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A menudo, el mundo nos dice que para ser felices tenemos que ser ricos, poderosos, siempre jóvenes y tener fama y éxito. Ser santos, en cambio, requiere de esa pobreza espiritual que consiste en vaciarse de uno mismo para dejar espacio a Dios. Quien se cree rico, exitoso y seguro, lo basa todo en sí mismo y se cierra a Dios y a sus hermanos.
Sin embargo, quien es consciente de ser pobre y de no bastarse a sí mismo, permanece abierto a Dios y al prójimo. Las Bienaventuranzas se convierten así en su hoja de ruta, en la profecía de una humanidad nueva, de un modo nuevo de vivir, el de aquel que, con mansedumbre, trabaja incansablemente por la justicia y por la paz, en vez de alimentar, incluso con la connivencia, injusticias y desigualdades.
Considero que el tiempo de Adviento es muy bueno para que nos planteemos vivir según las Bienaventuranzas.
’A porta gayola’. Entre taurinos, forma de recibir al toro cuando sale al ruedo. Wikipedia añade que es el lance en el que el torero espera al toro de rodillas enfrente de la puerta de toriles; antes de que el animal salga, y cuando se produce la embestida, lo burla con una larga cambiada. Espectacular y peligrosa, pues el animal puede salir deslumbrado y arrollar al torero sin ver ni obedecer al capote.
Vivimos en un país cainita que lleva toda la vida con sus habitantes tirándose los trastos a la cabeza. Desde que dimos el vuelco hacia la democracia, ya hace casi setenta años, vivimos en un ambiente político que se preocupa más de resaltar lo que nos separa, que de poner en marcha lo que nos une.
Está visto que nos necesitamos unos a otros. Además, cuidado con la hoguera que actives contra tu análogo, no sea que se extienda el fuego contra ti mismo. Al mismo tiempo, custodia tu codicia, puedes ascender pero también descender hasta arrastrarte. Únicamente quien sabe preservar lo ajeno puede salvaguardar lo propio.
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