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Cómo defender nuestros valores

La izquierda y la derecha han cambiado hoy sus papeles tradicionales
Jorge Hernández Mollar
sábado, 8 de octubre de 2022, 11:46 h (CET)

Mientras en Irán las mujeres son golpeadas y maltratadas en las manifestaciones de protesta por la tortura y fallecimiento de la joven Mahsa Amini detenida por la Policía de la moral iraní, por no colocarse debidamente el hiyab o velo islámico, la reacción de la comunidad internacional y no digamos la del gobierno español, ha sido de una vergonzante tibieza o de un cobarde silencio.


Al mismo tiempo la Comisión Islámica de Melilla se ha opuesto a los talleres con contenido LGTB organizados por un conocido Colegio Público de aquella ciudad donde la mayoría de alumnos pertenecen a la comunidad musulmana. Las razones  que aducen es considerar que la actividad organizada por ese colegio es “una flagrante vulneración de los derechos fundamentales y un  ataque directo a las libertades y derechos constitucionales”, amén de otras consideraciones sobre el adoctrinamiento, la moral y el derecho de los padres…


Resulta paradójico que sea en un país teocrático como Irán o en el seno de la Comunidad Islámica en Melilla, donde se invoque la libertad y el ejercicio de los derechos constitucionales para no ser tiranizados ni adoctrinados por el poder del Estado, aunque en el primer caso, sea por el fundamentalismo religioso de su régimen y en el otro por la imposición de una ideología que, como la de género, atenta gravemente contra las libertades civiles o religiosas de una comunidad.


Sin entrar en consideraciones de tipo moral que complicaría mucho más el hacer una breve reflexión sobre la reacción de la ciudadanía a las tiranías o dictaduras del pensamiento o de las ideologías, creo que los acontecimientos de Irán o de Melilla, invitan a detenerse en el protagonismo que hoy le toca jugar a la sociedad civil frente a las corrientes estatistas o individualistas. Hoy las izquierdas y derechas han intercambiado notablemente sus papeles tradicionales.


Mientras en la izquierda predomina un individualismo liberador de la persona no sujeta a ninguna regla ética, moral o incluso civil, en cuestiones como la sexualidad, aborto, matrimonio, etc., -la familia natural ha sido superada- según la Secretaria de Estado de Igualdad, la derecha se refugia en el papel de gestor eficaz de los asuntos económicos y rehúye el debate y la defensa de esas reglas éticas o morales que protegen al individuo frente a la invasión de los poderes públicos.


Aquellos que confían exclusivamente en los partidos o en sus líderes para afrontar cuestiones o problemas que afectan directamente a su autonomía personal, como son sus convicciones religiosas o sus libertades individuales, yerran porque, como en Irán o en Melilla, es la sociedad civil representada en las organizaciones cívicas, la familia o incluso las religiosas quienes sirven de contrapeso a la “ortodoxia dominante” de la izquierda o a los ”interesados silencios” de la derecha.

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Desde este pequeño atril de papel digital y con el permiso de los lectores presento una columna que puede producir dudas, pero también certezas. Siempre escribo con ilusión, como hace décadas se escribía con un lápiz mordido ahora convertido en lápiz digital y que intenta subrayar los ojos de los dispositivos para reflexionar.

El 25 de abril escribí y publiqué un artículo sobre el fallecimiento del papa Francisco, otro tanto hice el 2 de Mayo sobre la preparación del cónclave para la elección del nuevo papa que se celebró el 7 de mayo, y concluyó con la elección de León XIV. Por lo tanto era obligado cerrar esta trilogía, con quien ahora le corresponde gobernar la Barca de Pedro.

El nuevo papa forma parte de la congregación de los agustinos, una orden muy antigua de la iglesia católica que se inspira en la filosofía y la ética de San Agustín de Hipona, un religioso africano, seguramente berebere y casi con seguridad portador de rasgos físicos muy diferentes de aquellos con los que lo ha inmortalizado con el curso del tiempo la institucionalidad de Roma.

 
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