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Al tiempo de pensaren la partida,
ahondasin temor en el pasado;
y si otrora obraste equivocado
tu súplica será bien acogida.
Habrás de hacerla de forma sentida
y con el corazón esperanzado,
pues todo lo que hiciste de buen grado
será ciento por uno en la Otra vida.
Y échate en brazos delDios del consuelo,
y desu Hijo que murióen la Cruz
para abrirnos el camino del Cielo.
Donde podrásgozareternamente,
contemplando la refulgente luz
que irradia nuestro Dios omnipotente.
A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
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