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Tenemos la sensación de que estamos en un mundo carente de los valores más imprescindibles

Calibrando la actualidad se llega al nihilismo absoluto de Nietzsche

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“Una mentira puede recorrer la mitad del mundo antes de que la verdad tenga la oportunidad de ponerse los pantalones”, Winston Churchill.


Sin duda alguna la humanidad ha entrado en una fase que difícilmente puede llevarnos al optimismo respecto a un futuro que se nos anticipa como un conjunto de abracadabrantes situaciones, ninguna de las cuales positivas. Son múltiples las cuestiones que, en la actualidad, están actuando sobre nuestra nación que nos hacen creer que puede llegar, a no tardar, un momento en el que todo lo que habíamos conseguido avanzar en años anteriores se pierda, a causa de la mala gestión de los gobernantes. De un tiempo a esta parte parece que los españoles estamos gafados.Es como si todo lo que nos rodea estuviera encaminado a complicarnos la vida y, lamentablemente, parece que amenaza con ir a peor.


Veamos un simple análisis superficial del momento en el que estamos viviendo: estamos saliendo, a duras penas, de dos años de crisis sanitaria debida al virus maligno Covid19, en sus distintas variantes, sin que estemos en condiciones de afirmar que no se vayan a producir nuevas cepas que vuelvan a situarnos en un estado de alarma; mientras estábamos intentando recuperarnos de la crisis económica que nos trajo la epidemia, han aparecido nuevos factores que han contribuido a paralizar el proceso, como ha sido el caso de la invasión de Ucrania por los rusos, la necesidad de tomar medidas extraordinarias para afrontar una posible guerra, mientras sus consecuencias económicas no han tardado en hacernos ver que, lo que está ocurriendo al norte de Europa, no nos va a salir gratis. Y, por si no fuera suficiente castigo, estamos padeciendo una fuerte sequía que, aparte de amenazar nuestras cosechas, puede influir negativamente en la vida ciudadana si, antes del verano, no llueve con intensidad.


Pero, si respeto a muchas de las anteriores circunstancias, puede decirse que también van a afectar al resto de naciones de la UE; existen, en España, otras causas que podría estimarse que son peculiares, que agravan y nos ponen en una situación de desventaja con respeto a otras naciones de Europa que, pese a que también van a sufrir los efectos de la crisis ucraniana, es evidente que se encuentran en condiciones mejores para aguantar el embate de una ocupación a la fuerza como ocurre en el caso ucraniano. Por ejemplo, nuestra deuda pública esta sobredimensionada y amenaza con estarlo más si, como parece, el actual Gobierno sigue empeñado en ignorar la realidad y sigue obcecado en seguir aumentando el gasto público en ayudas sociales, cuando es evidente que el momento no se presta a ello. Por otra parte, no parece que, como sucede en la mayoría de naciones del resto de Europaen las que los gobiernos respectivos han tomado medidas de reducción de impuestos, para ayudar a los ciudadanos y a las empresas a soportar el impacto de la contienda; en nuestra nación, el afán recaudatorio delGobierno no parece saciarse con nada y ya se nos amenaza con una nueva fiscalidad que aumenta, más si cabe, el peso que ya representa para los españoles la actual, y que ya se ha valuado en unos 400 euros anuales más, de promediopor ciudadano.


Por otra parte, señores, observamos que, con una indiferencia verdaderamente ominosa respecto a la situación internacional y al ambiente bélico en el que estamos involucrados, los empresarios y los sindicatos mayoritarios  están entrando en una discusión, completamente fuera de lugar, sobre unos hipotéticos aumentos salariales, cuando lo que está sucediendo es que todo lo relacionado con los precios y su volatilidad ( la inflación, la carencia de algunos productos, la situación energética, el aumento de los precios de artículos básicos etc.) hacen que, cualquier acuerdo que tomaran ambas partes, quede automáticamente desfasado y fuera de lugar, debido a que la inestabilidad de la inflación puede actuar como factor desequilibrante sobre cualquier convenio que se firme. 


Es evidente que en un momento de crisis internacional, de inseguridad general y de factores diversos, que son capaces de actuar sobre el trabajo, la economía, las vidas de los ciudadanos y su seguridad, es al Gobierno a quien le compete actuar para regular los precios, reducir la carga impositiva para dar liquidez a los españoles, suprimir sus gastos superfluos (no es de recibió, señor Sánchez, que se gasten ustedes 35.000 euros en maquillajes para sus señorías ni que, el Consejo de Ministros,aprobara el mes pasado el Plan de Publicidad y Comunicación Institucional de 2022, dotado con 158,34 millones de euros, un 28,4 por ciento más que el año pasado y más del doble que en 2020, ejercicio en el que comenzó la pandemia) y fijar prioridades. Siguen con su empeño de aumentar el funcionariado y elevar los sueldos de estas personas, así como su contratación, con evidentes intenciones de evitar que el paro siga desbocado, aunque sea a costa de aumentar el número y las nóminas de aquellos ciudadanos que no contribuyen directamente a crear riqueza para la nación.


Y no puedo resistirme a comentar algo relacionado con esta élite de personajes, influencers les llaman, a los que, por diversas circunstancias, se los tiene instalados en un pedestal, debido especialmente a la frecuencia con la que aparecen en los medios de comunicación a los que, vayan ustedes a saber por qué tipo de ciencia infusa, la prensa y las TV, les conceden la presunción de que todo lo que digan, opinen o declaren es de interés para la audiencia, que tiene la debilidad de tomarse en serio las tonterías, inexactitudes y muestras de ignorancia que aquellas “celebridades” se permiten emitir. Podríamos citar a docenas de ellos, pero creo que no hace falta especificar ya que son de todos conocidos este tipo de personajes que se han acostumbrado a vivir del cuento y, por cierto, algunos incluso se hacen millonarios.


Olvidémonos de estos ministros incapaces y faltos de la más elemental preparación que pertenecen a Podemos y, cuya representación femenina, avergonzaría, si es que tuvieran vergüenza, a cualquiera de los miembros del partido que hayan tenido alguna formación universitaria. Sin embargo, en esta ocasión la que ha cometido una metedura de pata sensacional, ha sido otro de los miembros pijos de esta sociedad progre que tenemos; una señora que puede que sea de las más ricas de toda España. Nos referimos a la señora Ana Botín,  la sucesora en la dirección del Banco de Santander y ojito derecho de don Emilio Botín. Nadie le puede negar preparación económica, cultura o experiencia en la profesión bancaria, porque tuvo en su padre un buen maestro. Pero suele ocurrir en las mujeres, estas que no paran de pedir y pedir sin que todavía hayan demostrado estar mejor preparadas que los varones, pero que tienen a su favor la sumisión de muchos miembros serviles del sexo opuesto, que se ven en la obligación de defender su causa, aunque no vemos que se atrevan a criticar sus salidas de tono, sus absurdos feministas y sus pretensiones de que se les den pluses para quedar equiparadas con los hombres.


Pues la señora Botín, seguramente para llamar la atención, cosa que le encanta, con motivo del pasado Día de la Mujer, se permitió hacerse la víctima. Claro que una víctima distinta de cualquier otra mujer que pudiera quejarse de su destino. Se puede decir que fue una “víctima” de altos vuelos, ya que se refirió a cuando empezó a trabajar en el sector financiero, no claro, de oficinista o taquimecanógrafa, no, no, ella con el espaldarazo de su señor padre, “entonces liderado por hombres mayores” algo que seguramente, para ella, era un grave defecto. ¿Acaso su padre era una criatura? Perosiempre hay excepciones ¿no? Pero cuando más nos ha enternecido ha sido cuando se lamentó: “Como muchas otras mujeres, he afrontado prejuicios en mi vida y carrera. Hubo tiempo que me llamaban condescendientemente “niña”, a pesar de que llevaba dos décadas trabajando en la banca”. Cuando escuchamos una serie de vacuidades, pijadas, autobombo o simplezas semejantes, nos cuesta pensar que hayan salido de alguien que presume de experiencia del mundo, de una persona que preside una entidad bancaria como es el banco de Santander.


Naturalmente, con toda razón, los tuiteros han cargado duramente contra ella, recordándole que cualquier comparación de su vida, sus dificultade o sus problemas con los de una mujer trabajadora, aunque tuviera ocasión de recibir su privilegiada educación, resulta poco menos que ofensiva. Lo siento, pero da la sensación de que en ocasiones hay personas, hombres o mujeres, a los que el cargo les viene ancho. Puede que a doña Ana le ocurra algo parecido.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos entra la sensación de que estamos en un mundo carente de los valores más imprescindibles, necesarios, útiles o éticos imprescindibles para que la humanidad pueda coexistir de una manera civilizada. Tenemos que confesar que, en ocasiones nos entran ideas extrañas sobre el destino de la raza humana y llegamos a pensar que el señor Nietzsche y su nihilismo, no anduvo tan desencaminado como algunos parecen creer. Claro, que sólo en ocasiones.


Y, en hablando de Friedrich Nietzsche, dejemos una de sus célebres frases a la consideración del lector: “Los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos.”

Calibrando la actualidad se llega al nihilismo absoluto de Nietzsche

Tenemos la sensación de que estamos en un mundo carente de los valores más imprescindibles
Miguel Massanet
jueves, 10 de marzo de 2022, 08:56 h (CET)

“Una mentira puede recorrer la mitad del mundo antes de que la verdad tenga la oportunidad de ponerse los pantalones”, Winston Churchill.


Sin duda alguna la humanidad ha entrado en una fase que difícilmente puede llevarnos al optimismo respecto a un futuro que se nos anticipa como un conjunto de abracadabrantes situaciones, ninguna de las cuales positivas. Son múltiples las cuestiones que, en la actualidad, están actuando sobre nuestra nación que nos hacen creer que puede llegar, a no tardar, un momento en el que todo lo que habíamos conseguido avanzar en años anteriores se pierda, a causa de la mala gestión de los gobernantes. De un tiempo a esta parte parece que los españoles estamos gafados.Es como si todo lo que nos rodea estuviera encaminado a complicarnos la vida y, lamentablemente, parece que amenaza con ir a peor.


Veamos un simple análisis superficial del momento en el que estamos viviendo: estamos saliendo, a duras penas, de dos años de crisis sanitaria debida al virus maligno Covid19, en sus distintas variantes, sin que estemos en condiciones de afirmar que no se vayan a producir nuevas cepas que vuelvan a situarnos en un estado de alarma; mientras estábamos intentando recuperarnos de la crisis económica que nos trajo la epidemia, han aparecido nuevos factores que han contribuido a paralizar el proceso, como ha sido el caso de la invasión de Ucrania por los rusos, la necesidad de tomar medidas extraordinarias para afrontar una posible guerra, mientras sus consecuencias económicas no han tardado en hacernos ver que, lo que está ocurriendo al norte de Europa, no nos va a salir gratis. Y, por si no fuera suficiente castigo, estamos padeciendo una fuerte sequía que, aparte de amenazar nuestras cosechas, puede influir negativamente en la vida ciudadana si, antes del verano, no llueve con intensidad.


Pero, si respeto a muchas de las anteriores circunstancias, puede decirse que también van a afectar al resto de naciones de la UE; existen, en España, otras causas que podría estimarse que son peculiares, que agravan y nos ponen en una situación de desventaja con respeto a otras naciones de Europa que, pese a que también van a sufrir los efectos de la crisis ucraniana, es evidente que se encuentran en condiciones mejores para aguantar el embate de una ocupación a la fuerza como ocurre en el caso ucraniano. Por ejemplo, nuestra deuda pública esta sobredimensionada y amenaza con estarlo más si, como parece, el actual Gobierno sigue empeñado en ignorar la realidad y sigue obcecado en seguir aumentando el gasto público en ayudas sociales, cuando es evidente que el momento no se presta a ello. Por otra parte, no parece que, como sucede en la mayoría de naciones del resto de Europaen las que los gobiernos respectivos han tomado medidas de reducción de impuestos, para ayudar a los ciudadanos y a las empresas a soportar el impacto de la contienda; en nuestra nación, el afán recaudatorio delGobierno no parece saciarse con nada y ya se nos amenaza con una nueva fiscalidad que aumenta, más si cabe, el peso que ya representa para los españoles la actual, y que ya se ha valuado en unos 400 euros anuales más, de promediopor ciudadano.


Por otra parte, señores, observamos que, con una indiferencia verdaderamente ominosa respecto a la situación internacional y al ambiente bélico en el que estamos involucrados, los empresarios y los sindicatos mayoritarios  están entrando en una discusión, completamente fuera de lugar, sobre unos hipotéticos aumentos salariales, cuando lo que está sucediendo es que todo lo relacionado con los precios y su volatilidad ( la inflación, la carencia de algunos productos, la situación energética, el aumento de los precios de artículos básicos etc.) hacen que, cualquier acuerdo que tomaran ambas partes, quede automáticamente desfasado y fuera de lugar, debido a que la inestabilidad de la inflación puede actuar como factor desequilibrante sobre cualquier convenio que se firme. 


Es evidente que en un momento de crisis internacional, de inseguridad general y de factores diversos, que son capaces de actuar sobre el trabajo, la economía, las vidas de los ciudadanos y su seguridad, es al Gobierno a quien le compete actuar para regular los precios, reducir la carga impositiva para dar liquidez a los españoles, suprimir sus gastos superfluos (no es de recibió, señor Sánchez, que se gasten ustedes 35.000 euros en maquillajes para sus señorías ni que, el Consejo de Ministros,aprobara el mes pasado el Plan de Publicidad y Comunicación Institucional de 2022, dotado con 158,34 millones de euros, un 28,4 por ciento más que el año pasado y más del doble que en 2020, ejercicio en el que comenzó la pandemia) y fijar prioridades. Siguen con su empeño de aumentar el funcionariado y elevar los sueldos de estas personas, así como su contratación, con evidentes intenciones de evitar que el paro siga desbocado, aunque sea a costa de aumentar el número y las nóminas de aquellos ciudadanos que no contribuyen directamente a crear riqueza para la nación.


Y no puedo resistirme a comentar algo relacionado con esta élite de personajes, influencers les llaman, a los que, por diversas circunstancias, se los tiene instalados en un pedestal, debido especialmente a la frecuencia con la que aparecen en los medios de comunicación a los que, vayan ustedes a saber por qué tipo de ciencia infusa, la prensa y las TV, les conceden la presunción de que todo lo que digan, opinen o declaren es de interés para la audiencia, que tiene la debilidad de tomarse en serio las tonterías, inexactitudes y muestras de ignorancia que aquellas “celebridades” se permiten emitir. Podríamos citar a docenas de ellos, pero creo que no hace falta especificar ya que son de todos conocidos este tipo de personajes que se han acostumbrado a vivir del cuento y, por cierto, algunos incluso se hacen millonarios.


Olvidémonos de estos ministros incapaces y faltos de la más elemental preparación que pertenecen a Podemos y, cuya representación femenina, avergonzaría, si es que tuvieran vergüenza, a cualquiera de los miembros del partido que hayan tenido alguna formación universitaria. Sin embargo, en esta ocasión la que ha cometido una metedura de pata sensacional, ha sido otro de los miembros pijos de esta sociedad progre que tenemos; una señora que puede que sea de las más ricas de toda España. Nos referimos a la señora Ana Botín,  la sucesora en la dirección del Banco de Santander y ojito derecho de don Emilio Botín. Nadie le puede negar preparación económica, cultura o experiencia en la profesión bancaria, porque tuvo en su padre un buen maestro. Pero suele ocurrir en las mujeres, estas que no paran de pedir y pedir sin que todavía hayan demostrado estar mejor preparadas que los varones, pero que tienen a su favor la sumisión de muchos miembros serviles del sexo opuesto, que se ven en la obligación de defender su causa, aunque no vemos que se atrevan a criticar sus salidas de tono, sus absurdos feministas y sus pretensiones de que se les den pluses para quedar equiparadas con los hombres.


Pues la señora Botín, seguramente para llamar la atención, cosa que le encanta, con motivo del pasado Día de la Mujer, se permitió hacerse la víctima. Claro que una víctima distinta de cualquier otra mujer que pudiera quejarse de su destino. Se puede decir que fue una “víctima” de altos vuelos, ya que se refirió a cuando empezó a trabajar en el sector financiero, no claro, de oficinista o taquimecanógrafa, no, no, ella con el espaldarazo de su señor padre, “entonces liderado por hombres mayores” algo que seguramente, para ella, era un grave defecto. ¿Acaso su padre era una criatura? Perosiempre hay excepciones ¿no? Pero cuando más nos ha enternecido ha sido cuando se lamentó: “Como muchas otras mujeres, he afrontado prejuicios en mi vida y carrera. Hubo tiempo que me llamaban condescendientemente “niña”, a pesar de que llevaba dos décadas trabajando en la banca”. Cuando escuchamos una serie de vacuidades, pijadas, autobombo o simplezas semejantes, nos cuesta pensar que hayan salido de alguien que presume de experiencia del mundo, de una persona que preside una entidad bancaria como es el banco de Santander.


Naturalmente, con toda razón, los tuiteros han cargado duramente contra ella, recordándole que cualquier comparación de su vida, sus dificultade o sus problemas con los de una mujer trabajadora, aunque tuviera ocasión de recibir su privilegiada educación, resulta poco menos que ofensiva. Lo siento, pero da la sensación de que en ocasiones hay personas, hombres o mujeres, a los que el cargo les viene ancho. Puede que a doña Ana le ocurra algo parecido.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos entra la sensación de que estamos en un mundo carente de los valores más imprescindibles, necesarios, útiles o éticos imprescindibles para que la humanidad pueda coexistir de una manera civilizada. Tenemos que confesar que, en ocasiones nos entran ideas extrañas sobre el destino de la raza humana y llegamos a pensar que el señor Nietzsche y su nihilismo, no anduvo tan desencaminado como algunos parecen creer. Claro, que sólo en ocasiones.


Y, en hablando de Friedrich Nietzsche, dejemos una de sus célebres frases a la consideración del lector: “Los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos.”

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