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Somos un país de contrastes. Pasamos de la tristeza a la euforia con rapidez. Necesitamos muy poco para ello

Aún nos queda Nadal

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Si alguna entidad, con capacidad para ello, realizara un estudio en profundidad sobre el pueblo español, se toparía con las características propias de una civilización mediterránea nacida de una mescolanza de culturas e influenciada por las peculiaridades recibidas de los distintos pueblos invasores que han calado profundamente en el lenguaje y la forma de ser de los españoles.

   

Somos un país de contrastes. Las noticias nos hablan de una profunda depresión económica asociada al paro de más de tres millones de españoles. Mientras tanto los espectáculos, los bares, restaurantes, conciertos, lugares de vacaciones, cruceros y toda clase de lugares festivos, se encuentran atiborrados de personas que apuran sus euros como si no hubiera un mañana.

    

Los españoles somos unos seguidores denodados del “Carpe diem”. Aprovechamos cualquier oportunidad para celebrar lo que sea. El transcurrir del año está lleno de oportunidades para echarnos a la calle y disfrutar del día a día. Como si el trabajo fuera un espacio corto entre dos festividades. Año nuevo, carnaval, Semana Santa, cruces de mayo, romerías, verbenas, ferias de primavera-verano-otoño, Halloween, Navidad. Cualquier tiempo es bueno para celebrarlo.

     

En lo deportivo somos del Madrid o del Barça (además del equipo de nuestra ciudad que nos da menos alegrías), esto nos permite ser siempre ganadores. Somos de todas las selecciones españolas. Sean de la disciplina que sea. Alguna ganará algo. El caso es celebrarlo.

     

Lo mismo vamos peregrinando a Santiago, al Rocío que a lo que haga falta, mientras le negamos el pan y la sal a las prácticas religiosas, que consideramos obsoletas. Los templos se encuentran casi vacíos y la formación cristiana brilla por su ausencia. Sin embargo seguimos bautizando y llevando a recibir la primera comunión a nuestros hijos. El caso es celebrarlo y llevar a los niños a Disney.

    

En una palabra. Somos unos cachondos mentales. Un pueblo distinto… pero maravilloso. La envidia de cuantos llegan por aquí y nos conocen. Aquél que los antiguos decían que los tratantes se peleaban por un duro durante horas cuando hacían un negocio y después se gastaban cinco para celebrarlo. Tenemos luz, alegría y gracia para reventar.

     

Y si todo nos sale mal… aun nos queda Rafa Nadal para hacernos felices. Que se lo digan a mi suegra. Encarna. 95 años. No se pierde un partido del manacorí. Gane o pierda hoy Rafael Nadal Parera es siempre una buena noticia. Especialmente para mi suegra.

Aún nos queda Nadal

Somos un país de contrastes. Pasamos de la tristeza a la euforia con rapidez. Necesitamos muy poco para ello
Manuel Montes Cleries
lunes, 6 de junio de 2022, 09:11 h (CET)

Si alguna entidad, con capacidad para ello, realizara un estudio en profundidad sobre el pueblo español, se toparía con las características propias de una civilización mediterránea nacida de una mescolanza de culturas e influenciada por las peculiaridades recibidas de los distintos pueblos invasores que han calado profundamente en el lenguaje y la forma de ser de los españoles.

   

Somos un país de contrastes. Las noticias nos hablan de una profunda depresión económica asociada al paro de más de tres millones de españoles. Mientras tanto los espectáculos, los bares, restaurantes, conciertos, lugares de vacaciones, cruceros y toda clase de lugares festivos, se encuentran atiborrados de personas que apuran sus euros como si no hubiera un mañana.

    

Los españoles somos unos seguidores denodados del “Carpe diem”. Aprovechamos cualquier oportunidad para celebrar lo que sea. El transcurrir del año está lleno de oportunidades para echarnos a la calle y disfrutar del día a día. Como si el trabajo fuera un espacio corto entre dos festividades. Año nuevo, carnaval, Semana Santa, cruces de mayo, romerías, verbenas, ferias de primavera-verano-otoño, Halloween, Navidad. Cualquier tiempo es bueno para celebrarlo.

     

En lo deportivo somos del Madrid o del Barça (además del equipo de nuestra ciudad que nos da menos alegrías), esto nos permite ser siempre ganadores. Somos de todas las selecciones españolas. Sean de la disciplina que sea. Alguna ganará algo. El caso es celebrarlo.

     

Lo mismo vamos peregrinando a Santiago, al Rocío que a lo que haga falta, mientras le negamos el pan y la sal a las prácticas religiosas, que consideramos obsoletas. Los templos se encuentran casi vacíos y la formación cristiana brilla por su ausencia. Sin embargo seguimos bautizando y llevando a recibir la primera comunión a nuestros hijos. El caso es celebrarlo y llevar a los niños a Disney.

    

En una palabra. Somos unos cachondos mentales. Un pueblo distinto… pero maravilloso. La envidia de cuantos llegan por aquí y nos conocen. Aquél que los antiguos decían que los tratantes se peleaban por un duro durante horas cuando hacían un negocio y después se gastaban cinco para celebrarlo. Tenemos luz, alegría y gracia para reventar.

     

Y si todo nos sale mal… aun nos queda Rafa Nadal para hacernos felices. Que se lo digan a mi suegra. Encarna. 95 años. No se pierde un partido del manacorí. Gane o pierda hoy Rafael Nadal Parera es siempre una buena noticia. Especialmente para mi suegra.

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