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...quiero ver al mulo; que las cuestas abajo, yo me las subo

En las cuestas arriba…

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En anteriores ocasiones he comentado este refrán, procedente de la Serranía de Ronda, que podemos aplicar perfectamente con el fin de retratar la situación presente. Mi viejo amigo de Cartajima Juan Martín, albañil jubilado y filósofo sin título, me decía cuando nos teníamos que enfrentar a alguna dificultad: “En las cuestas arriba quiero ver al mulo; que las cuestas abajo, yo me las subo”.

 

A lo largo de los últimos dos años la cosa empezó con el Covid, siguió con la Filomena, continuó con los incendios de Sierra Bermeja, hizo eclosión con el volcán de la Palma y ha rematado con la guerra en Ucrania. Menudo par de añitos.

      

La buena noticia de hoy la baso en la tremenda capacidad de los seres humanos para afrontar las dificultades. Somos de un país acostumbrado a las diversas alternativas que nos han ido martirizando desde le inicio de los tiempos. Invasiones, luchas internas, dictaduras y dictadores, reyes pertenecientes a diversas estirpes con impensables resultados, dirigentes ineptos, golpes de estado y hasta una guerra incivil.

       

Ahora que parecía que estábamos recuperando el pulso, nos ha venido una acumulación de circunstancias que nos van a poner en la cuesta arriba. Me admira nuestra actitud. No se sí acertada o irreflexiva. Esta mañana –una mañana soleada y de una temperatura ideal- he tenido la oportunidad de pasear por una zona muy poblada de la parte más nueva de nuestra querida Málaga.


Miles de familias paseaban por los jardines y las zonas de juegos infantiles. Las terrazas de los bares estaban a tope. Una docena de compradores hacía cola ante una pastelería abierta. Nadie se acordaba del precio de la gasolina, el trigo o la electricidad. Apenas se hablaba de la guerra en el este de Europa. La pervivencia de la pandemia tan solo se observaba por la presencia de mascarillas en alguno de los paseantes.

     

Es una buena noticia la capacidad del ser humano para adaptarse a las circunstancias y aprovechar el mínimo rayo de luz para calentar sus corazones en forma de esperanza de que, algún día, seamos capaces de vivir en paz e implantemos la igualdad y la justicia en este viejo mundo que se resiente de tanto maltrato así como de uso y abuso indebidos. Al final, con esfuerzo, nos subimos las cuestas arriba.

        

Tenemos alguien que nos ayuda desde el silencio y el fondo de nuestro corazón. Alguien que nos acompaña siempre. El amor de Dios.

En las cuestas arriba…

...quiero ver al mulo; que las cuestas abajo, yo me las subo
Manuel Montes Cleries
martes, 15 de marzo de 2022, 10:50 h (CET)

En anteriores ocasiones he comentado este refrán, procedente de la Serranía de Ronda, que podemos aplicar perfectamente con el fin de retratar la situación presente. Mi viejo amigo de Cartajima Juan Martín, albañil jubilado y filósofo sin título, me decía cuando nos teníamos que enfrentar a alguna dificultad: “En las cuestas arriba quiero ver al mulo; que las cuestas abajo, yo me las subo”.

 

A lo largo de los últimos dos años la cosa empezó con el Covid, siguió con la Filomena, continuó con los incendios de Sierra Bermeja, hizo eclosión con el volcán de la Palma y ha rematado con la guerra en Ucrania. Menudo par de añitos.

      

La buena noticia de hoy la baso en la tremenda capacidad de los seres humanos para afrontar las dificultades. Somos de un país acostumbrado a las diversas alternativas que nos han ido martirizando desde le inicio de los tiempos. Invasiones, luchas internas, dictaduras y dictadores, reyes pertenecientes a diversas estirpes con impensables resultados, dirigentes ineptos, golpes de estado y hasta una guerra incivil.

       

Ahora que parecía que estábamos recuperando el pulso, nos ha venido una acumulación de circunstancias que nos van a poner en la cuesta arriba. Me admira nuestra actitud. No se sí acertada o irreflexiva. Esta mañana –una mañana soleada y de una temperatura ideal- he tenido la oportunidad de pasear por una zona muy poblada de la parte más nueva de nuestra querida Málaga.


Miles de familias paseaban por los jardines y las zonas de juegos infantiles. Las terrazas de los bares estaban a tope. Una docena de compradores hacía cola ante una pastelería abierta. Nadie se acordaba del precio de la gasolina, el trigo o la electricidad. Apenas se hablaba de la guerra en el este de Europa. La pervivencia de la pandemia tan solo se observaba por la presencia de mascarillas en alguno de los paseantes.

     

Es una buena noticia la capacidad del ser humano para adaptarse a las circunstancias y aprovechar el mínimo rayo de luz para calentar sus corazones en forma de esperanza de que, algún día, seamos capaces de vivir en paz e implantemos la igualdad y la justicia en este viejo mundo que se resiente de tanto maltrato así como de uso y abuso indebidos. Al final, con esfuerzo, nos subimos las cuestas arriba.

        

Tenemos alguien que nos ayuda desde el silencio y el fondo de nuestro corazón. Alguien que nos acompaña siempre. El amor de Dios.

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