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Nuestro presidente del gobierno, aleccionando al señor Feijoo, el presunto nuevo presidente del PP, sobre lo que debe hacer o evitar en su nuevo cargo

​Sánchez cultiva desvergüenza: “Consejos vendo que para mí no tengo”

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En ocasiones es preciso intentar simplificar las argumentaciones, reducir las explicaciones a lo más elemental y entendible, con el objeto de evitar que lo que es palpablemente evidente quede enmarañado, oscurecido o difuminado al usar términos raros, excesivamente técnicos o innecesariamente complejos; de modo que no quede paladinamente expresado lo que uno intenta aclarar. Y este, precisamente, es el caso de lo que vamos a comentar a continuación, puesto que estamos tratando con un señor especialmente dotado para el engaño, la mentira, la tergiversación y la facultad de decir una cosa y, a los pocos minutos, contradecirse a sí mismo, sin que ello le impida mantener la imagen de persona responsable, lo que constituye un doble engaño difícil de contrarrestar. 


Como ya se habrán imaginado estamos hablando del señor Pedro Sánchez, nuestro presidente que, cuando se trata de cubrir sus carencias, de ocultar sus fracasos o de salvar su reputación, no tiene dudas en emplear su oratoria para achacar a la oposición aquellos fallos, errores o actuaciones derivados de su propia y deslavazada acción de gobierno.


En cualquier democracia occidental hay una distribución de funciones según se trate de quienes tengan la responsabilidad de gobierno y aquellos otros que constituyen la oposición. La facultad, el derecho y la obligación de dirigir una nación supone, por supuesto, el respeto a las leyes, el sometimiento a la Constitución y el dar explicaciones a los ciudadanos de aquellas decisiones que se toman en su nombre. Evidentemente no es de recibo que, amparándose en el hipotético de que la ciudadanía debe ser tratada como menor de edad, a la que se le deben ocultar cosas sistemáticamente y con la  que es conveniente actuar, en determinadas ocasiones, de forma que se prescinda del sistema legal de la nación y sus normas constitucionales, para evitar el desgaste que supondría para el gobierno en cuestión, el que tales gestiones fueran conocidas del pueblo llano, como si, en realidad, se le atribuyese al ejecutivo la facultad de saltarse las leyes en aquellas ocasiones en que juzgase tener derecho a ello.


Por otra parte, la democracia misma supone que deba existir una oposición formada por aquellos partidos que concurrieron a las elecciones para optar al gobierno y para formar parte de las dos cámaras de representación popular: el Congreso de Diputados y el Senado. La misión que tiene asignadas las dos cámaras es la de vigilar la acción gubernamental, legislar y poder expresar su conformidad o rechazo a la acción gubernamental cuando fuere necesario y se observasen anormalidades, incumplimientos, errores o ilegalidades en lo que se considere como responsabilidad del ejecutivo. Es evidente que el señor Pedro Sánchez y su equipo de gobierno no comparten esta parte de la misión de la oposición, cuando deciden que determinados partidos políticos representados en ambas instituciones, deberían apoyar  las políticas gubernamentales, tachando de deslealtad, irresponsabilidad o falta de espíritu democrático  las críticas, descalificaciones, apelaciones o recursos ante los tribunales contra supuestas arbitrariedades cometidas en la acción gubernamental, que no constituyen más que el ejercicio por parte de la oposición de la facultad de control  al  gobierno de la nación. Así de sencillo y así de entendible.


Cuando el partido del gobierno del señor Sánchez, cometiendo una de esas irregularidades tan propias del señor presidente y engañando a sus electores, se desdijo de lo que había prometido, consistente en no pactar nunca con los comunistas de Podemos y, apenas transcurridas 24 horas, ya había llegado a un acuerdo de gobernación junto al señor Pablo Iglesias, líder de los comunistasbolivarianos, abrazos y felicitaciones incluidos; los españoles se tuvieron que tragar que, por primera vez desde la guerra civil, los comunistas volvieran a estar en un gobierno de España. Su especial relación con los separatistas catalanes, su falta absoluta de respeto por la unidad de España,  disposición a negociar lo que fuere con ellos y el ir cediendo, una y otra vez, ante el chantaje ignominioso al que lo vienen sometiendo, simplemente porque no tienen suficientes apoyos para sacar adelante sus leyes, sus impuestos, su gasto público desorbitado, sus intentos de atacar la propiedad privada, su evidente deseo de cambiar la Constitución, su batalla para hacerse con el control de los tribunales de justicia, sus ataques a la Iglesia católica y su rabia incontenida contra la comunidad madrileña, al haberles fallado sus maquinaciones para intentar desbancar al PP de la dirección de dicha mancomunidad madrileña por haberse resistido a dejarse dominar por el socialismo, gracias a la valentía, inteligencia y coraje de la señora Ayuso.


No obstante, no acaba aquí lo que podríamos calificar de intromisión, descaro, inconsecuencia y desvergüenza de este señor que tenemos al frente del ejecutivo, cuando ha tenido la desfachatez de atacar al PP de Castilla y León por haber llegado a un acuerdo de gobierno de la comunidad en el que miembros de VOX van a participar.No parece tener en cuenta que, dentro de su mismo partido, los hay que han llegado a acuerdos con los sucesores de ETA, los señores de Bildu cuando, dentro del partido socialista, fueron muchos los asesinados por los esbirros de la banda terrorista. A esta falta de sensibilidad, a estas flagrantes contradicciones y a la forma con la que el señor Sánchez ha criticado al PP por haberse coaligado con un partido, impropiamente tachado de extrema derecha, que viene respetando escrupulosamente la Constitución, lo que no obsta para que quisiera cambiar algunos de sus artículos, algo perfectamente legítimo si se lleva a cabo desde la legalidad.


Resulta impactante la cara dura que se necesita para criticar a los populares cuando el propio partido socialista, bajo su dirección, no tuvo inconveniente en aliarse con el señor Pablo Iglesias que, desde siempre, se había mostrado contrario a la actual Constitución de 1978, a la que había prometido cambiar si tenía oportunidad de hacerlo. ¿Si son de izquierdas son demócratas, pero si son de derechas son desleales, reprobables y fascistas? Una forma de pensar que nos recuerda al líder socialista, Largo Caballero, un ejemplo de la intransigencia, odio al adversario y totalitarismo de izquierdas de aquellos tiempos de la Guerra Civil española. A todas estas izquierdas que no se conforman con nada deberíamos recordarles que fue precisamente la derecha, los fascistas de la falange, el ejército del general Franco y todos los españoles conservadores los que permitieron el cambio de régimen y la llegada de un personaje como Santiago Carrillo, olvidándose de su pasado como comunista relacionado con situaciones muy comprometidas, como las sacas de las cárceles madrileñas y los subsiguiente asesinatos en masa de gentes católicas, de derechas y algunos socialistas que no compartían aquella rebelión de las masas. Gracias a las renuncias y la buena fe de aquellas personas, en España se pudo instalar la democracia.


Y, hete aquí, a nuestro presidente del gobierno, aleccionando al señor Feijoo, el presunto nuevo presidente del PP, sobre lo que debe hacer o evitar en su nuevo cargo. Naturalmente para Sánchez, si Feijoo es un buen niño, lo que debe hacer es jurarle lealtad, no discutir sus decisiones, portarse bien y apoyar al gobierno sin pararse a averiguar si, lo que le conviene a él les conviene también a los españoles. Muy hábil don Pedro, pero actuando con muy poco disimulo. No soy nadie ni pretendo serlo para aconsejar al gallego que, lo más fácil que puede hacer es, precisamente, todo lo contrario a lo que le indica que haga el líder del PSOE, teniendo la seguridad de que es lo mejor que podrá beneficiar a España y, por supuesto, a su propio partido. El refranero español, en su riqueza popular, tiene un refrán para este tipo de sujetos, que imparten enseñanza a los demás sin comprobar si lo que proponen es lo que ellos harían en el supuesto que argumentan, que dice así: “Consejos vendo que para mí no tengo”.


O así es como, señores, desde la óptica de un español de a pie, tenemos el convencimiento de que España precisa de una mejor información, un rearme propagandístico de la derecha, que significa poner en marcha medios de comunicación, TV, periodismo de calidad, oradores acreditados, expertos capaces de desarmar la propaganda insidiosa de las izquierdas, personajes de las artes, las letras y los escenarios que dejen de estar acomplejados ante estas izquierdas, ramplonas y faltas de ilustración, que se han hecho con cualquier medio capaz de ultrajar, desmerecer y condenar a aquellos que se atrevan a enfrentarse con ellos.


Y una frase de para concluir esta reflexión: “Hay dos tipos de patriotas: el que ama a su país y el que ama al gobierno de su país. Lógicamente los gobiernos consideran más patriotas a estos últimos” Jaume Perich.

​Sánchez cultiva desvergüenza: “Consejos vendo que para mí no tengo”

Nuestro presidente del gobierno, aleccionando al señor Feijoo, el presunto nuevo presidente del PP, sobre lo que debe hacer o evitar en su nuevo cargo
Miguel Massanet
martes, 15 de marzo de 2022, 12:11 h (CET)

En ocasiones es preciso intentar simplificar las argumentaciones, reducir las explicaciones a lo más elemental y entendible, con el objeto de evitar que lo que es palpablemente evidente quede enmarañado, oscurecido o difuminado al usar términos raros, excesivamente técnicos o innecesariamente complejos; de modo que no quede paladinamente expresado lo que uno intenta aclarar. Y este, precisamente, es el caso de lo que vamos a comentar a continuación, puesto que estamos tratando con un señor especialmente dotado para el engaño, la mentira, la tergiversación y la facultad de decir una cosa y, a los pocos minutos, contradecirse a sí mismo, sin que ello le impida mantener la imagen de persona responsable, lo que constituye un doble engaño difícil de contrarrestar. 


Como ya se habrán imaginado estamos hablando del señor Pedro Sánchez, nuestro presidente que, cuando se trata de cubrir sus carencias, de ocultar sus fracasos o de salvar su reputación, no tiene dudas en emplear su oratoria para achacar a la oposición aquellos fallos, errores o actuaciones derivados de su propia y deslavazada acción de gobierno.


En cualquier democracia occidental hay una distribución de funciones según se trate de quienes tengan la responsabilidad de gobierno y aquellos otros que constituyen la oposición. La facultad, el derecho y la obligación de dirigir una nación supone, por supuesto, el respeto a las leyes, el sometimiento a la Constitución y el dar explicaciones a los ciudadanos de aquellas decisiones que se toman en su nombre. Evidentemente no es de recibo que, amparándose en el hipotético de que la ciudadanía debe ser tratada como menor de edad, a la que se le deben ocultar cosas sistemáticamente y con la  que es conveniente actuar, en determinadas ocasiones, de forma que se prescinda del sistema legal de la nación y sus normas constitucionales, para evitar el desgaste que supondría para el gobierno en cuestión, el que tales gestiones fueran conocidas del pueblo llano, como si, en realidad, se le atribuyese al ejecutivo la facultad de saltarse las leyes en aquellas ocasiones en que juzgase tener derecho a ello.


Por otra parte, la democracia misma supone que deba existir una oposición formada por aquellos partidos que concurrieron a las elecciones para optar al gobierno y para formar parte de las dos cámaras de representación popular: el Congreso de Diputados y el Senado. La misión que tiene asignadas las dos cámaras es la de vigilar la acción gubernamental, legislar y poder expresar su conformidad o rechazo a la acción gubernamental cuando fuere necesario y se observasen anormalidades, incumplimientos, errores o ilegalidades en lo que se considere como responsabilidad del ejecutivo. Es evidente que el señor Pedro Sánchez y su equipo de gobierno no comparten esta parte de la misión de la oposición, cuando deciden que determinados partidos políticos representados en ambas instituciones, deberían apoyar  las políticas gubernamentales, tachando de deslealtad, irresponsabilidad o falta de espíritu democrático  las críticas, descalificaciones, apelaciones o recursos ante los tribunales contra supuestas arbitrariedades cometidas en la acción gubernamental, que no constituyen más que el ejercicio por parte de la oposición de la facultad de control  al  gobierno de la nación. Así de sencillo y así de entendible.


Cuando el partido del gobierno del señor Sánchez, cometiendo una de esas irregularidades tan propias del señor presidente y engañando a sus electores, se desdijo de lo que había prometido, consistente en no pactar nunca con los comunistas de Podemos y, apenas transcurridas 24 horas, ya había llegado a un acuerdo de gobernación junto al señor Pablo Iglesias, líder de los comunistasbolivarianos, abrazos y felicitaciones incluidos; los españoles se tuvieron que tragar que, por primera vez desde la guerra civil, los comunistas volvieran a estar en un gobierno de España. Su especial relación con los separatistas catalanes, su falta absoluta de respeto por la unidad de España,  disposición a negociar lo que fuere con ellos y el ir cediendo, una y otra vez, ante el chantaje ignominioso al que lo vienen sometiendo, simplemente porque no tienen suficientes apoyos para sacar adelante sus leyes, sus impuestos, su gasto público desorbitado, sus intentos de atacar la propiedad privada, su evidente deseo de cambiar la Constitución, su batalla para hacerse con el control de los tribunales de justicia, sus ataques a la Iglesia católica y su rabia incontenida contra la comunidad madrileña, al haberles fallado sus maquinaciones para intentar desbancar al PP de la dirección de dicha mancomunidad madrileña por haberse resistido a dejarse dominar por el socialismo, gracias a la valentía, inteligencia y coraje de la señora Ayuso.


No obstante, no acaba aquí lo que podríamos calificar de intromisión, descaro, inconsecuencia y desvergüenza de este señor que tenemos al frente del ejecutivo, cuando ha tenido la desfachatez de atacar al PP de Castilla y León por haber llegado a un acuerdo de gobierno de la comunidad en el que miembros de VOX van a participar.No parece tener en cuenta que, dentro de su mismo partido, los hay que han llegado a acuerdos con los sucesores de ETA, los señores de Bildu cuando, dentro del partido socialista, fueron muchos los asesinados por los esbirros de la banda terrorista. A esta falta de sensibilidad, a estas flagrantes contradicciones y a la forma con la que el señor Sánchez ha criticado al PP por haberse coaligado con un partido, impropiamente tachado de extrema derecha, que viene respetando escrupulosamente la Constitución, lo que no obsta para que quisiera cambiar algunos de sus artículos, algo perfectamente legítimo si se lleva a cabo desde la legalidad.


Resulta impactante la cara dura que se necesita para criticar a los populares cuando el propio partido socialista, bajo su dirección, no tuvo inconveniente en aliarse con el señor Pablo Iglesias que, desde siempre, se había mostrado contrario a la actual Constitución de 1978, a la que había prometido cambiar si tenía oportunidad de hacerlo. ¿Si son de izquierdas son demócratas, pero si son de derechas son desleales, reprobables y fascistas? Una forma de pensar que nos recuerda al líder socialista, Largo Caballero, un ejemplo de la intransigencia, odio al adversario y totalitarismo de izquierdas de aquellos tiempos de la Guerra Civil española. A todas estas izquierdas que no se conforman con nada deberíamos recordarles que fue precisamente la derecha, los fascistas de la falange, el ejército del general Franco y todos los españoles conservadores los que permitieron el cambio de régimen y la llegada de un personaje como Santiago Carrillo, olvidándose de su pasado como comunista relacionado con situaciones muy comprometidas, como las sacas de las cárceles madrileñas y los subsiguiente asesinatos en masa de gentes católicas, de derechas y algunos socialistas que no compartían aquella rebelión de las masas. Gracias a las renuncias y la buena fe de aquellas personas, en España se pudo instalar la democracia.


Y, hete aquí, a nuestro presidente del gobierno, aleccionando al señor Feijoo, el presunto nuevo presidente del PP, sobre lo que debe hacer o evitar en su nuevo cargo. Naturalmente para Sánchez, si Feijoo es un buen niño, lo que debe hacer es jurarle lealtad, no discutir sus decisiones, portarse bien y apoyar al gobierno sin pararse a averiguar si, lo que le conviene a él les conviene también a los españoles. Muy hábil don Pedro, pero actuando con muy poco disimulo. No soy nadie ni pretendo serlo para aconsejar al gallego que, lo más fácil que puede hacer es, precisamente, todo lo contrario a lo que le indica que haga el líder del PSOE, teniendo la seguridad de que es lo mejor que podrá beneficiar a España y, por supuesto, a su propio partido. El refranero español, en su riqueza popular, tiene un refrán para este tipo de sujetos, que imparten enseñanza a los demás sin comprobar si lo que proponen es lo que ellos harían en el supuesto que argumentan, que dice así: “Consejos vendo que para mí no tengo”.


O así es como, señores, desde la óptica de un español de a pie, tenemos el convencimiento de que España precisa de una mejor información, un rearme propagandístico de la derecha, que significa poner en marcha medios de comunicación, TV, periodismo de calidad, oradores acreditados, expertos capaces de desarmar la propaganda insidiosa de las izquierdas, personajes de las artes, las letras y los escenarios que dejen de estar acomplejados ante estas izquierdas, ramplonas y faltas de ilustración, que se han hecho con cualquier medio capaz de ultrajar, desmerecer y condenar a aquellos que se atrevan a enfrentarse con ellos.


Y una frase de para concluir esta reflexión: “Hay dos tipos de patriotas: el que ama a su país y el que ama al gobierno de su país. Lógicamente los gobiernos consideran más patriotas a estos últimos” Jaume Perich.

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