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El día estaba desértico, y esa tarde en el cielo inmaculado se avecinaba una inmensa tempestad, y entre truenos y relámpagos apareció un crepúsculo precioso que daba ganas de dormir a su lado.
La tierra poco a poco iba quedando noctámbula, y en el filo de su oscuridad, se escuchaban algunos silbidos y aullidos de perros, y uno que otro sonido de un claxon. En ese instantes, unos jóvenes se desplazaban por una de las calles de tierra, y visitaban uno que otro bar para degustar unas cervezas.
Cuando salieron del último bar, y se enrumbaron con destino del camino, en la sombra de esa noche los sorprendió una enorme figura, que los enmudeció momentáneamente, era similar a un fantasma, eso creyeron ellos, pero simplemente era un inmenso tronco de un árbol viejo, que susto se llevaron, he inmediatamente cavilaron, murmurando en vos bajísima: “Está noche está amena para que el tronco nos permita descansar y eyacular "COMO AMIGOS CON DERECHOS, LO TIENEN QUE SABER", al son de la sombra de la noche. Los jóvenes ahí se quedaron toda la noche, hasta que apareció la aurora del nuevo día.
Ellos le hicieron una notable reverencia al favor que le había hecho la noche con su sombra y al tronco por haber visto, percibido el nuevo amanecer de la madre naturaleza y el hecho.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
En el finísimo camino del hilo casi invisible / la araña desafíala terca gravedad y la engañosa distancia, / el hierro se desgastacon el frotar de la ventana, / casi una imperceptible sinfonía endulza el ambiente / cuando el viento transitaentre las grietas de la madera, / al mismo tiempo, / dos enamorados entregan su saliva el uno al otro / como si fueran enfermos recibiendo una transfusión.
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