Hace unos días publiqué en este Diario el artículo 'Málaga resiste: el turismo y la especulación borran su historia'. Sin embargo, conviene ampliar la información para ofrecer una visión más ajustada a la realidad.
Málaga no es un descubrimiento reciente ni una moda pasajera. Su identidad se ha forjado gracias a pueblos y civilizaciones que llegaron a estas tierras a lo largo de su historia, dispuestos a explotar sus riquezas y a disfrutar de su clima: fenicios, griegos, romanos, musulmanes… En este contexto, resulta irónico que algún dirigente o comunicador sudamericano pida a España devolver y pagar por todo lo que los conquistadores se llevaron durante la colonización. Málaga no pretende pedir cuentas a nadie, porque si bien es consciente de lo mucho que las distintas civilizaciones se llevaron, también reconoce y agradece lo mucho que aportaron.
Desde el siglo XVIII, Málaga atrajo con especial interés a personas de otras regiones de España y del extranjero. Muchas se asentaron en la ciudad con sus familias, no solo por verla como una tierra de oportunidades, sino también por el carácter alegre, amable y hospitalario de sus habitantes. No vinieron como turistas, sino dispuestos a prosperar e integrarse como ciudadanos. Se dedicaron al comercio y a la industria, y con su trabajo, respeto y visión, ayudaron a construir una Málaga moderna y atractiva. Con ellos, la ciudad vivió un apogeo económico gracias al negocio del vino, la industria textil y la actividad de su puerto. Estos nuevos moradores se establecieron en algunos de los barrios más populares, fundaron empresas, levantaron edificios, aportaron conocimientos técnicos, redes comerciales y una mentalidad abierta que impulsó la vida social y cultural de Málaga. Los apellidos más frecuentes en Málaga son: González, García, Sánchez, Fernández, López, Martín, Rodríguez, Pérez o Jiménez; como se ve, todos con mucho acento. Pero existen otros, no tan comunes, considerados tan malagueños como La Farola. Muchos de ellos tienen origen británico, alemán, francés o norteamericano, lo que ha contribuido a esa imagen cosmopolita de la ciudad malagueña.
En el siglo XIX se formó en Málaga una importante Escuela de pintura. Se cuenta que, en un examen, se le preguntó al joven Enrique Jaraba por pintores extranjeros que hubiesen influido en esa época. Al no saber la respuesta, comenzó a enumerar nombres ante los miembros del tribunal, entre los que se encontraban José Moreno Carbonero y José Nogales. Este último intentó contener la risa al darse cuenta de que los nombres mencionados eran, en realidad, apellidos de conocidas familias malagueñas de origen extranjero: Gross, Scholtz, Rein, Kustner, Galvey, Werner... También tuvieron un gran peso otros apellidos de personas procedentes de otras regiones españolas: Larios, Uncibay, Arriola, Canivell, Mitjana, Heredia, etc. Apellidos que igualmente contribuyeron en la transformación y engrandecimiento de la ciudad. Rubén Darío escribió con ironía sobre el apellido Larios, que llegó a la ciudad desde La Rioja en el siglo XIX: “Larios y boquerones […] Málaga es la ciudad de los Larios…” Uncibay, nombre de una céntrica plaza, es un apellido de hidalga familia asentada en estas tierras en tiempos de la Reconquista. Arriola es un apellido de origen vasco que se instaló en Málaga en el siglo XVI, siendo algunos de sus descendientes escribano, regidor o militar. Canivell es un apellido catalán relacionado con el histórico y popular complemento alimenticio malagueño: Ceregumil. También Mitjana parece tener su origen en la Cataluña del siglo XI; un apellido representado en la ciudad en personajes como Rafael Mitjana y Gordón, diplomático y musicólogo del siglo XIX, o Rafael Mitjana Ardisson, arquitecto municipal cuyo apellido materno tiene origen francoalemán.
Heredia es otro destacado apellido malagueño. Manuel Agustín Heredia, paisano y amigo del Marqués de Larios, fue un notorio empresario, comerciante e industrial. Al parecer, para poner en funcionamiento su fábrica de La Constancia, tuvo que contratar a muchos malagueños, entre ellos numerosos gitanos a los que envió a Inglaterra para que aprendieran las técnicas y el manejo de la maquinaria, pero como muchos no tenían documentación, el empresario se la facilitó, dándoles su propio apellido; de ahí que éste sea muy común entre esta etnia. También fueron muchos los gitanos que trabajaron en su fundición El Martinete, un nombre que dio origen a ese palo del cante flamenco llamado “martinete”, que recuerda los golpes del martillo dados en la fragua. Muchos de los extranjeros que se asentaron en Málaga dejaron un importante legado: sociedades, escuelas, instituciones benéficas… Se adaptaron a la ciudad, aprendieron el idioma, respetaron las costumbres y participaron activamente en su vida política y social. Además, dieron su apellido a las siguientes generaciones, haciendo que sus descendientes se sientan orgullosos de llevarlo y de haber nacido en Málaga. Algunos apellidos de origen alemán son: Grund, Krauel, Gross o Lehmberg. Federico Ground (cónsul de Prusia) y su esposa Trinidad Cerero se afincaron en Málaga tras la revolución de 1836 y fueron los padres de Trinidad Grund, una malagueña que dedicó su vida y su fortuna a las obras de caridad. Carlos J. Krauel Petersen llegó en el siglo XVIII; su historia y la de sus descendientes siempre han estado unidas al comercio del vino.
Hace tres siglos se estableció en Málaga Jorge Gross Heythe, que se casó con la malagueña Mª del Carmen Lund; uno de sus descendientes fue Eugenio Gross (nombre de una importante calle), piloto de aviación que falleció en 1936. El compositor Emilio Lehmberg Ruiz, nacido en Málaga en 1905, es hijo de Otto Lehmberg Tielecke, marinero alemán que sobrevivió al naufragio del barco Gneisenau en la bahía de Málaga en 1900 y se quedó a vivir en la ciudad. Ilustres apellidos malagueños de origen británico son: Crooke, Livermore, Strachan, Bryan… Enrique Crooke, marqués del Genal, se unió a los marqueses de Larios para comprar las Bodegas de Jiménez y Lamothe. Amalia Heredia y Livermore, fue una importante mecenas y promotora de las artes y la cultura. Strachan es el apellido de una saga de arquitectos malagueños, como Eduardo, quien proyectó la calle Larios, inaugurada en 1891.
Tanto en su forma simple como compuesta, Bryan es un apellido muy malagueño, como lo demuestra el caso del escritor y poeta Alfonso Canales Pérez-Bryan. Parece que el apellido Welling se simplificó en estas tierras, dando como resultado el apellido Huelin y el popular barrio del mismo nombre. Y es que los malagueños son muy dados a castellanizar y dar un nombre propio a palabras llegadas de otros idiomas. Así, por ejemplo, “guarrito”, que es la denominación local del taladro eléctrico, deriva de la marca Warrington. Y “emporlar”, poner un suelo de cemento, procede de la fábrica malagueña de cemento Portland. Apellidos irlandeses como Galwey, que da nombre a una típica venta de los Montes de Málaga, parece tener su origen en Eduardo Galwey Molina, nieto del irlandés Sir John Galway, que llegó a Málaga en el siglo XVIII. También Mandly es un apellido muy conocido en la ciudad, con médicos, empresarios o artistas, que lo llevan actualmente. Loring es un apellido que tiene su origen en EEUU. Hijo de George James Loring (comerciante que se estableció en Málaga), Jorge Enrique Loring y Oyarzábal fue un ingeniero, empresario y político malagueño del siglo XIX, I marqués de Casa Loring, con importantes negocios en los sectores de la siderurgia, la minería y los ferrocarriles. De origen Italiano son: Picasso, Prolongo, Parodi, Mapelli, Caffarena o Raggio. Poco que descubrir sobre el pintor universal Pablo Ruiz Picasso, salvo que su origen parece estar en Tomaso Picasso, un comerciante y navegante que llegó a la ciudad en el siglo XVIII. El “salchichón Málaga” de la marca Prolongo tiene sus raíces en una familia que se estableció en la ciudad a principios del siglo XIX, trayendo consigo una receta genovesa. Juan Ghiara Parodi fundó una de mejores joyerías malagueñas. Enrique Mapelli, descendiente de la primera generación, es el autor del interesante libro Papeles de gastronomía malagueña. El primer Caffarena llegó a Málaga por un asunto relacionado con la catedral; siglos después, Ángel Caffarena Such, fue un importante librero y editor del siglo XX. El apellido Raggio estuvo representado en el singular establecimiento de la calle Larios: Almacenes Gómez Raggio, que cerraron en 1981. De Francia llegaron: Temboury, Souvirón, Thuilleur, Taillefer, Rein, Barrère, Arribere… Juan Tembury, académico e investigador, fue el impulsor de la reconstrucción de la Alcazaba. El escritor malagueño José María Souvirón Huelín estuvo muy unido a los poetas de la generación del 27. Emilio Thuillier, importante actor de teatro (siglos XIXXX), nació en Málaga y era hijo de padre francés. Augusto Taillefer Panyagua, inició a comienzos del siglo XX una de las sagas empresariales que más puestos de trabajo creó en Andalucía. Carlos Rein fue ingeniero agrónomo, abogado y político que ocupó numerosos cargos de gran trascendencia, como el de ministro de Agricultura. El apellido Barrère derivó en Barrera, como el comercio Curtidos Barrera, con más de 70 años de historia. Los primeros franceses llegados a la ciudad con el apellido Arribere lo hicieron para trabajar en el ramo de la ferretería; algunos de sus descendientes, hasta hace pocos años, regentaban la ferretería El Llavín en una céntrica calle.
Un apellido emblemático de Málaga es Hafner, de origen suizo. Ernesto Hafner Koech llegó a la ciudad a comienzos del siglo pasado para aprender el idioma, pero le gustó tanto que decidió quedarse a vivir. Se casó con Carmen Robles y dejó una amplia descendencia. Estuvo vinculado al mundo del vino y al comercio internacional. Cuando era niño, llamábamos cariñosamente a don Ernesto “Papá Queso”. Mi tía, Purificación Soto Salido, trabajaba para ellos como enfermera cuando eran mayores y residía con ellos en el magnífico Hotel Miramar, donde pasaban largas temporadas.
Estos son solo algunos ejemplos de los muchos apellidos extranjeros que forman parte de la historia de Málaga. Durante siglos, personas llegadas de otros rincones del mundo se enamoraron de esta tierra, se integraron con respeto y contribuyeron a construir la ciudad con compromiso y arraigo. Y dejaron una huella imborrable. Hoy, más que nunca, necesitamos ese mismo espíritu en quienes nos visitan, para que Málaga siga siendo un lugar de acogida con alma. Porque no es el origen lo que define a una persona, sino su actitud ante lo que encuentra.
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