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Al no asumir la importancia de los matices, los yerros se suceden

Errantes

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Me lo temía. Cómo vamos a entendernos si los léxicos utilizados se modifican a unos ritmos inusitados. El sino de cada época es determinante para fijar las prácticas con un lenguaje determinado; las influencias proceden desde sectores controvertidos. Además, el desinterés por la precisión de cuanto se dice es manifiesto, se convierte en cómplice de las expresiones y prácticas capciosas. Aunque no estemos herrados, los yerros se suceden calamitosos. Mientras, deambulamos sin demasiado tino, ERRANTES por los andurriales laberínticos, que ni por asomo deslindamos. De la fortaleza del hierro al despropósito de los yerros, existe una escasa distancia lingüística; parece extraída de la práctica.


Ante los errores cometidos, es llamativa la tendencia muy común a buscar las motivaciones en los ámbitos foráneos; todo lo contrario de los ocurrido tras los aciertos. Quizá esa propensión es propia de todos los tiempos, aunque de tan actualizada, resplandece. El holandés errante ya se exponía a los embates de los mares y de los supuestos duendes maléficos, con esa mención wagneriana al destino, que nada resuelve. Los DESATINOS de los protagonistas son inseparables de los condicionantes ubicados en sus entornos, constituyen una trama intrincada. Para cualquier investigador, las clarificaciones se escabullen. En todo caso, son un reto existencial de rango preferente.


Los rumbos van en consonancia con las mentes de los tripulantes; sin mentalidades adecuadas no existen rumbos creíbles. Tampoco suele ser suficiente con la afirmación del tripulante, su pronunciamiento puede adherirse a rumbos caóticos. Ulises erraba por mares ignotos, sin aclararnos si el rumbo era mero deseo o seguía planes bien estructurados. Además de lo narrado en varias obras literarias, la ERRABUNDIA la observamos muy extendida por los ambientes actuales; de los cuales se enseñorea la más enérgica repulsión dedicada a los razonamientos serenos. Las discrepancias se precipitan en las trayectorias divergentes sin el menor atisbo dialéctico con afanes comprensivos; sólo cabe la huida progresiva.


De manera paulatina la soberbia implantó sus reales, empezando por el logro de algunas satisfacciones, para terminar sintiéndonos dueños de cualquier actuación. Las redes nos informan a gusto del consumidor, captamos éticas para cada apetencia y cada persona pasó a ser un mundo…, aislado. En semejante APOTEOSIS se acumularon también consecuencias amenazantes, descontrol, vertidos tóxicos, crispaciones, agresiones, marginaciones o veleidades enajenadas de turbias entretelas. Situados entre los avances de un progreso liberador, cuando se percibe un desvarío molesto, no se ponen trabas a taparlo con otro de mayor dimensión. La rueda implacable no se detiene ante sensibilidades particulares.


En esa vorágine desatada se pierden los enlaces para dilucidar las cuestiones dudosas. Incluso los afamados paradigmas científicos se nos muestran desmenuzados en forma de detalles aislados, sin poder reconocer así su auténtico valor. Los conceptos han sido desfigurados, pasamos a funcionar con simples opiniones, en todo caso basadas en su número, aunque se trate de estupideces. Ni siquiera entendemos el tipo de modernidad creada; falsedades o verdades son equiparadas sin reparo. Funcionamos realizados en esa DESPREOCUPACIÓN entusiasta, acelerada y volátil debido a su escaso peso específico; deviene en una demostración continuada de fuerza, gozando de la complicidad de sus incautas víctimas.


No cabe duda, nos vamos acostumbrando a las actuaciones sociales grandilocuentes, sin importarnos demasiado los asuntos, centrados en los aspectos más llamativos. Lo comprobamos a diario, las ideas sucumben ante las alharacas; si no llegan a sucumbir se tergiversan hasta donde sea necesario. La vehemencia de ciertos personajillos exaltados ocupa los principales escenarios de la comunicación; sirven de potente elemento distractor para dejar el paso libre a otras maniobras ocultas. Dichas oleadas enarbolan sin reparo múltiples facetas absurdas, colaboran en la generación de un panorama GROTESCO. Junto a los magníficos avances tecnológicos se desgranan penosos retrocesos contrarios a la armonía comunitaria.


Nos desviamos con frecuencia por caminos tortuosos inverosímiles. La ignorancia motiva muchos de esos despistes, sin olvidar la desfachatez de elegirlos con arrogancia, así como la nefasta tendencia a deambular con los recursos de la inteligencia detenidos en cualquier apetencia. Atribuimos de manera errónea una pérdida de sentido a las palabras, siendo estas un buen archivo arqueológico de sus contenidos. En realidad son los comportamientos huidizos quienes se muestran DESLUSTRADOS al alejarse de aquellas expresiones consistentes. Se pone de relieve una escandalosa falta de coherencia entre las supuestas capacidades mentales, las expresiones comunicativas y los procedimientos emprendidos.


El lamento por las trayectorias equivocadas nos induce a la consideración de factores no siempre tenidos en cuenta. Aunque a veces optamos por un determinado camino, se multiplican las ocasiones en las cuales nos vemos obligados a seguirlos; por circunstancias naturales, pero abundan las presiones artificiosas desde gente bien pertrechada. Recalco la presencia de ese NÚCLEO DURO, bien fajado, compuesto por grandes empoderados económicos. Nos acechan en un doble sentido. Incrementan su potencial a diario, las medidas adoptadas siempre les favorecen. Además, medran y se infiltran en las informaciones difundidas. Al menor descuido nos desbaratan hasta los conceptos de índole intimista en una despersonalización progresiva.


Todos los indicios apuntan al incremento de nuestros conocimientos, con expertos en las esquinas y redes para ponernos al día de inmediato. De manera simultánea asoman presurosos algunos enemigos implacables. El principal de ellos es la propensión al aislamiento. Un saber concreto se desentiende de las realidades con otras características; los individuos enmarañados repelen la valoración atenta de las ideas ajenas. Si había algún apoyo calibrado con tiento, fue desperdigado al viento. La ligereza de las actuaciones emprendidas, sus intolerantes dialécticas crispadas, nos dejan al albur de acontecimientos insospechados con la consiguiente ANGUSTIA. El carácter desaprensivo se incrustó a fondo.


En semejante panorama suena con fuerza melancólica aquello del sentido común; aturde al conjunto de menesterosos incapaces de trabajar razonablemente para el alivio de todos. Estas serían ocupaciones AVENTURADAS por las condiciones existenciales, pero con ese talante disminuiría el agobio ambiental. Esa visión de conjunto intentaría la construcción de ruedas útiles para sentirse vivo; precisamente cuando nos rodean los constructores de ruedas cuadradas, sobre todo si ellos están situados.


Las dificultades vitales son evidentes, con las carencias humanas en exposición permanente. De ahí la alarma cuando surgen pretendidos ILUMINADOS, también con sus opacidades, pero provistos de potentes ínfulas con el sentido poco común, enfocados sólo a su egolatría. Se necesita magia para encontrar la salida.

Errantes

Al no asumir la importancia de los matices, los yerros se suceden
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 25 de marzo de 2022, 10:01 h (CET)

Me lo temía. Cómo vamos a entendernos si los léxicos utilizados se modifican a unos ritmos inusitados. El sino de cada época es determinante para fijar las prácticas con un lenguaje determinado; las influencias proceden desde sectores controvertidos. Además, el desinterés por la precisión de cuanto se dice es manifiesto, se convierte en cómplice de las expresiones y prácticas capciosas. Aunque no estemos herrados, los yerros se suceden calamitosos. Mientras, deambulamos sin demasiado tino, ERRANTES por los andurriales laberínticos, que ni por asomo deslindamos. De la fortaleza del hierro al despropósito de los yerros, existe una escasa distancia lingüística; parece extraída de la práctica.


Ante los errores cometidos, es llamativa la tendencia muy común a buscar las motivaciones en los ámbitos foráneos; todo lo contrario de los ocurrido tras los aciertos. Quizá esa propensión es propia de todos los tiempos, aunque de tan actualizada, resplandece. El holandés errante ya se exponía a los embates de los mares y de los supuestos duendes maléficos, con esa mención wagneriana al destino, que nada resuelve. Los DESATINOS de los protagonistas son inseparables de los condicionantes ubicados en sus entornos, constituyen una trama intrincada. Para cualquier investigador, las clarificaciones se escabullen. En todo caso, son un reto existencial de rango preferente.


Los rumbos van en consonancia con las mentes de los tripulantes; sin mentalidades adecuadas no existen rumbos creíbles. Tampoco suele ser suficiente con la afirmación del tripulante, su pronunciamiento puede adherirse a rumbos caóticos. Ulises erraba por mares ignotos, sin aclararnos si el rumbo era mero deseo o seguía planes bien estructurados. Además de lo narrado en varias obras literarias, la ERRABUNDIA la observamos muy extendida por los ambientes actuales; de los cuales se enseñorea la más enérgica repulsión dedicada a los razonamientos serenos. Las discrepancias se precipitan en las trayectorias divergentes sin el menor atisbo dialéctico con afanes comprensivos; sólo cabe la huida progresiva.


De manera paulatina la soberbia implantó sus reales, empezando por el logro de algunas satisfacciones, para terminar sintiéndonos dueños de cualquier actuación. Las redes nos informan a gusto del consumidor, captamos éticas para cada apetencia y cada persona pasó a ser un mundo…, aislado. En semejante APOTEOSIS se acumularon también consecuencias amenazantes, descontrol, vertidos tóxicos, crispaciones, agresiones, marginaciones o veleidades enajenadas de turbias entretelas. Situados entre los avances de un progreso liberador, cuando se percibe un desvarío molesto, no se ponen trabas a taparlo con otro de mayor dimensión. La rueda implacable no se detiene ante sensibilidades particulares.


En esa vorágine desatada se pierden los enlaces para dilucidar las cuestiones dudosas. Incluso los afamados paradigmas científicos se nos muestran desmenuzados en forma de detalles aislados, sin poder reconocer así su auténtico valor. Los conceptos han sido desfigurados, pasamos a funcionar con simples opiniones, en todo caso basadas en su número, aunque se trate de estupideces. Ni siquiera entendemos el tipo de modernidad creada; falsedades o verdades son equiparadas sin reparo. Funcionamos realizados en esa DESPREOCUPACIÓN entusiasta, acelerada y volátil debido a su escaso peso específico; deviene en una demostración continuada de fuerza, gozando de la complicidad de sus incautas víctimas.


No cabe duda, nos vamos acostumbrando a las actuaciones sociales grandilocuentes, sin importarnos demasiado los asuntos, centrados en los aspectos más llamativos. Lo comprobamos a diario, las ideas sucumben ante las alharacas; si no llegan a sucumbir se tergiversan hasta donde sea necesario. La vehemencia de ciertos personajillos exaltados ocupa los principales escenarios de la comunicación; sirven de potente elemento distractor para dejar el paso libre a otras maniobras ocultas. Dichas oleadas enarbolan sin reparo múltiples facetas absurdas, colaboran en la generación de un panorama GROTESCO. Junto a los magníficos avances tecnológicos se desgranan penosos retrocesos contrarios a la armonía comunitaria.


Nos desviamos con frecuencia por caminos tortuosos inverosímiles. La ignorancia motiva muchos de esos despistes, sin olvidar la desfachatez de elegirlos con arrogancia, así como la nefasta tendencia a deambular con los recursos de la inteligencia detenidos en cualquier apetencia. Atribuimos de manera errónea una pérdida de sentido a las palabras, siendo estas un buen archivo arqueológico de sus contenidos. En realidad son los comportamientos huidizos quienes se muestran DESLUSTRADOS al alejarse de aquellas expresiones consistentes. Se pone de relieve una escandalosa falta de coherencia entre las supuestas capacidades mentales, las expresiones comunicativas y los procedimientos emprendidos.


El lamento por las trayectorias equivocadas nos induce a la consideración de factores no siempre tenidos en cuenta. Aunque a veces optamos por un determinado camino, se multiplican las ocasiones en las cuales nos vemos obligados a seguirlos; por circunstancias naturales, pero abundan las presiones artificiosas desde gente bien pertrechada. Recalco la presencia de ese NÚCLEO DURO, bien fajado, compuesto por grandes empoderados económicos. Nos acechan en un doble sentido. Incrementan su potencial a diario, las medidas adoptadas siempre les favorecen. Además, medran y se infiltran en las informaciones difundidas. Al menor descuido nos desbaratan hasta los conceptos de índole intimista en una despersonalización progresiva.


Todos los indicios apuntan al incremento de nuestros conocimientos, con expertos en las esquinas y redes para ponernos al día de inmediato. De manera simultánea asoman presurosos algunos enemigos implacables. El principal de ellos es la propensión al aislamiento. Un saber concreto se desentiende de las realidades con otras características; los individuos enmarañados repelen la valoración atenta de las ideas ajenas. Si había algún apoyo calibrado con tiento, fue desperdigado al viento. La ligereza de las actuaciones emprendidas, sus intolerantes dialécticas crispadas, nos dejan al albur de acontecimientos insospechados con la consiguiente ANGUSTIA. El carácter desaprensivo se incrustó a fondo.


En semejante panorama suena con fuerza melancólica aquello del sentido común; aturde al conjunto de menesterosos incapaces de trabajar razonablemente para el alivio de todos. Estas serían ocupaciones AVENTURADAS por las condiciones existenciales, pero con ese talante disminuiría el agobio ambiental. Esa visión de conjunto intentaría la construcción de ruedas útiles para sentirse vivo; precisamente cuando nos rodean los constructores de ruedas cuadradas, sobre todo si ellos están situados.


Las dificultades vitales son evidentes, con las carencias humanas en exposición permanente. De ahí la alarma cuando surgen pretendidos ILUMINADOS, también con sus opacidades, pero provistos de potentes ínfulas con el sentido poco común, enfocados sólo a su egolatría. Se necesita magia para encontrar la salida.

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