El derribo de las Cruces viene a ser, en cierto modo, una clara señal de que el ateísmo que late en el corazón de muchos hombres, es un ateísmo que está clamando a Dios, y quiere desprenderse definitivamente de Él, porque sabe que existe; y ellos quieren ser el dios de sí mismos. Y al encontrarse con ese “dios”, y ver que es “nada”; alzan la mano contra Dios, contra Cristo, Dios y hombre verdadero.
Algunos piensan que es una acción diabólica, Quizá. Pero el diablo sabe muy bien que el ser humano no necesita muchas veces su ayuda, ni siquiera sus tentaciones, para alejarse de Dios, para alzarse contra Dios, contra Cristo, Hijo de Dios, Dios y hombre verdadero.
La reacción de Jaime Cano, responsable de la asociación España Cristiana que quieren volver a levantar la Cruz, es el buen ejemplo de un corazón cristiano que palpita al unísono con el Corazón del Crucificado. En una entrevista le preguntan: ¿Por qué han decidido poner otra más grande y resistente?
“Como decía San Josemaría, ahogar el mal en abundancia de bien. Dónde abundó el pecado sobreabundó la gracia, por eso, cuanto más pecado y más odios a Dios, más grandes tienen que ser nuestros esfuerzos y amor a Dios. Que quitan una cruz, reparamos y elevamos otra más grande, para que al pasar cualquier persona vea un sacramental y tenga presencia de Dios”.
“La cruz se puso en desagravio de otras que habían sido derribadas y, como la propia cruz ha sido profanada, el hecho de repararla y hacer otra más grande y, con tanto amor a Dios, simboliza un desagravio por sí misma”.
Y no sólo, simboliza; es un desagravio de amor que mueve, una vez más, el Corazón del Señor a pedirle a Dios Padre por quienes han derribo la Cruz y le han vuelto a clavar en ella: “Perdónales, porque no saben lo que hacen”.
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