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Me acosan las nubes, me obligan a buscar un camino… debo encontrarlo en estas tierras, enciclopedias que no leí ni comprendí para aprender de la vida a luchar, libros que no estudié en profundidad, imposible recordarlos ahora, silencio insoportable de mi interior, ruido que molesta mis oídos, callada ausencia de la tarde gris, tu presencia turbadora, misteriosa esa luz apagada, sin coincidencia llega ahora, sin paz en el alma, sin gloria de huracán, sin más en los dos, mi historia es extraña, tu vida sin mí. Todo así.
A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
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