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Aunque no existe una única causa que esté provocando esta oleada de suicidios, los especialistas apuntan al proceso educativo y al entorno personal y social como los factores que inciden en esta trágica decisión.
Parece sorprendente que, en una sociedad desarrollada, con un estado asistencial de bienestar, en la que priman las formas de vida volcadas en el disfrute, en el aprovechar la vida hasta el último momento, se produzcan tal cantidad de suicidios. Es una contradicción que debiera alertar a los responsables educativos que limitan los procesos de prevención a la técnica de detección de síntomas, olvidando que la desesperanza y la pérdida del sentido de la vida se están generalizando.
La pregunta por el sentido de la vida necesita una respuesta adecuada. Hasta hace bien poco la información sobre el suicidio era un tema tabú en la opinión pública. La gravedad de este fenómeno debe hacer posible una repuesta integral a un síntoma evidente de que algo grave está fallando en nuestra sociedad.
Nuestra situación actual es el resultado del desarrollo histórico de las múltiples culturas sociales universales: Antiguo Egipto, Grecia, Los incas, Los mayas, Mesopotamia, Judaísmo y cristianismo, Los aztecas, Íberos, celtas y pueblos germánicos, Roma, El islam, India, China. En todas ellas el hombre ha ocupado un lugar “señalado” por los siempre poderes fácticos.
No sé si Ana Obregón era consciente del terremoto informativo que ha originado, además de ensombrecer durante unos días, los graves problemas económicos, políticos o sociales que hoy nos agobian a los españoles. El aluvión de opiniones que se han vertido sobre su tardía maternidad subrogada, ha servido para dividir una vez más a los españoles.
Quizás cuando usted lea el presente documento el expresidente Donald Trump haya sido acusado, instruido e imputado de una larga lista de cargos confidenciales hasta el presente. Será el primer expresidente en la historia de los Estados Unidos en enfrentar cargos criminales o penales lo que demostraría que nadie está por encima de la ley.
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