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Muchos me parecen

Pienso que jueces y fiscales deberían no tanto exhibirse ante las cámaras de los fotógrafos unos minutos, sino directamente denunciar a los compañeros corruptos, a quienes conocen bien
Kepa Tamames
lunes, 21 de julio de 2025, 10:40 h (CET)

Cientos de jueces y fiscales se manifiestan a las puertas del Tribunal Supremo para mostrar su disconformidad con la ley que al parecer pretende sacar el Gobierno con la poca virtuosa intención de controlar [también] el poder judicial, de tal manera que ya tendría el muñeco vestido a su gusto y a nuestro disgusto.


Cientos de jueces y fiscales patrios parecen mostrar con ello una dignidad política y moral de la que los dirigentes en el poder carecen. ¿Cientos? Muchos me parecen.


Yo doy por bueno que al fin una clase tan esencial en toda democracia que se precie exhiba su hartazgo y diga basta. Pero la cuestión es que a un servidor los jueces y fiscales ―salvo honrosísimas excepciones, que siempre las hay, hasta en los vertederos más infectos― le dan en general bastante mala espina, sea por experiencia propia sufrida, sea por aquello de la «condición humana», que consigue maquillarlo casi todo hasta conseguir que el hedor parezca excelsa fragancia.


Y me refiero a que cada uno de esos cientos de profesionales acepta con ignominiosa naturalidad que la sociedad en general y los ciudadanos en particular asuman la clasificación de progresistas o conservadores en sus señorías. ¿Es esto normal? A mí desde luego no me lo parece. Siempre he oído que un juez no puede ejercer su labor dejándose llevar por criterios ideológicos o mera simpatía hacia fulano o mengano. Y peor se nos presenta el panorama al saber que no pocos de ellos ―los de mayor rango, por cierto― son colocados a dedo por los políticos, que naturalmente elegirán a uno u otro en función de sus intereses partidistas. Llámenme loco, pero a mí esto me parece lo más antidemocrático del mundo: tanto como quitar la venda de los ojos de la Justicia para ver bien quien se sienta en el banquillo, e imponer duro castigo o declarar inocente o víctima según convenga.


Un/a juez es alguien muy importante en toda sociedad que quiera merecer el apelativo de decente. Una firma del susodicho lleva a Pepe a la cárcel por años, condena al pago de fortísima multa a Juan, o cierra la empresa de Antonio y sus asociados. Todo juez ha de ser un profesional impoluto en su proceder. Y aquí entramos en un apartado con frecuencia olvidado, cual es la cuestión psicológica.

¿Puede un juez machista dictar sentencia contra quien perpetra violencia de sexo? Difícilmente. ¿Puede una juez hembrista condenar a una señora que denunció falsamente a su pareja por despecho o intereses crematísticos? Otro tanto. Dependiendo de personas, cuando te baja la regla o te sube el ego, alguien debajo de ti tiene un serio problema, que puede suponer un trastoque absoluto en su vida. ¡Ojo al dato!


Vengo oyendo la matraca esa de la etiqueta ideológica de sus señorías desde siempre, y no puedo achacarlo por tanto a los oscuros tiempos que nos ha tocado vivir. Por cierto: ¿era esto así en la etapa predemocrática? Lanzo la pregunta a voleo, por si alguien sabe orientarme al respecto. Quizá la respuesta sea afirmativa, pero tengo serias dudas sobre si en efecto era peor. Porque no vaya a ser que tiempos pasados no superen a este en oscuridad, y nos la tengamos que envainar en según qué apreciaciones.


Sí, ya sé que, por cuanto al tema que nos concierne, a mayor rango también es mayor la posibilidad de «mamoneo» ―entiéndase por tal «corrupción a granel»―, y que lo normal es que los jueces y fiscales bisoños entren en la profesión limpios de polvo y paja, con la sana intención de servir a la sociedad y poner a cada uno en su sitio, queriendo en consecuencia aplicar la justicia en toda la extensión de su significado etimológico. Pero sé asimismo que la condición humana acecha en cada recodo del camino, y que a la que te descuidas estás metido en la ciénaga sin apenas haberte dado cuenta, y que de ahí a dirigir el grupo sin necesidad de firmar nada, entre un palmo y nada.

Confiésenlo: ¿a que ustedes también lo saben en su fuero interno?


Ya les digo desde aquí que si yo fuera juez me sentiría como mínimo agraviado al oír en el telediario lo de las etiquetas esas. Por mi honor, pero también por mostrarme leal a mi cargo, y hasta por dejar claro a la familia que me gano mi generoso sueldo en buena lid.


Llueven ahora halagos a jueces y fiscales, cuando el problema les mordisquea el culo y ven las barbas del vecino pelar. Reciben ahora toda suerte de piropos, henchidos de gozo, orgullo y satisfacción. Halagos a tutiplén. Muchos me parecen.


Pues eso, que muchos me parecen unos cientos de togados fieles a su deontología profesional. Porque de serlo, pienso que deberían no tanto exhibirse ante las cámaras de los fotógrafos unos minutos, sino directamente denunciar a los compañeros corruptos, a quienes conocen bien, qué demonios. ¿No van a conocer de puertas para adentro lo que hace uno u otro con la mano abierta bajo la mesa? ¿Es que nos toman por tontos? ¡A ver si va a ser eso, y resulta que aciertan!

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