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Etiquetas | Nadia Calviño | Yolanda Díaz | Guerra | Ministerios | Conflicto
El conflicto, si es sólo entre ellas, no tiene otro recorrido que el debido a circunstancias personales. Aumenta de nivel si, como es el caso, se implican los ministerios en los que están

Guerra de dos ministras

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Conflicto en el gobierno a costa de la Reforma Laboral del PP. Para definirlo, hay varias fórmulas, cada una de acuerdo con el lugar donde se haga: “Pelotera entre la Nady y la Yoly”, que podría usarse en corralas de barrio para referirse a las vicepresidentas del Gobierno, ministras de Economía (Nadia Calviño), y Trabajo y Economía Social (Yolanda Díaz), que andan a la gresca. “Riña de gatas”, adecuada en ambientes literarios, trasplantado el origen gallego de dos ministras a Madrid y femenizado el título que Eduardo Mendoza usó en su novela ‘Riña de gatos’ (Premio Planeta 2010) para describir lo que ocurría en Madrid antes de la Guerra Civil. Y “Guerra de dos ministras”, sacado de la expresión “hablar de la guerra de dos ministras es algo más complejo”, que usó el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, hace unos días, con un halo ‘neguritarra’ (de Neguri), que sitúa la realidad en un contexto tan especial como el que se puede atisbar desde ese barrio de Guecho, habitado por la flor y nata del poder económico y financiero. 


Hay pelotera y riña de gatas galaicas o madrileñas. Pero importan poco, lo que importa es la guerra de dos ministras: La que ve Garamendi y anuncia con perspectiva y escuela de Neguri, desde su atalaya, trampolín, barranco, o lo que sea, al frente de la CEOE, en torno al lío que enfrenta a grupos del gobierno y personifican dos ministras, a cuenta de la Reforma Laboral PP, susceptible de admisión, derogación, corrección o nuevo nombre.

            

Aparquemos, pues, la pelotera Nady-Yoly, elevada al superior empeño de los que se interesen por esos asuntos. Releguemos, también, su pendencia gatuna con arañazos y bufidos, si los hubiera. Y bajemos a la palestra-palenque que se ve desde la hondonada CEOE: Guerra de dos ministras. Una conflagración, que es de las dos, de lo que representan, y de quien la provoca, encisca y aprovecha.

            

El conflicto entre ministras, si es sólo entre ellas, no tiene otro recorrido que el debido a circunstancias personales. Aumenta de nivel si, como es el caso, se implican los ministerios en los que están, se enredan partidos políticos distintos, y un todo, general, que magnifica el aprieto en el Gobierno del que forman parte, en este caso de coalición PSOE-UP. Ministerio de Economía por un lado, con Calviño; y ministerio de Trabajo y Economía Social por otro, con Díaz. El peso y alcance de ambos ministerios con sus intereses pueden ser compatibles desde una realidad prevista, a priori, desde las bases de un pacto de gobierno. Hasta para el caso de una reforma laboral derogada o no.


Pero el pacto para un Gobierno de coalición, que pudiera orillar el tema, no puede entrar, siquiera, en la perpetua confrontación ideológica que partió en trozos a la izquierda del pasado, y que sigue dividida. Internacionales Segunda, Tercera y Cuarta. El socialismo como fase previa al comunismo. Socialdemocracia primera, re-definida o de Tercera Vía. Podemos, como versión naïf del comunismo. PSOE, adaptación Sánchez con tesis o sin ella. El conflicto, de intereses, que hay, es una realidad para tener en cuenta; el de credos políticos y sociales, si existieran, podrían serlo, pero a estas alturas, con el PSOE-Sánchez y lo que queda de Podemos en la U-P que controla Díaz, tiene poca relevancia. 


Ante la reforma laboral de Rajoy y con los actores sociales, del pasado y presentes, la guerra Calviño-Díaz, no es un conflicto personal. No puede serlo. Tampoco la consecuencia de un pacto mal hecho, diseñado entre ministerios y los que aconsejan sobre el tema para que anden a la greña. Por ello, esto no es cosa de ministerios. Como apuntaba Garamendi, “Hablar de la guerra de dos ministras es algo más complejo”. Más: Un trágala tramposo, para un enredo, hecho a medida, para lucro y beneficio personal determinado. Al margen de todo y sin consideración a nada, ni a nadie.

            

Nos encontramos, pues, ante una situación diseñada en beneficio de quien ostenta el poder, sin parar en barras, barreras, ministras o ministerios. Una conflagración buscada por quien la provoca, encisca y, sobre todo, aprovecha. Desde esta situación, de conflicto y totum revolutum, la pelotera entre ‘la Nady y la Yoly’, versión corrala, es absurda. También lo es la riña de gatas indómitas, e indomadas, en la versión madrileña de las vicepresidencias y los ministerios que tienen a su cargo. Hemos de reparar, por ello, en preguntar y contestar en quien: Provoca la situación (diseñó un pacto de Gobierno a conveniencia propia). La encisca (alimenta las brasas del conflicto y aviva los rescoldos que pueden apagarse). Y la aprovecha (hasta ahora).

            

En consecuencia, puede concluirse que el “algo más complejo” del que desde la atalaya de la CEOE advirtió Antonio Garamendi, al referirse a la guerra de dos ministras es algo que, explicado, es muy simple: Un ardid para enredar con litigios del pasado avivados. Una treta para presentarse como solución única de continuidad, entre enredos separatistas que no se enfrentan ni se arreglan. Y una distracción. Pura distracción, perjudicial y dañina, pero no simple, ni inútil.

Guerra de dos ministras

El conflicto, si es sólo entre ellas, no tiene otro recorrido que el debido a circunstancias personales. Aumenta de nivel si, como es el caso, se implican los ministerios en los que están
José Luis Heras Celemín
miércoles, 3 de noviembre de 2021, 08:12 h (CET)

Conflicto en el gobierno a costa de la Reforma Laboral del PP. Para definirlo, hay varias fórmulas, cada una de acuerdo con el lugar donde se haga: “Pelotera entre la Nady y la Yoly”, que podría usarse en corralas de barrio para referirse a las vicepresidentas del Gobierno, ministras de Economía (Nadia Calviño), y Trabajo y Economía Social (Yolanda Díaz), que andan a la gresca. “Riña de gatas”, adecuada en ambientes literarios, trasplantado el origen gallego de dos ministras a Madrid y femenizado el título que Eduardo Mendoza usó en su novela ‘Riña de gatos’ (Premio Planeta 2010) para describir lo que ocurría en Madrid antes de la Guerra Civil. Y “Guerra de dos ministras”, sacado de la expresión “hablar de la guerra de dos ministras es algo más complejo”, que usó el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, hace unos días, con un halo ‘neguritarra’ (de Neguri), que sitúa la realidad en un contexto tan especial como el que se puede atisbar desde ese barrio de Guecho, habitado por la flor y nata del poder económico y financiero. 


Hay pelotera y riña de gatas galaicas o madrileñas. Pero importan poco, lo que importa es la guerra de dos ministras: La que ve Garamendi y anuncia con perspectiva y escuela de Neguri, desde su atalaya, trampolín, barranco, o lo que sea, al frente de la CEOE, en torno al lío que enfrenta a grupos del gobierno y personifican dos ministras, a cuenta de la Reforma Laboral PP, susceptible de admisión, derogación, corrección o nuevo nombre.

            

Aparquemos, pues, la pelotera Nady-Yoly, elevada al superior empeño de los que se interesen por esos asuntos. Releguemos, también, su pendencia gatuna con arañazos y bufidos, si los hubiera. Y bajemos a la palestra-palenque que se ve desde la hondonada CEOE: Guerra de dos ministras. Una conflagración, que es de las dos, de lo que representan, y de quien la provoca, encisca y aprovecha.

            

El conflicto entre ministras, si es sólo entre ellas, no tiene otro recorrido que el debido a circunstancias personales. Aumenta de nivel si, como es el caso, se implican los ministerios en los que están, se enredan partidos políticos distintos, y un todo, general, que magnifica el aprieto en el Gobierno del que forman parte, en este caso de coalición PSOE-UP. Ministerio de Economía por un lado, con Calviño; y ministerio de Trabajo y Economía Social por otro, con Díaz. El peso y alcance de ambos ministerios con sus intereses pueden ser compatibles desde una realidad prevista, a priori, desde las bases de un pacto de gobierno. Hasta para el caso de una reforma laboral derogada o no.


Pero el pacto para un Gobierno de coalición, que pudiera orillar el tema, no puede entrar, siquiera, en la perpetua confrontación ideológica que partió en trozos a la izquierda del pasado, y que sigue dividida. Internacionales Segunda, Tercera y Cuarta. El socialismo como fase previa al comunismo. Socialdemocracia primera, re-definida o de Tercera Vía. Podemos, como versión naïf del comunismo. PSOE, adaptación Sánchez con tesis o sin ella. El conflicto, de intereses, que hay, es una realidad para tener en cuenta; el de credos políticos y sociales, si existieran, podrían serlo, pero a estas alturas, con el PSOE-Sánchez y lo que queda de Podemos en la U-P que controla Díaz, tiene poca relevancia. 


Ante la reforma laboral de Rajoy y con los actores sociales, del pasado y presentes, la guerra Calviño-Díaz, no es un conflicto personal. No puede serlo. Tampoco la consecuencia de un pacto mal hecho, diseñado entre ministerios y los que aconsejan sobre el tema para que anden a la greña. Por ello, esto no es cosa de ministerios. Como apuntaba Garamendi, “Hablar de la guerra de dos ministras es algo más complejo”. Más: Un trágala tramposo, para un enredo, hecho a medida, para lucro y beneficio personal determinado. Al margen de todo y sin consideración a nada, ni a nadie.

            

Nos encontramos, pues, ante una situación diseñada en beneficio de quien ostenta el poder, sin parar en barras, barreras, ministras o ministerios. Una conflagración buscada por quien la provoca, encisca y, sobre todo, aprovecha. Desde esta situación, de conflicto y totum revolutum, la pelotera entre ‘la Nady y la Yoly’, versión corrala, es absurda. También lo es la riña de gatas indómitas, e indomadas, en la versión madrileña de las vicepresidencias y los ministerios que tienen a su cargo. Hemos de reparar, por ello, en preguntar y contestar en quien: Provoca la situación (diseñó un pacto de Gobierno a conveniencia propia). La encisca (alimenta las brasas del conflicto y aviva los rescoldos que pueden apagarse). Y la aprovecha (hasta ahora).

            

En consecuencia, puede concluirse que el “algo más complejo” del que desde la atalaya de la CEOE advirtió Antonio Garamendi, al referirse a la guerra de dos ministras es algo que, explicado, es muy simple: Un ardid para enredar con litigios del pasado avivados. Una treta para presentarse como solución única de continuidad, entre enredos separatistas que no se enfrentan ni se arreglan. Y una distracción. Pura distracción, perjudicial y dañina, pero no simple, ni inútil.

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