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Etiquetas | La tronera | Puigdemont | BÉLGICA | independentismo | Justicia
Carles Puigdemont está donde siempre acababan los delincuentes españoles buscando protección. Bélgica sigue siendo un paraíso para facinerosos

​Puigdemont, facineroso y forajido

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Han pasado varios años desde que el ‘valiente’ Puigdemont abandonó España metido en un maletero, cual polizonte programado y por temor a que la Justicia le hiciera pagar los platos rotos. Los otros, los presos golpistas hasta hace unos días encarcelados, que de forma ignorante e interesada se autodenominaban como “presos políticos”, no tuvieron las mismas posibilidades y esperaron a ser enchironados por su atentado al Estado y contra la Constitución.


Tras mil y una peripecias de Carles Puigdemont, aprovechamiento descontrolado de dinero público y de funcionarios de la Generalidad a su servicio, ahora resulta que pretende instalarse en Bélgica con toda su familia. Bendita decisión de este ‘mocho’ “botifler”. Puigdemont está donde siempre han acabado los delincuentes españoles buscando protección. Tristemente, Bélgica sigue siendo un paraíso para los facinerosos; con tal de hacer daño a España, lo mismos acogían a etarras que a fugados de todo tipo. Creo que los habitantes de este territorio tienen ojeriza a España desde que los Tercios españoles los hicieron correr con los calzones por las rodillas. Pero eso lo cuento otro día.


Carles Puigdemont ve difícil su vuelta a España. Si regresa será para ingresar en prisión, por eso se lleva a su familia para instalarse en La Casa de la República pagada con dinero del erario público, más dinero desviado ilegalmente de las partidas recibidas del Estado y con lo ingresado en la Caja de Solidaridad catalana, donde cuatro ignorantes y una treintena de empresarios ingresan dinero a fondo perdido, pero convencidos de su ‘heroicidad’. Al menos, Marcela Topor dejará de sangrar a la Diputación, quien le pagaba sueldos desorbitados por sus programas semanales. Lo curioso es que nunca oigo hablar a los golpistas de la deuda que Cataluña tiene contraída con España (“Cataluña nos roba”) y que está muy cerca de los dos mil millones de euros.


Esa imagen de retorno que ha intentado agitar JxCAT (Jx3%) no es más que una baza de partido y un engaño para el voluntarioso que paga a la Caja de Resistencia: se trata de que siga habiendo ingresos para pagar la Casa de la República y la vida de lujos que han llevado y continúan llevando en Bélgica los golpistas fugados.


Supongo que la reunión que tuvieron a primeros de julio los golpistas del JxCAT era para rendir pleitesía a Puigdemont y para contarle cómo habían disfrutado de las cárceles catalanas durante su estancia, orgías incluidas. Aquí, el verbo disfrutar no lo utilizo en sentido figurado ni con segundas intenciones. Han disfrutado, celebrado encuentros, reuniones, salidas ilegales, visitas oscuras, mofas contra el sistema judicial, incluso hasta han acordado la aprobación de los presupuestos generales del Estado de 2021. Pregunten a Pablo Iglesias y a otros lastres que visitaron las penitenciarías donde ellos holgaban.


Ese acto de pleitesía a Puigdemont fue calificado por algunos medios de todo el mundo civilizado como una “Cumbre golpista en Waterloo”. Allí acudieron ufanos los golpistas traidores a España: Rull, Turull, Forn y Sánchez. Y allí esperaban, aplaudiendo con las orejas, el propio Puigdemont, Lluís Puig, Comín y Ponsatí. Y voy más lejos: al grupo se unió otro delincuente y proterrorista, protegido por la Justicia belga… ¿Se acuerdan Valtònyc, aquel aventador de odio, violencia y deseos de muerte al prójimo? Pues también disfruta de la mamandurria catalana y antiespañola. Dios los cría y ellos se juntan.


Tras esa reunión, quedaba pendiente un encuentro entre Oriol Junqueras y Carles Puigdemont. Iba a ser el clímax de la “cumbre golpista” y, aunque parecía improbable, consiguieron que ese encuentro se hiciera realidad en Elna (Francia), a mediados del pasado mes de julio. Dado que ERC y Jx3% llevaban un camino irreconciliable y de tirantez diaria, había que intentar salvar ese escollo y dar a los catalanes independentistas una imagen de concordia, unidad y aspiraciones comunes. Más engaño, más mentiras y más retroceso de la economía catalana, sin contar la enfrentada división social que ya es una lacra casi insalvable.


Cataluña es menos Cataluña desde que el bandolerismo golpista y el terrorismo independentista han instalado la violencia y la represión en la calles y plazas de Tabarnia y Tractoria. Ahora se instalan Puigdemont, señora e hijas en Waterloo, en la provincia de Brabant-Wallon. Antes se fueron a Bélgica innumerables delincuentes españoles a disfrutar del paraíso de protección que casi siempre fue.


En mis años de estudiante, nuestra profesora de Historia Contemporánea nos comentaba que Bélgica representaba en Europa, para toda la delincuencia y el terrorismo antiespañol, lo mismo que la Isla de Tortuga en el siglo XVIII para la piratería: lugar de refugio, disfrute y seguridad. Incluso, allí tampoco faltaban las ramas de pino (ramera) sobre el dintel de la puerta en algunos tugurios de comida, bebida y servicios de féminas. 

​Puigdemont, facineroso y forajido

Carles Puigdemont está donde siempre acababan los delincuentes españoles buscando protección. Bélgica sigue siendo un paraíso para facinerosos
Jesús  Salamanca
miércoles, 11 de agosto de 2021, 14:15 h (CET)

Han pasado varios años desde que el ‘valiente’ Puigdemont abandonó España metido en un maletero, cual polizonte programado y por temor a que la Justicia le hiciera pagar los platos rotos. Los otros, los presos golpistas hasta hace unos días encarcelados, que de forma ignorante e interesada se autodenominaban como “presos políticos”, no tuvieron las mismas posibilidades y esperaron a ser enchironados por su atentado al Estado y contra la Constitución.


Tras mil y una peripecias de Carles Puigdemont, aprovechamiento descontrolado de dinero público y de funcionarios de la Generalidad a su servicio, ahora resulta que pretende instalarse en Bélgica con toda su familia. Bendita decisión de este ‘mocho’ “botifler”. Puigdemont está donde siempre han acabado los delincuentes españoles buscando protección. Tristemente, Bélgica sigue siendo un paraíso para los facinerosos; con tal de hacer daño a España, lo mismos acogían a etarras que a fugados de todo tipo. Creo que los habitantes de este territorio tienen ojeriza a España desde que los Tercios españoles los hicieron correr con los calzones por las rodillas. Pero eso lo cuento otro día.


Carles Puigdemont ve difícil su vuelta a España. Si regresa será para ingresar en prisión, por eso se lleva a su familia para instalarse en La Casa de la República pagada con dinero del erario público, más dinero desviado ilegalmente de las partidas recibidas del Estado y con lo ingresado en la Caja de Solidaridad catalana, donde cuatro ignorantes y una treintena de empresarios ingresan dinero a fondo perdido, pero convencidos de su ‘heroicidad’. Al menos, Marcela Topor dejará de sangrar a la Diputación, quien le pagaba sueldos desorbitados por sus programas semanales. Lo curioso es que nunca oigo hablar a los golpistas de la deuda que Cataluña tiene contraída con España (“Cataluña nos roba”) y que está muy cerca de los dos mil millones de euros.


Esa imagen de retorno que ha intentado agitar JxCAT (Jx3%) no es más que una baza de partido y un engaño para el voluntarioso que paga a la Caja de Resistencia: se trata de que siga habiendo ingresos para pagar la Casa de la República y la vida de lujos que han llevado y continúan llevando en Bélgica los golpistas fugados.


Supongo que la reunión que tuvieron a primeros de julio los golpistas del JxCAT era para rendir pleitesía a Puigdemont y para contarle cómo habían disfrutado de las cárceles catalanas durante su estancia, orgías incluidas. Aquí, el verbo disfrutar no lo utilizo en sentido figurado ni con segundas intenciones. Han disfrutado, celebrado encuentros, reuniones, salidas ilegales, visitas oscuras, mofas contra el sistema judicial, incluso hasta han acordado la aprobación de los presupuestos generales del Estado de 2021. Pregunten a Pablo Iglesias y a otros lastres que visitaron las penitenciarías donde ellos holgaban.


Ese acto de pleitesía a Puigdemont fue calificado por algunos medios de todo el mundo civilizado como una “Cumbre golpista en Waterloo”. Allí acudieron ufanos los golpistas traidores a España: Rull, Turull, Forn y Sánchez. Y allí esperaban, aplaudiendo con las orejas, el propio Puigdemont, Lluís Puig, Comín y Ponsatí. Y voy más lejos: al grupo se unió otro delincuente y proterrorista, protegido por la Justicia belga… ¿Se acuerdan Valtònyc, aquel aventador de odio, violencia y deseos de muerte al prójimo? Pues también disfruta de la mamandurria catalana y antiespañola. Dios los cría y ellos se juntan.


Tras esa reunión, quedaba pendiente un encuentro entre Oriol Junqueras y Carles Puigdemont. Iba a ser el clímax de la “cumbre golpista” y, aunque parecía improbable, consiguieron que ese encuentro se hiciera realidad en Elna (Francia), a mediados del pasado mes de julio. Dado que ERC y Jx3% llevaban un camino irreconciliable y de tirantez diaria, había que intentar salvar ese escollo y dar a los catalanes independentistas una imagen de concordia, unidad y aspiraciones comunes. Más engaño, más mentiras y más retroceso de la economía catalana, sin contar la enfrentada división social que ya es una lacra casi insalvable.


Cataluña es menos Cataluña desde que el bandolerismo golpista y el terrorismo independentista han instalado la violencia y la represión en la calles y plazas de Tabarnia y Tractoria. Ahora se instalan Puigdemont, señora e hijas en Waterloo, en la provincia de Brabant-Wallon. Antes se fueron a Bélgica innumerables delincuentes españoles a disfrutar del paraíso de protección que casi siempre fue.


En mis años de estudiante, nuestra profesora de Historia Contemporánea nos comentaba que Bélgica representaba en Europa, para toda la delincuencia y el terrorismo antiespañol, lo mismo que la Isla de Tortuga en el siglo XVIII para la piratería: lugar de refugio, disfrute y seguridad. Incluso, allí tampoco faltaban las ramas de pino (ramera) sobre el dintel de la puerta en algunos tugurios de comida, bebida y servicios de féminas. 

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