Javier Sánchez Cañizares, sacerdote, doctor en Física y Teología y miembro de la Sociedad de Científicos Católicos, acaba de publicar Cómo actúa el espíritu en el mundo (Ediciones Encuentro), un ensayo que propone una reflexión profunda sobre la compatibilidad entre la cosmovisión científica actual y la noción de una causalidad espiritual, no reducible a los modelos físicos tradicionales.

Sánchez Cañizares, investigador del Grupo Mente-Cerebro de la Universidad de Navarra y galardonado con el Premio Razón Abierta en 2018, forma parte de la Sociedad de Científicos Católicos. Su nueva obra se inscribe en una línea de pensamiento que busca traducir la tradición cristiana a un lenguaje accesible para quienes se mueven en entornos marcadamente científicos. En este sentido, recoge la invitación que hiciera Benedicto XVI a reinterpretar la teología y la fe desde marcos representativos comprensibles para el ser humano contemporáneo.
Tradición cristiana en lenguaje científico accesible
El autor pone el foco en cómo la visión mecanicista heredada del nacimiento de la ciencia moderna ha limitado la comprensión de la realidad, al suponer que todos los procesos del universo se desarrollan bajo una estricta determinación causal, como un sistema cerrado de bolas de billar. Frente a esta rigidez, Sánchez Cañizares destaca que disciplinas como la termodinámica, la mecánica cuántica y la biología evolutiva han introducido elementos de indeterminación y emergencia que reabren la posibilidad de pensar la realidad como un proceso abierto a nuevas formas de causalidad.
El libro analiza ejemplos concretos de esta apertura científica: desde la direccionalidad en los sistemas disipativos hasta el problema de la medida en la mecánica cuántica o la generación de información en los seres vivos.
Sánchez Cañizares apunta a fenómenos como la direccionalidad en sistemas fuera del equilibrio termodinámico, el enigma de la medida en mecánica cuántica o la conversión de correlaciones físicas en información por parte de los seres vivos, como ejemplos de que la realidad no se agota en la causalidad física.
En todos estos casos, se vislumbra una selección de posibilidades que no puede explicarse únicamente desde la física clásica, y que, según el autor, apunta hacia la existencia de un tipo de causalidad inmaterial.
La existencia de selecciones concretas dentro de múltiples posibilidades sugiere un tipo de causalidad que no puede reducirse al marco material. Este enfoque abre la puerta a reconocer formas de acción inmaterial —como la del espíritu— sin contradecir la ciencia, sino partiendo precisamente de ella.
El problema del mal, una de las grandes cuestiones que inquieta tanto a creyentes como a agnósticos, también se aborda desde esta perspectiva abierta. Frente a un universo absolutamente determinado, donde el mal sería apenas una ilusión sin relevancia real, Sánchez Cañizares propone entenderlo como una forma de indeterminación, una irrupción de lo inesperado dentro de un cosmos en proceso. En clave cristiana, esta indeterminación no tiene la última palabra: el mal es real, pero provisional y será superado en la consumación final de la historia.
Lejos de intentar demostrar científicamente la existencia de Dios o del alma, Cómo actúa el espíritu en el mundo se plantea una propuesta valiente: pensar la acción del espíritu no como algo ajeno al universo físico, sino como profundamente entretejido en su evolución y apertura.
Diagnóstico claro
El libro parte de un diagnóstico claro: la creciente disociación entre el lenguaje de la ciencia y el de la religión dificulta la inteligibilidad mutua. Frente a ello, Sánchez Cañizares reivindica el papel de la teología como interlocutora válida en la construcción del conocimiento, siempre que sepa traducir sus contenidos a formas representativas comprensibles dentro del paradigma científico actual, siguiendo el impulso trazado por Benedicto XVI.
En su crítica, el problema del mal se enmarca también en esta visión dinámica del cosmos. Lejos de entenderlo como un simple "error" de un universo cerrado, se presenta como una forma de indeterminación que no compromete la bondad fundamental de la creación. La teología, en este caso, aporta una esperanza escatológica que permite integrar el sufrimiento en una visión finalista de la historia.
La obra de Sánchez Cañizares no pretende ofrecer pruebas de Dios desde la ciencia, sino proponer una visión del mundo en la que la fe y la razón no se excluyen. Así, contribuye a un pensamiento integrador que puede enriquecer tanto la formación académica como la reflexión filosófico-teológica. En suma, se trata de un esfuerzo honesto por restablecer un diálogo fecundo entre el conocimiento científico y la visión cristiana del mundo.
¿Puede el espíritu actuar en un mundo regido por la ciencia?
¿Tiene cabida el alma en un universo de átomos, leyes físicas y ecuaciones? A esta pregunta se atreve a responder Javier Sánchez Cañizares, sacerdote, físico y teólogo, en su nuevo libro Cómo actúa el espíritu en el mundo diciendo que durante siglos, la idea de que todo lo que ocurre en el universo podía explicarse con leyes deterministas —como un reloj perfecto— cerró las puertas para considerar lo inmaterial como parte real de la existencia. Pero la física actual ha cambiado las reglas del juego.
Hoy sabemos que la naturaleza no está totalmente cerrada. Hay procesos impredecibles, sistemas que evolucionan hacia lo nuevo y fenómenos —como la conciencia o la vida misma— que desafían una explicación puramente mecanicista o cientificista.
Se adentra en el espinoso tema del mal. ¿Cómo puede existir si el mundo ha sido creado por un Dios bueno? Para el autor, el mal no es solo un fallo o un accidente. Es una forma de indeterminación que, aunque real, es pasajera. Desde la fe cristiana, se confía en que todo será redimido al final de los tiempos, cuando la creación alcance su sentido pleno.
El mensaje del libro es claro: ciencia y fe no tienen por qué estar enfrentadas. La ciencia necesita aceptar que no puede explicarlo todo. Y la fe, si quiere ser creíble hoy, debe hablar el lenguaje de quienes buscan con honestidad desde la razón. En ese punto de encuentro se sitúa esta obra: como un puente para creyentes con mente científica y para científicos con inquietudes.
El lenguaje es importante
Uno de los pilares del libro es la defensa de la trascendencia en un lenguaje que resulte inteligible incluso para quienes se aproximan al mundo desde una perspectiva científica. Sánchez Cañizares reivindica el valor del conocimiento científico como una empresa profundamente humana y compatible con una comprensión teológica de la realidad. A su juicio, la ciencia no construye su saber desde cero, sino que parte de presupuestos que reflejan una selección natural de procesos que ella misma no puede explicar del todo. En este sentido, considera que la ciencia puede ser vista como receptora de un don, el de una naturaleza dada y sostenida por un Creador.
Para creyentes y no creyentes
Su propuesta resulta atractiva para lectores no creyentes con mentalidad abierta, al presentar una cosmovisión que no contradice los hallazgos científicos, sino que los contextualiza en una visión del mundo coherente con la posibilidad de una realidad trascendente.
En palabras de su autor, se trata de fomentar imágenes menos antropomórficas y más rigurosas de Dios y del alma, para que quienes valoran una comprensión científica del universo puedan encontrar un puente hacia lo espiritual sin renunciar a la razón.
Una lectura estimulante para quienes no se conforman con visiones simplistas del mundo y buscan integrar lo que saben.
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