con eso habría de haberlos instado a cerrar sin remisión de no ser porque lo que perseguía el vedettísimo cocinillas era contribuir (previo pago) a hacer show con lo intolerable erigiéndose, a la postre, en coach de gentes de turbio proceder a quienes hacía ver la luz en un alto porcentaje de casos, erigiéndose en dicha segunda erección en redentor de guarretes e inoperantes.
Si hubiera un Chicote de los fogones políticos que fiscalizara las traseras de los ámbitos de decisión, es seguro que nos obsequiaría un panorama solanesco, pues solanesca se presume esa esfera de la que solo oteamos una puntita de inanidad. Ese sí que sería un show.
Ahora bien, Chicotes, haylos, pocos, pero haylos, en el periodismo, por ejemplo, pero ocurre que o se los silencia de múltiples maneras o, simplemente, sus informaciones pasan inadvertidas por entre la corriente henchida de las más variadas desinformaciones en que nos bañamos a diario.
Al igual que los cuerpos que deglutan viandas ofrecidas por determinados restaurantes (antes del adviento de Chicote a tales recintos), el cuerpo social se suele resentir por culpa de determinados trágalas previa y subrepticiamente cocinados en las políticas trastiendas por los pinches de cocina que actúan al dictado de determinados poderes en la sombra.
Moraleja: la alimentación y la legislación son cosas muy serias y de sustancial importancia, por lo que el acceso tanto a la hostelería como a la gestión pública habrían de contar con una previa formación, con una cumplida supervisión, así como con un control, serio y firme, con los que ahora no cuentan.
Y para terminar, nada mejor que una estrofa del grupo Marea, perteneciente a una de las magníficas letras que para tal conjunto músico-vocálico escribe Kutxi Romero:
Se fue la luz
Y entonces lo vi todo
Brillando desde el lodo
Y te ofrecí mi canto de avestruz.
El recuerdo se vuelca como una mezcolanza de diversidad humana cubierta de una lírica tan profunda como la marginación de la entonces tierra de nadie. Las burbujas eran tan profusas como la necesidad de sobrevivir de todos y cada uno de nosotros.
No hay duda de que don Tomás Díaz Ayuso tiene una oportunidad única para hacer que se rasquen los bolsillos cuantos miserables han colgado la lona con su imagen, dado que han incurrido en calumnias e injurias, a sabiendas de que los tribunales le exoneraron de todo lo que se le acusa.
Tenemos una anomalía grave en nuestro país. Tenemos una clase dominante en España, que ya no es española, es una oligarquía extranjera -sus beneficios dependen de su entrega al gran capital extranjero- a la que ya podemos llamar USAnder y no Santander, USAdrola y no Iberdrola, USAvial y no Ferrovial, y así sucesivamente. Y de la industria española, ¿qué? Veamos un ejemplo.
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