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No fue ni en territorio español ni portugués en donde se fraguó la festividad de los fieles difuntos. Fue en Francia

​Día de los Fieles Difuntos, norma monástica del siglo X

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La tradición marca que el 2 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos, se celebren tres misas. Esta costumbre se contempla tanto en España, como en Portugal, y se extendió a la Iglesia universal gracias a la bula Incruentumaltaris de 1915 del papa Benedicto XV: «En el día de la conmemoración solemne de todos los fieles difuntos, está permitido que los sacerdotes celebren tres Misas en toda la Iglesia». Sin embargo, no fue ni en territorio español ni portugués en donde se fraguó la festividad de los fieles difuntos. Fue en Francia.


San Odilón (961-1049), abad de Cluny, fue el primero en establecer en sus monasterios la conmemoración de todos los fieles difuntos. La fecha elegida fue el día siguiente a la solemnidad del Día de Todos los Santos, el 2 de noviembre, y era de ejecución obligatoria.


La manera de celebrar el día de los difuntos en la comunidad monásticaa finales del siglo X giraba en torno a las limosnas, oraciones y a realizar sacrificios a favor de las almas del purgatorio. Con el tiempo, el día de los fieles difuntos se extendió por la iglesia de Francia y España hasta que se convirtió en una celebración para toda la Iglesia. En el concilio de Oxford de 1222 fue declarada fiesta religiosa de segunda clase, es decir, solamente se permitía la realización de determinados trabajos durante la jornada de los difuntos.


También el concilio de Trento dedicó un capítulo a los difuntos, explicando en la sesión XXII, celebrada el 17 de septiembre de 1562, que el sacrificio de la misa es propiciatorio tanto para los vivos como para los muertos. En consecuencia, a partir del siglo XVI, el día de los fieles difuntos es adoptada para la Iglesia de rito romano.


La cultura popular nos ofrece la justificación de esta festividad religiosa que nos la recuerda La Semana Católica de Salamanca, del 1 de noviembre de 1890: «volviendo un religioso franciscano de Jerusalén, llegó donde estaba un Santo ermitaño, el cual le dijo que allí cerca había grandes llamas de fuego, donde las almas eran atormentadas y que él oía a los demonios quejarse del Abad Odilón y de sus monjes por el cuidado con que las favorecían, y le rogó dijese á Odilón que perseverase en hacer bien por las benditas ánimas. Así lo hizo el religioso y ordenó el Santo Abad que en sus monasterios el 2 de Noviembre se hiciese particular conmemoración de los difuntos, cuya práctica fué después recibida con autoridad apostólica por toda la Iglesia Católica».

​Día de los Fieles Difuntos, norma monástica del siglo X

No fue ni en territorio español ni portugués en donde se fraguó la festividad de los fieles difuntos. Fue en Francia
María del Carmen Portugal Bueno
martes, 26 de octubre de 2021, 11:17 h (CET)

La tradición marca que el 2 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos, se celebren tres misas. Esta costumbre se contempla tanto en España, como en Portugal, y se extendió a la Iglesia universal gracias a la bula Incruentumaltaris de 1915 del papa Benedicto XV: «En el día de la conmemoración solemne de todos los fieles difuntos, está permitido que los sacerdotes celebren tres Misas en toda la Iglesia». Sin embargo, no fue ni en territorio español ni portugués en donde se fraguó la festividad de los fieles difuntos. Fue en Francia.


San Odilón (961-1049), abad de Cluny, fue el primero en establecer en sus monasterios la conmemoración de todos los fieles difuntos. La fecha elegida fue el día siguiente a la solemnidad del Día de Todos los Santos, el 2 de noviembre, y era de ejecución obligatoria.


La manera de celebrar el día de los difuntos en la comunidad monásticaa finales del siglo X giraba en torno a las limosnas, oraciones y a realizar sacrificios a favor de las almas del purgatorio. Con el tiempo, el día de los fieles difuntos se extendió por la iglesia de Francia y España hasta que se convirtió en una celebración para toda la Iglesia. En el concilio de Oxford de 1222 fue declarada fiesta religiosa de segunda clase, es decir, solamente se permitía la realización de determinados trabajos durante la jornada de los difuntos.


También el concilio de Trento dedicó un capítulo a los difuntos, explicando en la sesión XXII, celebrada el 17 de septiembre de 1562, que el sacrificio de la misa es propiciatorio tanto para los vivos como para los muertos. En consecuencia, a partir del siglo XVI, el día de los fieles difuntos es adoptada para la Iglesia de rito romano.


La cultura popular nos ofrece la justificación de esta festividad religiosa que nos la recuerda La Semana Católica de Salamanca, del 1 de noviembre de 1890: «volviendo un religioso franciscano de Jerusalén, llegó donde estaba un Santo ermitaño, el cual le dijo que allí cerca había grandes llamas de fuego, donde las almas eran atormentadas y que él oía a los demonios quejarse del Abad Odilón y de sus monjes por el cuidado con que las favorecían, y le rogó dijese á Odilón que perseverase en hacer bien por las benditas ánimas. Así lo hizo el religioso y ordenó el Santo Abad que en sus monasterios el 2 de Noviembre se hiciese particular conmemoración de los difuntos, cuya práctica fué después recibida con autoridad apostólica por toda la Iglesia Católica».

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