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Por Alejandro González

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El pasado miércoles 13 de enero tuvo lugar la primera sesión parlamentaria para la constitución del nuevo Congreso. Y desde ya, dos de las escenas más comentadas y analizadas las protagonizaron dos de los diputados electos de Podemos. La primera foto es la de Carolina Bescansa con su bebé entrando en el Congreso y en brazos hasta su escaño. La segunda, la de un Rajoy con cara de sorpresa ante la llegada de Alberto Rodríguez, y su look bastante informal para lo que estamos acostumbrados a ver en los representantes de este hemiciclo. Aunque se puede deducir que la primera imagen sí fuera buscada y la segunda quizá no, volvemos a observar la gran habilidad del partido de Iglesias para convertirse en centro de atención mediática con la construcción de estos pseudoeventos que tienen como finalidad captar y concentrar los debates en torno a la formación morada y sus representantes.

Pero sin duda, y más allá de la valoración que estas imágenes nos merezcan e independientemente del Gobierno que finalmente resulte fruto de las distintas negociaciones, hay una cosa clara: el nuevo Congreso va a ser más “televisivo”. Tres son las hipótesis que apoyarían esta afirmación.

En primer lugar, por su propia composición con respecto a la anterior legislatura. No es lo mismo la discusión de una Ley con una mayoría absoluta parlamentaria por parte del partido del Gobierno que con una composición más fragmentada que exigirá, por pura necesidad, de un mayor debate, confrontación y búsqueda de acuerdos para sacar adelante las distintas iniciativas legislativas. Ni qué hablar del abuso de los decretos-leyes y el escaso margen de réplica que relega al resto de grupos parlamentarios.

En segundo lugar, la llegada de nuevos diputados que han construido su imagen a través de los medios de comunicación masivos, principalmente la televisión. Esta nueva especie de político, joven, pegado a las redes sociales y que se maneja con habilidad en formatos mediáticos televisivos llamados de infotaiment (información y entretenimiento se mezclan para ofrecer un contenido en el que prima el espectáculo televisivo) sin duda sabrán hacer uso de su experiencia en estos escenarios para adaptar el debate en los términos que les sean más favorables. Los Albert Rivera, Pablo Iglesias, Iñigo Errejón o el propio Pedro Sánchez pasarán de debatir en Salvados, la Sexta Noche o Las Mañanas de Cuatro a hacerlo en el Congreso de los Diputados. Aunque casi todos, tienen también alguna experiencia parlamentaria y conocen las restricciones propias del reglamento de la Cámara y la diferencia entre los tiempos parlamentarios y los que exigen los formatos mediáticos mencionados.

En tercer y último lugar, podemos aventurar que el interés mediático que despertarán las sesiones de este nuevo Congreso será más alto que el que se había depositado en esta última legislatura. Por todo lo anterior y por el proceso de espectacularización de la política que ha tenido lugar durante estos últimos años en España, parece obvio que quiénes han sido “responsables” de gran parte de la visibilidad mediática de estos nuevos líderes políticos tengan un especial interés una vez estén dentro de la actividad parlamentaria. Más aún en un momento en el que las imágenes, lo simbólico, el personalismo y en definitiva lo que entretiene frente a lo que no, definen el interés de los medios por la política. Un interés que se ha retroalimentado y que ha sido útil para ambos. Unos consiguen audiencia, y otros visibilidad y un amplio público al que dirigirse.

En definitiva se trata de una oportunidad pero también de un desafío. Por un lado la oportunidad de revivir una actividad parlamentaria que sea capaz de producir debate, confrontación política, consensos y disensos, pero que al mismo tiempo vuelva a despertar el interés del ciudadano común que no está especialmente informado y que puede volver a resultarle atractivo seguir un debate parlamentario. Por otro lado, el desafío de saber diferenciar el plató de televisión con el escaño. Dos escenarios en los que los tiempos, las normas y la propia legitimidad que emana difieren enormemente. Conviene por tanto no confundir ciudadanía con audiencia.

Parlamento TV

Por Alejandro González
Redacción
martes, 19 de enero de 2016, 23:23 h (CET)
El pasado miércoles 13 de enero tuvo lugar la primera sesión parlamentaria para la constitución del nuevo Congreso. Y desde ya, dos de las escenas más comentadas y analizadas las protagonizaron dos de los diputados electos de Podemos. La primera foto es la de Carolina Bescansa con su bebé entrando en el Congreso y en brazos hasta su escaño. La segunda, la de un Rajoy con cara de sorpresa ante la llegada de Alberto Rodríguez, y su look bastante informal para lo que estamos acostumbrados a ver en los representantes de este hemiciclo. Aunque se puede deducir que la primera imagen sí fuera buscada y la segunda quizá no, volvemos a observar la gran habilidad del partido de Iglesias para convertirse en centro de atención mediática con la construcción de estos pseudoeventos que tienen como finalidad captar y concentrar los debates en torno a la formación morada y sus representantes.

Pero sin duda, y más allá de la valoración que estas imágenes nos merezcan e independientemente del Gobierno que finalmente resulte fruto de las distintas negociaciones, hay una cosa clara: el nuevo Congreso va a ser más “televisivo”. Tres son las hipótesis que apoyarían esta afirmación.

En primer lugar, por su propia composición con respecto a la anterior legislatura. No es lo mismo la discusión de una Ley con una mayoría absoluta parlamentaria por parte del partido del Gobierno que con una composición más fragmentada que exigirá, por pura necesidad, de un mayor debate, confrontación y búsqueda de acuerdos para sacar adelante las distintas iniciativas legislativas. Ni qué hablar del abuso de los decretos-leyes y el escaso margen de réplica que relega al resto de grupos parlamentarios.

En segundo lugar, la llegada de nuevos diputados que han construido su imagen a través de los medios de comunicación masivos, principalmente la televisión. Esta nueva especie de político, joven, pegado a las redes sociales y que se maneja con habilidad en formatos mediáticos televisivos llamados de infotaiment (información y entretenimiento se mezclan para ofrecer un contenido en el que prima el espectáculo televisivo) sin duda sabrán hacer uso de su experiencia en estos escenarios para adaptar el debate en los términos que les sean más favorables. Los Albert Rivera, Pablo Iglesias, Iñigo Errejón o el propio Pedro Sánchez pasarán de debatir en Salvados, la Sexta Noche o Las Mañanas de Cuatro a hacerlo en el Congreso de los Diputados. Aunque casi todos, tienen también alguna experiencia parlamentaria y conocen las restricciones propias del reglamento de la Cámara y la diferencia entre los tiempos parlamentarios y los que exigen los formatos mediáticos mencionados.

En tercer y último lugar, podemos aventurar que el interés mediático que despertarán las sesiones de este nuevo Congreso será más alto que el que se había depositado en esta última legislatura. Por todo lo anterior y por el proceso de espectacularización de la política que ha tenido lugar durante estos últimos años en España, parece obvio que quiénes han sido “responsables” de gran parte de la visibilidad mediática de estos nuevos líderes políticos tengan un especial interés una vez estén dentro de la actividad parlamentaria. Más aún en un momento en el que las imágenes, lo simbólico, el personalismo y en definitiva lo que entretiene frente a lo que no, definen el interés de los medios por la política. Un interés que se ha retroalimentado y que ha sido útil para ambos. Unos consiguen audiencia, y otros visibilidad y un amplio público al que dirigirse.

En definitiva se trata de una oportunidad pero también de un desafío. Por un lado la oportunidad de revivir una actividad parlamentaria que sea capaz de producir debate, confrontación política, consensos y disensos, pero que al mismo tiempo vuelva a despertar el interés del ciudadano común que no está especialmente informado y que puede volver a resultarle atractivo seguir un debate parlamentario. Por otro lado, el desafío de saber diferenciar el plató de televisión con el escaño. Dos escenarios en los que los tiempos, las normas y la propia legitimidad que emana difieren enormemente. Conviene por tanto no confundir ciudadanía con audiencia.

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