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​Los abuelos “Cebolleta”, los pertenecientes al “segmento de plata”; siempre tenemos algo que contar

Los Romanes

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Sigo con interés la visita pastoral que está celebrando nuestro Obispo por los pueblos perdidos en medio de la Axarquía. Este hecho ha traído a mi memoria las “aventuras apostólicas” en que nos embarcaba el Obispo Buxarrais allá por los años setenta. Nos encargó a un grupo de seglares que recorriéramos algunas de las pedanías de Vélez y su comarca durante la cuaresma para transmitirles el Mensaje. Nos conocía bien y se fiaba de nosotros. A mí particularmente, junto a Pepe García (una bestia de Yahvé) nos tocó recorrer los alrededores de la Viñuela: Los Romanes y Los Marines. También estuvimos en Canillas de Aceituno.



Una noche, con un tiempo lluvioso, me tocó ir solo a Los Romanes. Para llegar al lugar había una estrecha carretera, llena de baches y de curvas, que finalmente me condujo a la pedanía buscada. Me dirigí al bar del pueblo y me recibió un hombre que desconocía me llegada, pero pronto comenzaron a acudir los escaso vecinos a una especie de almacén cercano de cuyo techo colgaba una triste bombilla. Todos ellos venían provistos de “sombrillas” y de sillas de anea. Entonces Los Romanes era mucho más pequeño.


Apenas recuerdo lo que les dije. Sí que rememoro con “amor y temblor” lo que me dijeron. Que hacía mucho tiempo que no había venido “nadie de Málaga” a hablarles. Que se sentían muy lejanos de lo que pasaba fuera de su pequeño mundo. En una palabra, que estaban solos y marginados. Todavía no había llegado la democracia -y los “buscadores de votos”- a llenarles las cabezas de promesas. Yo no quise ser precursor de este método. Les hablé del amor de Dios y el que yo les tenía. Les expliqué que eran únicos e irrepetibles y que no dejaran a sus niños sin una buena educación y enseñanza. Me vine con la pena de no poder profundizar más en aquellas buenas personas cuya experiencia más importante se basaba en la mili o en ir a Vélez al médico  o de compras.


Durante años seguimos realizando esa labor. Posteriormente fuimos enviados a Centroeuropa para acercarnos a los emigrantes españoles. Se trataba del mismo tipo de personas que conocí en Los Romanes. La diferencia es que habían abierto sus perspectivas. Pero seguían anclados en la marginación y la falta de cultura.



Han pasado muchos años. Los medios de comunicación y la cibernética han roto todas las fronteras para el acceso a la cultura, los estudios y el conocimiento. Pero sigue siendo preciso que alguien, por el medio que sea, les siga diciendo a los que lo desconocen que Dios les ama y que todos somos hermanos. Sigue necesario el traspaso boca a boca de las verdades del Evangelio.

Los Romanes

​Los abuelos “Cebolleta”, los pertenecientes al “segmento de plata”; siempre tenemos algo que contar
Manuel Montes Cleries
jueves, 29 de julio de 2021, 08:28 h (CET)

Sigo con interés la visita pastoral que está celebrando nuestro Obispo por los pueblos perdidos en medio de la Axarquía. Este hecho ha traído a mi memoria las “aventuras apostólicas” en que nos embarcaba el Obispo Buxarrais allá por los años setenta. Nos encargó a un grupo de seglares que recorriéramos algunas de las pedanías de Vélez y su comarca durante la cuaresma para transmitirles el Mensaje. Nos conocía bien y se fiaba de nosotros. A mí particularmente, junto a Pepe García (una bestia de Yahvé) nos tocó recorrer los alrededores de la Viñuela: Los Romanes y Los Marines. También estuvimos en Canillas de Aceituno.



Una noche, con un tiempo lluvioso, me tocó ir solo a Los Romanes. Para llegar al lugar había una estrecha carretera, llena de baches y de curvas, que finalmente me condujo a la pedanía buscada. Me dirigí al bar del pueblo y me recibió un hombre que desconocía me llegada, pero pronto comenzaron a acudir los escaso vecinos a una especie de almacén cercano de cuyo techo colgaba una triste bombilla. Todos ellos venían provistos de “sombrillas” y de sillas de anea. Entonces Los Romanes era mucho más pequeño.


Apenas recuerdo lo que les dije. Sí que rememoro con “amor y temblor” lo que me dijeron. Que hacía mucho tiempo que no había venido “nadie de Málaga” a hablarles. Que se sentían muy lejanos de lo que pasaba fuera de su pequeño mundo. En una palabra, que estaban solos y marginados. Todavía no había llegado la democracia -y los “buscadores de votos”- a llenarles las cabezas de promesas. Yo no quise ser precursor de este método. Les hablé del amor de Dios y el que yo les tenía. Les expliqué que eran únicos e irrepetibles y que no dejaran a sus niños sin una buena educación y enseñanza. Me vine con la pena de no poder profundizar más en aquellas buenas personas cuya experiencia más importante se basaba en la mili o en ir a Vélez al médico  o de compras.


Durante años seguimos realizando esa labor. Posteriormente fuimos enviados a Centroeuropa para acercarnos a los emigrantes españoles. Se trataba del mismo tipo de personas que conocí en Los Romanes. La diferencia es que habían abierto sus perspectivas. Pero seguían anclados en la marginación y la falta de cultura.



Han pasado muchos años. Los medios de comunicación y la cibernética han roto todas las fronteras para el acceso a la cultura, los estudios y el conocimiento. Pero sigue siendo preciso que alguien, por el medio que sea, les siga diciendo a los que lo desconocen que Dios les ama y que todos somos hermanos. Sigue necesario el traspaso boca a boca de las verdades del Evangelio.

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