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Al llegar a la cifra “mágica” de los 8.000 millones de humanos sí han tenido más eco los discursos “antihumanistas”. Por sorprendente que parezca, hay quien defiende que “el hombre debe desaparecer como un rostro dibujado en la arena de una playa”. La fórmula la postulan ecologistas radicales y algunas empresas de Silicon Valley. Hay quien señala que “la preocupación porque la humanidad no exista en el futuro es un síntoma de arrogancia y sentimentalismo”. Para ellos la desaparición de los hombres no significaría gran pérdida.
El “antihumanismo”, así formulado, seguramente es una extravagancia de intelectuales, pero refleja algo que está en el aire: un resentimiento hacia el yo personal. Parece que el único yo posible es el yo político, el de una identidad fragmentada, de derechas o de izquierdas, que se concibe como protagonista de alguna forma de hegemonía o de subordinación. Estamos ante una buena oportunidad para plantearnos una vez más qué es el ser humano y cuál es su valor.
Nuestra situación actual es el resultado del desarrollo histórico de las múltiples culturas sociales universales: Antiguo Egipto, Grecia, Los incas, Los mayas, Mesopotamia, Judaísmo y cristianismo, Los aztecas, Íberos, celtas y pueblos germánicos, Roma, El islam, India, China. En todas ellas el hombre ha ocupado un lugar “señalado” por los siempre poderes fácticos.
No sé si Ana Obregón era consciente del terremoto informativo que ha originado, además de ensombrecer durante unos días, los graves problemas económicos, políticos o sociales que hoy nos agobian a los españoles. El aluvión de opiniones que se han vertido sobre su tardía maternidad subrogada, ha servido para dividir una vez más a los españoles.
Quizás cuando usted lea el presente documento el expresidente Donald Trump haya sido acusado, instruido e imputado de una larga lista de cargos confidenciales hasta el presente. Será el primer expresidente en la historia de los Estados Unidos en enfrentar cargos criminales o penales lo que demostraría que nadie está por encima de la ley.
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