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​La toxicidad de los engaños nos exige ser enérgicos contra el camuflaje

Retórica de camuflaje

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Existe una distancia significativa entre la gestación de un procedimiento, su resultado y las maneras de verlo realizado. Es patente en la obra de un artista, en referencia al discurso mental del autor y la calibración por parte de los espectadores. También en los condicionantes previos de un infarto y el trazado electrocardiográfico. Los hechos surgen de unos PROCESOS no siempre tomados en consideración. Por la prisa, por ignorancia, por dejadez o por motivos interesados; suelen silenciarse aspectos importantes de la realidad. El grado de atención prestada se traducirá en la presencia real de las personas implicadas en las actividades de todo género, con las responsabilidades subsiguientes.


Como es de suponer, al hilo de las tareas emprendidas se añaden circunstancias influyentes, en lo privado y en lo público, los matices se reúnen afanosos; adquieren además una evidente autonomía con su propia lógica. Las PROPORCIONES de cada factor resultan decisivas para el efecto logrado. Ese amplio panorama dificulta la comprensión, nos expone a las versiones parciales y sobre todo muestra la evidente dificultad generalizadora. Junto a las proporciones, es de notar la escala de las actuaciones, con repercusiones individuales, locales, grupales o sobre amplias áreas comunitarias. Al adoptar criterios simplificadores no se anulan los numerosos elementos subyacentes, encubrimos porciones de la realidad.


El cultivo de la disciplina para conseguir la suficiente claridad del conocimiento se enfrenta a numerosos cantamañanas y charlatanes perfectamente organizados en busca de sus intereses sectarios. La dispersión de razonamientos y veleidades favorece las manipulaciones partidistas; encontrándose en el otro lado con masas de individuos sin capacidad para las respuestas, por ingenuos, incautos o por simple incapacidad. Conservar la mente despierta, con una inteligencia clara y libre, no resultará fácil en medio de los dislates apuntados. Necesitamos de un ESCEPTICISMO crítico permanente, para mantener un bagaje sustancioso frente al asedio de las truculentas manipulaciones.


El mal uso de las cifras contribuye en gran parte de las ocasiones al disimulo de los comportamientos, al engaño descarado; haciendo ver cosas que no son. Esos números empleados de manera defectuosa, o directamente capciosa, se sirven del TUFILLO cientifista para aparentar fundamentos. Esa ligereza la observamos en el empleo números y tasas, confunden si la gravedad de la pandemia es mayor en Bélgica, Suecia o EEUU, porque tienen o no en cuenta la población total. Las estadísticas, encuestas, chirrían al ser mal empleadas. La probabilidades no son probatorias y las correlaciones al coincidir dos presencias no representan una causa-efecto comprobada, aunque pudiera parecerlo.


Hay actuaciones que hablan por sí solas, el ministerio de asuntos extraterrestres en la sufrida Nicaragua es muy elocuente. En más ocasiones de las deseadas nos vemos impelidos a filtrar las manifestaciones que denomino ESQUIZOIDES, de quienes contemplan únicamente una mitad de la realidad, pese a su reiteración no esconden su grave defecto. Está bien la crítica fundada sobre ciertos países (Europa, EEUU), pero no tanto cuando se da por bueno el ocultamiento de los que sucede en otros (China, Rusia). Así mismo, las criticas al capitalismo destapan evidencias, pero no suponen de por sí bendiciones de otros ismos lamentables con experiencias trágicas de todos conocidas.


Hay dos maneras de razonar, deductivas e inductivas; partiendo de las observaciones o tratando de introducirse en los pormenores de cada evento o entidad. En ambas resulta primordial la orientación dada a dicha labor por los sujetos protagonistas. Porque en esas estamos, según la dirección de esas inquietudes, los objetivos logrados pueden llegar a ser diametralmente opuestos. Hartos de maquinaciones perversas, hemos de espabilarnos en el desvelamiento de la DISPOSICIÓN del ánimo de quienes intervienen alrededor. Su grado de franqueza  u orientación se aprecian con cierta facilidad, otra cuestión será si las tenemos en cuenta para reaccionar a tiempo con criterios propios.


Las explicaciones bien elaboradas serán de este mundo, pero no se corresponden con esta época. Primero, porque exigen esfuerzo indagador dificultado por el ajetreo actual; en segundo lugar, el entendimiento con los demás no es una prioridad del momento. La inmediatez se forja con datos aislados, cuya duración sea breve para olvidarnos enseguida. De ahí el éxito de los fogonazos llamativos en forma de datos e imágenes SALTARINES, sin mayor pretensión que la de ocupar un reducido espacio temporal. La interminable sucesión de novedades ocupa toda la atención de los individuos, sobre todo de quienes adolecen de una indolencia rutinaria o están agotados por el trajín cotidiano.


Con las aportaciones supuestamente surgidas desde el interior de cada persona sucede otro tanto, apenas queda sitio para el engarce de percepciones o ideas; por el contrario, el agobio apunta a decisiones precipitadas. Ni su elaboración ni su confrontación pausada encuentran acomodo. Se echa mano de la mercancía impulsiva, con frecuencia adherida a determinados conceptos e incluso objetos que actuarán como FETICHES fijos. Verdaderos automatismos reductores de los pensamientos de mayor calado, sin entrar en profundidades. Al final, confluyen diversos elementos como un fuego de artificio, en todo caso aparatoso, pero de escasa consistencia vital.


Se trabaja con diálogos superficiales, cuando llegan a establecerse; basados en la instantánea de las últimas sensaciones, con una especie de terror a sus ramificaciones prolongadas. Los fundamentos parecen invisibles o pasan a considerarse indetectables por unos decretos caprichosos. El método hace pensar en la frontera de la imbecilidad, pero tampoco entramos en su valoración. Esa simplificación de la fibra de los asuntos no sugestiona, cada día vemos como se agranda la retórica del TRASPLANTE. ¿Cuál? El de las propias ideas, sencillas por definición, a la mollera de los demás; si puede ser, aderezadas con unas gotas provenientes de los empoderados de turno.


Ahora que se habla tanto de burbujas, aunque no sea por darle gusto a la tendencia, entre todos hemos elevado a rangos de enorme concurrencia la burbuja de las presentaciones fulgurantes, sean cuales sean, sin importar sus contenidos. Impresiona como TOXICIDAD ambiental sin precedentes. Saturados de estímulos, paradójicamente, nos encontramos en un desierto sin hallazgos consistentes, entre soledades concurridas. Queda postergada la búsqueda de rumbos gratificantes.


Tan es así, que del camuflaje tampoco sabemos qué decir, no vayamos a manifestar la curiosa AUTENTICIDAD, cuando pensemos en esos disimulos. Visto el empeño desatado hacia esos talantes equívocos, quizá se ponga de manifiesto el verdadero jugo de que no hay nada mejor por dentro.

Retórica de camuflaje

​La toxicidad de los engaños nos exige ser enérgicos contra el camuflaje
Rafael Pérez Ortolá
jueves, 29 de abril de 2021, 15:37 h (CET)

Existe una distancia significativa entre la gestación de un procedimiento, su resultado y las maneras de verlo realizado. Es patente en la obra de un artista, en referencia al discurso mental del autor y la calibración por parte de los espectadores. También en los condicionantes previos de un infarto y el trazado electrocardiográfico. Los hechos surgen de unos PROCESOS no siempre tomados en consideración. Por la prisa, por ignorancia, por dejadez o por motivos interesados; suelen silenciarse aspectos importantes de la realidad. El grado de atención prestada se traducirá en la presencia real de las personas implicadas en las actividades de todo género, con las responsabilidades subsiguientes.


Como es de suponer, al hilo de las tareas emprendidas se añaden circunstancias influyentes, en lo privado y en lo público, los matices se reúnen afanosos; adquieren además una evidente autonomía con su propia lógica. Las PROPORCIONES de cada factor resultan decisivas para el efecto logrado. Ese amplio panorama dificulta la comprensión, nos expone a las versiones parciales y sobre todo muestra la evidente dificultad generalizadora. Junto a las proporciones, es de notar la escala de las actuaciones, con repercusiones individuales, locales, grupales o sobre amplias áreas comunitarias. Al adoptar criterios simplificadores no se anulan los numerosos elementos subyacentes, encubrimos porciones de la realidad.


El cultivo de la disciplina para conseguir la suficiente claridad del conocimiento se enfrenta a numerosos cantamañanas y charlatanes perfectamente organizados en busca de sus intereses sectarios. La dispersión de razonamientos y veleidades favorece las manipulaciones partidistas; encontrándose en el otro lado con masas de individuos sin capacidad para las respuestas, por ingenuos, incautos o por simple incapacidad. Conservar la mente despierta, con una inteligencia clara y libre, no resultará fácil en medio de los dislates apuntados. Necesitamos de un ESCEPTICISMO crítico permanente, para mantener un bagaje sustancioso frente al asedio de las truculentas manipulaciones.


El mal uso de las cifras contribuye en gran parte de las ocasiones al disimulo de los comportamientos, al engaño descarado; haciendo ver cosas que no son. Esos números empleados de manera defectuosa, o directamente capciosa, se sirven del TUFILLO cientifista para aparentar fundamentos. Esa ligereza la observamos en el empleo números y tasas, confunden si la gravedad de la pandemia es mayor en Bélgica, Suecia o EEUU, porque tienen o no en cuenta la población total. Las estadísticas, encuestas, chirrían al ser mal empleadas. La probabilidades no son probatorias y las correlaciones al coincidir dos presencias no representan una causa-efecto comprobada, aunque pudiera parecerlo.


Hay actuaciones que hablan por sí solas, el ministerio de asuntos extraterrestres en la sufrida Nicaragua es muy elocuente. En más ocasiones de las deseadas nos vemos impelidos a filtrar las manifestaciones que denomino ESQUIZOIDES, de quienes contemplan únicamente una mitad de la realidad, pese a su reiteración no esconden su grave defecto. Está bien la crítica fundada sobre ciertos países (Europa, EEUU), pero no tanto cuando se da por bueno el ocultamiento de los que sucede en otros (China, Rusia). Así mismo, las criticas al capitalismo destapan evidencias, pero no suponen de por sí bendiciones de otros ismos lamentables con experiencias trágicas de todos conocidas.


Hay dos maneras de razonar, deductivas e inductivas; partiendo de las observaciones o tratando de introducirse en los pormenores de cada evento o entidad. En ambas resulta primordial la orientación dada a dicha labor por los sujetos protagonistas. Porque en esas estamos, según la dirección de esas inquietudes, los objetivos logrados pueden llegar a ser diametralmente opuestos. Hartos de maquinaciones perversas, hemos de espabilarnos en el desvelamiento de la DISPOSICIÓN del ánimo de quienes intervienen alrededor. Su grado de franqueza  u orientación se aprecian con cierta facilidad, otra cuestión será si las tenemos en cuenta para reaccionar a tiempo con criterios propios.


Las explicaciones bien elaboradas serán de este mundo, pero no se corresponden con esta época. Primero, porque exigen esfuerzo indagador dificultado por el ajetreo actual; en segundo lugar, el entendimiento con los demás no es una prioridad del momento. La inmediatez se forja con datos aislados, cuya duración sea breve para olvidarnos enseguida. De ahí el éxito de los fogonazos llamativos en forma de datos e imágenes SALTARINES, sin mayor pretensión que la de ocupar un reducido espacio temporal. La interminable sucesión de novedades ocupa toda la atención de los individuos, sobre todo de quienes adolecen de una indolencia rutinaria o están agotados por el trajín cotidiano.


Con las aportaciones supuestamente surgidas desde el interior de cada persona sucede otro tanto, apenas queda sitio para el engarce de percepciones o ideas; por el contrario, el agobio apunta a decisiones precipitadas. Ni su elaboración ni su confrontación pausada encuentran acomodo. Se echa mano de la mercancía impulsiva, con frecuencia adherida a determinados conceptos e incluso objetos que actuarán como FETICHES fijos. Verdaderos automatismos reductores de los pensamientos de mayor calado, sin entrar en profundidades. Al final, confluyen diversos elementos como un fuego de artificio, en todo caso aparatoso, pero de escasa consistencia vital.


Se trabaja con diálogos superficiales, cuando llegan a establecerse; basados en la instantánea de las últimas sensaciones, con una especie de terror a sus ramificaciones prolongadas. Los fundamentos parecen invisibles o pasan a considerarse indetectables por unos decretos caprichosos. El método hace pensar en la frontera de la imbecilidad, pero tampoco entramos en su valoración. Esa simplificación de la fibra de los asuntos no sugestiona, cada día vemos como se agranda la retórica del TRASPLANTE. ¿Cuál? El de las propias ideas, sencillas por definición, a la mollera de los demás; si puede ser, aderezadas con unas gotas provenientes de los empoderados de turno.


Ahora que se habla tanto de burbujas, aunque no sea por darle gusto a la tendencia, entre todos hemos elevado a rangos de enorme concurrencia la burbuja de las presentaciones fulgurantes, sean cuales sean, sin importar sus contenidos. Impresiona como TOXICIDAD ambiental sin precedentes. Saturados de estímulos, paradójicamente, nos encontramos en un desierto sin hallazgos consistentes, entre soledades concurridas. Queda postergada la búsqueda de rumbos gratificantes.


Tan es así, que del camuflaje tampoco sabemos qué decir, no vayamos a manifestar la curiosa AUTENTICIDAD, cuando pensemos en esos disimulos. Visto el empeño desatado hacia esos talantes equívocos, quizá se ponga de manifiesto el verdadero jugo de que no hay nada mejor por dentro.

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