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Gabriel Ruiz-Ortega

“Radio Ciudad Perdida”, de Daniel Alarcón

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Daniel Alarcón (Lima, Perú, 1977) nos entregó su segunda publicación, la novela RADIO CIUDAD PERDIDA, escrita y publicada, previamente, bajo el sonoro y melódico LOST CITY RADIO.

(Antes de abordar la novela, algunas cuantas palabras sobre Alarcón. Él nació en Perú, en 1977; años previos a la catástrofe económica y violenta que tapizaría al país, sus padres, al igual que muchos con posibilidades, decidieron emigrar rumbo a Estados Unidos. En otras palabras, puede decirse con mucha tranquilidad que este escritor ha hecho suyo la tradición literaria y cultural del país de norte. Sin embargo, este aspecto no es ningún óbice para que las editoriales, la crítica académica y mediática lo consideren como escritor peruano, puesto que el tema que lo ha consagrado internacionalmente le debe absolutamente todo a la violencia política peruana de los años ochenta y noventa del siglo pasado.

Más allá de estas clasificaciones paralelas que distraen involuntariamente, hay que aseverar que se trata del mejor escritor joven latinoamericano de hoy y con justicia uno de los mejores en lengua inglesa, tal y como lo ratificó la prestigiosa revista Granta a la hora de dar cuenta de los nuevos escritores más representativos.)

En esta novela se explora el tópico de la violencia política, vista desde un punto imparcial que nos impide ubicarla en un contexto próximo, puesto que por ese No-las acciones contadas podrían ocurrir en cualquier país de América del Sur. Y a diferencia de su primer libro de cuentos, GUERRA A LA LUZ DE LAS VELAS, el autor se sumerge en los daños paralelos que toda guerra interna deja en quienes la viven, tanto directa como indirectamente.

Norma es una conocida locutora radial que conduce un programa con el que se encarga de reunir a las personas separadas por la guerra desatada entre las fuerzas del orden y el grupo subversivo IL. Esta guerra ha dejado a la capital en ruinas, en especial luego de la batalla final librada en su zona este, la cual dio como vencedores a las fuerzas oficiales. Una ciudad cubierta de cenizas, en donde la gente camina con mucho trauma y desconfianza en el otro. Cierta noche se le anuncia a Norma la llegada de un niño llamado Víctor, quien está acompañado de Manau, su maestro de escuela. Víctor proviene de la zona oriental del país, y este detalle hace revivir en Norma la posibilidad de poder encontrar a su esposo Rey, quien desapareció tiempo después de incursionar en el oriente como integrante de las filas del IL.

Con mucha precisión, y gracias a un narrador omnisciente, Alarcón nos ofrece un fresco de los avatares y secuelas de la guerra por medio de estos cuatro personajes, en una suerte de epifanías que privilegian los estados psicológicos canalizados por el sentimiento de culpa, ya que pese a que las fuerzas oficiales terminaron imponiéndose, ninguno puede sentirse realmente victorioso. Por el contrario, en los personajes está la sensación no expresada de que la guerra vivida en diez años fue, por demás, absurda. El autor se vale muy bien de ciertas técnicas y recursos deudores de la novelística norteamericana, como el dato escondido, los saltos al pasado, la introspección…

RCP exuda una saludable ambición que denota su logro y, a la vez, su traspié. Traspié ya que por la magnitud de la novela, de casi cuatrocientas páginas, se pierden perfiles secundarios que sostienen el hilo temático conductor de Norma, Rey, Manau y Víctor, que son “juntados” por algunos trucos técnicos que recuerdan a lo que hace Paul Auster con el azar. Pero más allá de este bajón, RCP mantiene el interés del lector a través de lo mejor que le deparó su primer libro: el trabajo con la psicología de los personajes, por el cual, y tal como me lo indicó el autor en una entrevista para este diario hace ya buen tiempo, sí es posible especular con la influencia directa en la que descansa su poética de novelista de raza: la novela decimonónica rusa, Dostoevsky en especial.

Alarcón se confirma, y con varios cuerpos de ventaja, como uno de los mejores novelistas jóvenes del mundo. Esta novela tiene todos los ingredientes para quedar en la memoria de los lectores.

Editorial: Alfaguara.

“Radio Ciudad Perdida”, de Daniel Alarcón

Gabriel Ruiz-Ortega
Gabriel Ruiz Ortega
lunes, 23 de febrero de 2009, 09:58 h (CET)
Daniel Alarcón (Lima, Perú, 1977) nos entregó su segunda publicación, la novela RADIO CIUDAD PERDIDA, escrita y publicada, previamente, bajo el sonoro y melódico LOST CITY RADIO.

(Antes de abordar la novela, algunas cuantas palabras sobre Alarcón. Él nació en Perú, en 1977; años previos a la catástrofe económica y violenta que tapizaría al país, sus padres, al igual que muchos con posibilidades, decidieron emigrar rumbo a Estados Unidos. En otras palabras, puede decirse con mucha tranquilidad que este escritor ha hecho suyo la tradición literaria y cultural del país de norte. Sin embargo, este aspecto no es ningún óbice para que las editoriales, la crítica académica y mediática lo consideren como escritor peruano, puesto que el tema que lo ha consagrado internacionalmente le debe absolutamente todo a la violencia política peruana de los años ochenta y noventa del siglo pasado.

Más allá de estas clasificaciones paralelas que distraen involuntariamente, hay que aseverar que se trata del mejor escritor joven latinoamericano de hoy y con justicia uno de los mejores en lengua inglesa, tal y como lo ratificó la prestigiosa revista Granta a la hora de dar cuenta de los nuevos escritores más representativos.)

En esta novela se explora el tópico de la violencia política, vista desde un punto imparcial que nos impide ubicarla en un contexto próximo, puesto que por ese No-las acciones contadas podrían ocurrir en cualquier país de América del Sur. Y a diferencia de su primer libro de cuentos, GUERRA A LA LUZ DE LAS VELAS, el autor se sumerge en los daños paralelos que toda guerra interna deja en quienes la viven, tanto directa como indirectamente.

Norma es una conocida locutora radial que conduce un programa con el que se encarga de reunir a las personas separadas por la guerra desatada entre las fuerzas del orden y el grupo subversivo IL. Esta guerra ha dejado a la capital en ruinas, en especial luego de la batalla final librada en su zona este, la cual dio como vencedores a las fuerzas oficiales. Una ciudad cubierta de cenizas, en donde la gente camina con mucho trauma y desconfianza en el otro. Cierta noche se le anuncia a Norma la llegada de un niño llamado Víctor, quien está acompañado de Manau, su maestro de escuela. Víctor proviene de la zona oriental del país, y este detalle hace revivir en Norma la posibilidad de poder encontrar a su esposo Rey, quien desapareció tiempo después de incursionar en el oriente como integrante de las filas del IL.

Con mucha precisión, y gracias a un narrador omnisciente, Alarcón nos ofrece un fresco de los avatares y secuelas de la guerra por medio de estos cuatro personajes, en una suerte de epifanías que privilegian los estados psicológicos canalizados por el sentimiento de culpa, ya que pese a que las fuerzas oficiales terminaron imponiéndose, ninguno puede sentirse realmente victorioso. Por el contrario, en los personajes está la sensación no expresada de que la guerra vivida en diez años fue, por demás, absurda. El autor se vale muy bien de ciertas técnicas y recursos deudores de la novelística norteamericana, como el dato escondido, los saltos al pasado, la introspección…

RCP exuda una saludable ambición que denota su logro y, a la vez, su traspié. Traspié ya que por la magnitud de la novela, de casi cuatrocientas páginas, se pierden perfiles secundarios que sostienen el hilo temático conductor de Norma, Rey, Manau y Víctor, que son “juntados” por algunos trucos técnicos que recuerdan a lo que hace Paul Auster con el azar. Pero más allá de este bajón, RCP mantiene el interés del lector a través de lo mejor que le deparó su primer libro: el trabajo con la psicología de los personajes, por el cual, y tal como me lo indicó el autor en una entrevista para este diario hace ya buen tiempo, sí es posible especular con la influencia directa en la que descansa su poética de novelista de raza: la novela decimonónica rusa, Dostoevsky en especial.

Alarcón se confirma, y con varios cuerpos de ventaja, como uno de los mejores novelistas jóvenes del mundo. Esta novela tiene todos los ingredientes para quedar en la memoria de los lectores.

Editorial: Alfaguara.

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