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Nos encontramos ante una confusión mental que no sabemos ni lo que somos, ni en lo que creemos

Galimatías

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Cuando se inició la etapa democrática, los españoles nos planteábamos cuales eran nuestros ideales y nuestra tendencia política. Los mayores lo tenían muy claro, la mayoría se declaraban apolíticos, dada su experiencia de un montón de años recuperándose de una guerra incivil. Les había costado mucho la confrontación. Los jóvenes nos aprestamos a poner en marcha nuestra ideología y a acercarnos a las urnas con las ideas bastante claras.

En los primeros comicios se pudo observar que la gran mayoría de los españoles era de centro. Un espacio que querían ocupar muchos partidos. Entonces surgió la Unión de Centro Democrático (un batiburrillo de partidos de todo tipo, el centro izquierda (PSOE) y el centro derecha (A.P.). Los extremos los ocupaban los partidos radicales de derechas o de izquierdas así como los nacionalistas o regionalistas. En fin, el ciento y la madre. A lo largo de los años las posiciones se han ido aclarando.

Así nos hemos llevado medio bien un montón de tiempo. Pero las ideologías se han ido radicalizando y los partidos se han convertido en reinos de taifas totalmente exclusivos. Esto no ha impedido que sus próceres hayan procedido, desvergonzadamente, a cambiarse las chaquetas cuando han visto las orejas del lobo y a decir digo cuando cinco minutos antes habían dicho diego.

Los españoles no somos tontos y nos hemos hartado de tanto chalaneo y tan poca vergüenza. El colmo de los despropósitos lo estamos viviendo a lo largo de esta legislatura. Se ve a nuestros dirigentes políticos realizando un esfuerzo extraordinario por mantener el sillón y haciendo pactos con el diablo, si es necesario, con tal de seguir en la pomada.

Todo esto en medio de una gravísima situación sanitaria y económica que nos depara los peores datos desde hace muchísimos años. Siguen debatiendo si son galgos o podencos mientras día a día recogemos noticias de situaciones económicas críticas y fallecimientos de miles de compatriotas.

¿No les da vergüenza? ¿No se plantean salir de esta situación aunando esfuerzos? Ellos no. Mientras sigan gozando del poder y de la paga se sienten realizados. No son fieles a los ideales ni a su filosofía. El otro todo lo hace mal y los nuestros bien. No se dan cuenta del ridículo. Se agarran a la supervivencia. Los espectáculos de esta semana son para estudiar en las facultades de ciencias políticas. Nos da vergüenza escuchar sus discursos y sus justificaciones.

Consecuencias: estamos hartos, no tenemos confianza en ninguno de ellos ni en las ideas que nos transmiten. Nunca he tenido muy claras mis tendencias políticas. Todos tenemos la cartera en la derecha y el corazón en la izquierda. Pero lo equilibramos en el cerebro. Quizás somos más solidarios de mayores (con menos parafernalia), que cuando nos comportábamos de forma rebelde en nuestra juventud. Jamás he tenido un carnet de partido. Ni lo voy a tener. Lo que está claro es que voy a confiar en los gestores. No en los ideólogos y agitadores de masas. Es decir, voy a seguir siendo de todos y de nadie. Es mi sino. Así que volveré a quitar la televisión o la radio cuando les escuche. Prefiero ver el Pasapalabra o una película de Berlanga antes de meterme en este galimatías.

Galimatías

Nos encontramos ante una confusión mental que no sabemos ni lo que somos, ni en lo que creemos
Manuel Montes Cleries
jueves, 18 de marzo de 2021, 11:05 h (CET)

Cuando se inició la etapa democrática, los españoles nos planteábamos cuales eran nuestros ideales y nuestra tendencia política. Los mayores lo tenían muy claro, la mayoría se declaraban apolíticos, dada su experiencia de un montón de años recuperándose de una guerra incivil. Les había costado mucho la confrontación. Los jóvenes nos aprestamos a poner en marcha nuestra ideología y a acercarnos a las urnas con las ideas bastante claras.

En los primeros comicios se pudo observar que la gran mayoría de los españoles era de centro. Un espacio que querían ocupar muchos partidos. Entonces surgió la Unión de Centro Democrático (un batiburrillo de partidos de todo tipo, el centro izquierda (PSOE) y el centro derecha (A.P.). Los extremos los ocupaban los partidos radicales de derechas o de izquierdas así como los nacionalistas o regionalistas. En fin, el ciento y la madre. A lo largo de los años las posiciones se han ido aclarando.

Así nos hemos llevado medio bien un montón de tiempo. Pero las ideologías se han ido radicalizando y los partidos se han convertido en reinos de taifas totalmente exclusivos. Esto no ha impedido que sus próceres hayan procedido, desvergonzadamente, a cambiarse las chaquetas cuando han visto las orejas del lobo y a decir digo cuando cinco minutos antes habían dicho diego.

Los españoles no somos tontos y nos hemos hartado de tanto chalaneo y tan poca vergüenza. El colmo de los despropósitos lo estamos viviendo a lo largo de esta legislatura. Se ve a nuestros dirigentes políticos realizando un esfuerzo extraordinario por mantener el sillón y haciendo pactos con el diablo, si es necesario, con tal de seguir en la pomada.

Todo esto en medio de una gravísima situación sanitaria y económica que nos depara los peores datos desde hace muchísimos años. Siguen debatiendo si son galgos o podencos mientras día a día recogemos noticias de situaciones económicas críticas y fallecimientos de miles de compatriotas.

¿No les da vergüenza? ¿No se plantean salir de esta situación aunando esfuerzos? Ellos no. Mientras sigan gozando del poder y de la paga se sienten realizados. No son fieles a los ideales ni a su filosofía. El otro todo lo hace mal y los nuestros bien. No se dan cuenta del ridículo. Se agarran a la supervivencia. Los espectáculos de esta semana son para estudiar en las facultades de ciencias políticas. Nos da vergüenza escuchar sus discursos y sus justificaciones.

Consecuencias: estamos hartos, no tenemos confianza en ninguno de ellos ni en las ideas que nos transmiten. Nunca he tenido muy claras mis tendencias políticas. Todos tenemos la cartera en la derecha y el corazón en la izquierda. Pero lo equilibramos en el cerebro. Quizás somos más solidarios de mayores (con menos parafernalia), que cuando nos comportábamos de forma rebelde en nuestra juventud. Jamás he tenido un carnet de partido. Ni lo voy a tener. Lo que está claro es que voy a confiar en los gestores. No en los ideólogos y agitadores de masas. Es decir, voy a seguir siendo de todos y de nadie. Es mi sino. Así que volveré a quitar la televisión o la radio cuando les escuche. Prefiero ver el Pasapalabra o una película de Berlanga antes de meterme en este galimatías.

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