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El arte de su proceder no lo conozco, en las sombras vivo, pero existe, existe la luz, se ejecuta y triunfa, sólo deseo avisarles con cuidado, denunciar… a nadie. Es virtud del alma lo que ellos hacen, pero yo soy yo... la captura de esos seres descarriados, buscar sus bases, guiar sus pasos a... yo tampoco sé: el arte de su proceder.
Labor minuciosa, cautelosa, estudiada, calculada, vencerán, también quisiera yo poder... también. Es noble labor, todo se ha hecho... Es su deber, vencer, poder, ganar, merecer...
Sin pensar, debo moverme, controlarme, estar en regla y esperar viva para poder disfrutar algún día cuando olvide que tuve que estar controlada y no en la desorganización y el caos que tan feliz me hace
Somos muy complicados. Y más que complicados, enrevesados, cosa bien diferente. Estar constituidos por innumerables elementos nos imbuye de unas características complejas, se añaden la consideración de múltiples cruces en ese conjunto de elementos, sólo conocidos hasta cierto punto.
Este es el truco, ardid y añagaza de la que se valen algunos niños caprichosos, cuando no consiguen lo que quieren. Ante esta amenaza, que solo es un farol, los familiares, abuelos, padres y algún que otro pariente, muerden el anzuelo aun sabiéndolo, y corren solícitos, obsequiosos y, apresuradamente le proporcionan al niño lo que desea.
Aquellos que podemos hablar con soltura del mundo de mediados del siglo XX, nos encontramos a menudo con “amigos” que te dicen sin recato: ¡Qué bien te encuentras! Tate; estás hecho una birria y eres otra de las victimas del edadismo. Ese tipo de persecución que sufrimos los que no jugamos al tenis a diario y que repetimos un par de veces las mismas cosas.
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