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No son un simple lugar donde te ponen una cerveza fresquita o un café calentito, son algo más que todo eso

Bares que reparten felicidad

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Durante el confinamiento hubo dos cosas que la gente echó de menos: la primera era la familia y la segunda, sin lugar a dudas, los bares. Bueno, es cierto que, para muchos, los bares ocuparían el primer lugar, pero vamos a suponer que todos amamos a nuestra familia, con sus defectos y sus virtudes, algunos con más defectos que virtudes y otros con más virtudes que defectos, pero mejor corramos un tupido velo ante esa observación.


Los bares no son solo bares, no son un simple lugar donde te ponen una cerveza fresquita o un café calentito, son algo más que todo eso; los bares son amigos a los que no has visto en mucho tiempo, son lugares en los que contaste esa confidencia que solo se podía contar con una cervecita y una buena tapa, los bares son hermosos recuerdos vividos con esa persona que ya no está entre nosotros.


Pero en los bares no hay máquinas que te sirvan la cerveza, porque un bar o cafetería no sería igual sin los camareros, sin esas personas que te conocen y te reciben con una sonrisa, son esos psicólogos que muchas veces saben más de ti que los que te rodean, son los que detectan tu estado de ánimo y te esperan el día de nochebuena porque saben que es tradición.


Sin embargo, no vale cualquier bar, siempre existe “tu bar o cafetería” ese al que siempre vas y en él te sientes como en casa, bueno, mejor que en casa, porque en el bar no tienes que preocuparte por nada, si tienes problemas los sueltas allí o los dejas fuera, el bar es como una dimensión paralela donde todo se olvida y luego se recuerda con cariño.


Yo, en particular, tengo varios bares o cafeterías según donde me encuentre en ese momento. Por ejemplo; cuando estoy en mi piso, durante la semana, hay mañanas de frío, de esas que abres la boca y pareces una chimenea, entonces, la frase de mi marido de “te invito a un cafelillo en el Richard” me suena a gloria, y cuando veo el letrero de la cafetería Siglo XXI veo algo más que una cafetería, veo media hora en la que mi marido y yo hablamos de nuestras cosas, de nuestros hijos, de mis escritos y su trabajo. No tenemos ni que pedir lo que vamos a tomar porque ya lo saben.


Begoña, una mamá del cole de mis nenes con la que tengo muchas cosas en común y con la que comparto mi amor por la cultura inglesa, se encuentra allí también, y si no fuera porque se tiene que ir a trabajar, estaríamos hablando durante horas de cualquier tema.


Luego llega el fin de semana o los días festivos, esos en los que cogemos las maletas y nos subimos a casa de mis padres, entonces mi bar cambia, y, a pesar de vivir en una zona alejada del centro del pueblo, la manzana que hay frente a la casa, se halla rodeada de bares. Pero, como he dicho antes, solo tengo un bar, uno que representa esos pequeños momentos que se hacen grandes en mis recuerdos. Se trata del Nueva California, un lugar para el verano y el invierno, pero no es solo pizzería, bar y cafetería, es el lugar donde nos reunimos mi amiga Soraya y yo cuando necesitamos compartir nuestras preocupaciones, nuestras alegrías, nuestras divertidas anécdotas, el lugar donde dejamos de ser madres y esposas para ser simplemente dos mujeres que se divierten y se compenetran como grandes amigas que somos desde hace tantos años.


También se convierte en el punto de reunión de mi gran amiga Carol y su marido, con los que quedamos en verano para compartir grandes momentos llenos de historias divertidas y muchas risas. Pero si con algo identifico al Nueva California es con esos momentos irremplazables con mi hija, esas charlas en las que dejamos de ser madre e hija para convertirnos en grandes amigas, ese café que nos alegra un día gris o esa cerveza a escondidas llena de confidencias, de historias y de sentimientos llenos de sinceridad, porque no hay mejor sesión de psicología que una buena cerveza con alguien a quien quieres, todo eso, con el plus de unos camareros que ya son como amigos y que te alegran con su simpatía creando un ambiente único que todo lo puede.


Así que… Sí, entiendo que muchos pongan a los bares por delante de la familia, puesto que, en muchas ocasiones, los bares representan a la familia y a los amigos. Por todo ello, gracias a esos que aman su profesión y reparten felicidad en forma de cerveza.

Bares que reparten felicidad

No son un simple lugar donde te ponen una cerveza fresquita o un café calentito, son algo más que todo eso
María Beatriz Muñoz Ruiz
lunes, 13 de diciembre de 2021, 08:35 h (CET)

Durante el confinamiento hubo dos cosas que la gente echó de menos: la primera era la familia y la segunda, sin lugar a dudas, los bares. Bueno, es cierto que, para muchos, los bares ocuparían el primer lugar, pero vamos a suponer que todos amamos a nuestra familia, con sus defectos y sus virtudes, algunos con más defectos que virtudes y otros con más virtudes que defectos, pero mejor corramos un tupido velo ante esa observación.


Los bares no son solo bares, no son un simple lugar donde te ponen una cerveza fresquita o un café calentito, son algo más que todo eso; los bares son amigos a los que no has visto en mucho tiempo, son lugares en los que contaste esa confidencia que solo se podía contar con una cervecita y una buena tapa, los bares son hermosos recuerdos vividos con esa persona que ya no está entre nosotros.


Pero en los bares no hay máquinas que te sirvan la cerveza, porque un bar o cafetería no sería igual sin los camareros, sin esas personas que te conocen y te reciben con una sonrisa, son esos psicólogos que muchas veces saben más de ti que los que te rodean, son los que detectan tu estado de ánimo y te esperan el día de nochebuena porque saben que es tradición.


Sin embargo, no vale cualquier bar, siempre existe “tu bar o cafetería” ese al que siempre vas y en él te sientes como en casa, bueno, mejor que en casa, porque en el bar no tienes que preocuparte por nada, si tienes problemas los sueltas allí o los dejas fuera, el bar es como una dimensión paralela donde todo se olvida y luego se recuerda con cariño.


Yo, en particular, tengo varios bares o cafeterías según donde me encuentre en ese momento. Por ejemplo; cuando estoy en mi piso, durante la semana, hay mañanas de frío, de esas que abres la boca y pareces una chimenea, entonces, la frase de mi marido de “te invito a un cafelillo en el Richard” me suena a gloria, y cuando veo el letrero de la cafetería Siglo XXI veo algo más que una cafetería, veo media hora en la que mi marido y yo hablamos de nuestras cosas, de nuestros hijos, de mis escritos y su trabajo. No tenemos ni que pedir lo que vamos a tomar porque ya lo saben.


Begoña, una mamá del cole de mis nenes con la que tengo muchas cosas en común y con la que comparto mi amor por la cultura inglesa, se encuentra allí también, y si no fuera porque se tiene que ir a trabajar, estaríamos hablando durante horas de cualquier tema.


Luego llega el fin de semana o los días festivos, esos en los que cogemos las maletas y nos subimos a casa de mis padres, entonces mi bar cambia, y, a pesar de vivir en una zona alejada del centro del pueblo, la manzana que hay frente a la casa, se halla rodeada de bares. Pero, como he dicho antes, solo tengo un bar, uno que representa esos pequeños momentos que se hacen grandes en mis recuerdos. Se trata del Nueva California, un lugar para el verano y el invierno, pero no es solo pizzería, bar y cafetería, es el lugar donde nos reunimos mi amiga Soraya y yo cuando necesitamos compartir nuestras preocupaciones, nuestras alegrías, nuestras divertidas anécdotas, el lugar donde dejamos de ser madres y esposas para ser simplemente dos mujeres que se divierten y se compenetran como grandes amigas que somos desde hace tantos años.


También se convierte en el punto de reunión de mi gran amiga Carol y su marido, con los que quedamos en verano para compartir grandes momentos llenos de historias divertidas y muchas risas. Pero si con algo identifico al Nueva California es con esos momentos irremplazables con mi hija, esas charlas en las que dejamos de ser madre e hija para convertirnos en grandes amigas, ese café que nos alegra un día gris o esa cerveza a escondidas llena de confidencias, de historias y de sentimientos llenos de sinceridad, porque no hay mejor sesión de psicología que una buena cerveza con alguien a quien quieres, todo eso, con el plus de unos camareros que ya son como amigos y que te alegran con su simpatía creando un ambiente único que todo lo puede.


Así que… Sí, entiendo que muchos pongan a los bares por delante de la familia, puesto que, en muchas ocasiones, los bares representan a la familia y a los amigos. Por todo ello, gracias a esos que aman su profesión y reparten felicidad en forma de cerveza.

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