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Vivir con fibromialgia

Es una de esas dolencias que, aunque no deja huellas visibles en una radiografía, ni altera resultados de laboratorio, habita intensamente en el cuerpo de quienes la padecen
Conchi Basilio
lunes, 12 de mayo de 2025, 09:59 h (CET)

La fibromialgia es un trastorno crónico, caracterizado principalmente por dolor musculoesquelético generalizado, acompañado de fatiga, trastornos del sueño, problemas de memoria, y en algunos casos síntomas de ansiedad o depresión, pero no en todas las personas. Afecta más a las mujeres que a los hombres y suele aparecer cerca de los 30 y los 50 años, aunque también puede manifestarse a cualquier edad, según algunos investigadores, los cierto es que no se sabe a ciencia cierta, una regla generalizada. Del mismo modo que, aún no se conoce su causa, tampoco su tratamiento, todo son simples conjeturas y depende mucho del tipo de paciente y su forma de afrontar las cosas, porque cada persona es distinta en la forma de enfrentar esta enfermedad.


La fibromialgia es una de esas dolencias que, aunque no deja huellas visibles en una radiografía, ni altera resultados de laboratorio, habita intensamente en el cuerpo de quienes la padecen, es llamada “la enfermedad invisible”. Se trata de un trastorno crónico que se manifiesta principalmente como dolor generalizado, rigidez muscular, fatiga constante y, en algunos casos, alteraciones del sueño o del estado del ánimo.


Sin embargo, como toda realidad humana, no hay un molde único que defina a todos los pacientes. Cada historia, cada cuerpo, y cada mente reacciona de forma distinta.


A menudo se dice que la fibromialgia “no se ve”, pero eso no significa que no se sienta. El dolor puede instalarse en músculos, tendones o ligamentos, persistente y punzante, y a veces, acompañado de una sensibilidad extrema al tacto. Algunos profesionales hablan del sistema nervioso que “interpretan mal” las señales, lo que para otros es un simple roce o carga leve, para el cuerpo con fibromialgia puede ser una señal amplificada del dolor.


En cuanto a su origen, no existe una única causa demostrada. Se habla de factores genéticos, alteraciones hormonales, experiencias traumáticas físicas o emocionales, estrés crónico o trastornos del sueño. Es decir, puede haber un desencadenante claro o no, y eso es, en parte, lo que desconcierta tanto a médicos como a pacientes. Pero más allá de las hipótesis clínicas, lo cierto es que convivir con esta afección requiere temple, paciencia y una capacidad de adaptación constante.


Una idea equivocada que suele asociarse con la fibromialgia, es la pérdida de memoria o llamada “fibroniebla”. Si bien muchas personas pueden experimentar dificultades cognitivas puntuales, sobre todo relacionadas con la atención o la concentración, cuando el dolor es intenso o el sueño insuficiente, no es una regla universal. Hay personas con fibromialgia cuya agudeza mental, creatividad o capacidad de memoria se mantienen intactas, algunas incluso, las conservan en niveles sorprendentes. La mente no siempre se pliega al dolor del cuerpo, a veces, al contrario, se fortalece. Según Leonardo da Vinci: “el aprendizaje nunca agota la mente”, por ello es muy importante, mantener la mente siempre activa.


El tratamiento de la fibromialgia no se basa en una pastilla milagrosa. Es un camino de exploración y ensayo, donde el enfoque integral suele dar mejores frutos que cualquier intervención aislada. Ejercicio físico suave, como el yoga, la natación o la caminata consciente, terapias de apoyo, técnicas de relajación y una alimentación equilibrada pueden marcar una diferencia real. La medicación, por supuesto, tiene su lugar, sobre todo para aliviar el dolor o mejorar el descanso, pero no debe convertirse en el único pilar. Lo que también marca una diferencia importante es la actitud. Ser una persona estructurada, organizada, alguien que vive con principios y firmeza, puede ofrecer una gran ventaja. Tener una vida ordenada en horarios, pensamientos y emociones, ayuda a disminuir el caos que la fibromialgia puede sembrar. El dolor quizá no desaparezca, pero se vuelve menos amenazante cuando se vive desde una posición de serenidad y control interior.


En definitiva, la fibromialgia es un desafío, pero no un final. No es una condena, sino una nueva forma de estar en el mundo. Y si bien enseña a convivir con el límite, también despierta una profunda capacidad de resistencia, una sabiduría corporal y en muchos casos, una enorme sensibilidad.

Porque a veces, cuando el cuerpo duele, el alma aprende a hablar más claro, incluso puede convertirse en guía y fortaleza para quienes sufren fibromialgia, motivar, orientar y ofrecer estrategias prácticas a quienes aún no encuentran el rumbo. Porque se puede vivir con dignidad, firmeza y serenidad, incluso en medio del dolor.

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Desde este pequeño atril de papel digital y con el permiso de los lectores presento una columna que puede producir dudas, pero también certezas. Siempre escribo con ilusión, como hace décadas se escribía con un lápiz mordido ahora convertido en lápiz digital y que intenta subrayar los ojos de los dispositivos para reflexionar.

El 25 de abril escribí y publiqué un artículo sobre el fallecimiento del papa Francisco, otro tanto hice el 2 de Mayo sobre la preparación del cónclave para la elección del nuevo papa que se celebró el 7 de mayo, y concluyó con la elección de León XIV. Por lo tanto era obligado cerrar esta trilogía, con quien ahora le corresponde gobernar la Barca de Pedro.

El nuevo papa forma parte de la congregación de los agustinos, una orden muy antigua de la iglesia católica que se inspira en la filosofía y la ética de San Agustín de Hipona, un religioso africano, seguramente berebere y casi con seguridad portador de rasgos físicos muy diferentes de aquellos con los que lo ha inmortalizado con el curso del tiempo la institucionalidad de Roma.

 
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