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Etiquetas | Crítica de cine
Pelayo López

'Pudor': algo huele a podrido en la casa del recato

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El hecho de que una película adapte a la gran pantalla la obra de un aclamado escritor, en este caso Santiago Roncagliolo, no le garantiza, simplemente por ese casual inciso, idéntico éxito de crítica y público. Eso es lo que puede llegar a ocurrir con este título -basado en la novela homónima de este narrador con similar vocación literaria y cinematográfica-, un título al que su contundencia tanto física como verbal conduce, irremediablemente, a un reducto minoritario de espectadores. Los encargados de esta conversión al celuloide son los hermanos Ulloa. Codirigir nunca es fácil. Eso de que dos personas tengan que compartir un único mando no suele funcionar. Sin embargo, supongo que la misma sangre por las venas, la experiencia en el mundo del corto con Ciclo –uno más parece cerrarse con esta cinta-, y el limitarse cada uno a sus funciones –David al conjunto y Tristán, como actor, a la dirección actoral-, han contribuido a que este metraje no se haya visto interferido por esa posibilidad.

Quienes no interfieren, en ningún momento, en las cualidades de esta historia son los actores que dan vida a los numerosos personajes que atraviesan nuestra retina: un enfermo moribundo cuya familia se desdibuja sin solución –Nancho Novo demuestra, he de reconocer que a algunos como yo, que lo del drama también es para él y que no sólo es capaz de rendir al nivel de sus comedias sino incluso un escalón por encima-, una madre y esposa retirada de la vida y el matrimonio en todos los sentidos que busca atención –Elvira Mínguez, que consiguió merecidamente la Biznaga a la Mejor Actriz en Málaga, recalca una vez más los motivos por los cuales pocas como ella son capaces de interpretar a mujeres cercanas como ya ocurría en Tapas-, un abuelo recién enviudado que encuentra una segunda oportunidad –Celso Bugallo, el descubrimiento de Amenábar en Mar Adentro, evidencia uno más de sus registros aún por descubrir pese a la edad y aporta, quizás, la única ventana de esperanza entre todos ellos-, una adolescente con problemas de aceptación escolar y con dudas sobre su orientación sexual –tomen nota de este nombre, Natalia Rodríguez, quien, a su parecido a su tocaya Natalia Sánchez, la Teté de Los Serrano, posee una mirada turbadora y unas maneras que apuntan alto-, y un niño que también ve muertos no sólo en ocasiones sino con inusitada frecuencia –a pesar de su juventud, Marcos Ruiz, no sé si por eso precisamente, supone un aliento fresco que, no obstante, en el futuro, puede quedarse en una bocanada fallida como en muchos otros casos-. Junto a ellos, la extensión llega de la mano de otro matrimonio en crisis formado por Joaquín Climent –uno de los agentes de El comisario, serie que, por cierto, ha dirigido David Ulloa en unos cuantos capítulos y que evidencia uno de los handicaps de la cinta, el abuso de las cortinas/transiciones entre secuencias- y Nuria González –tras dejar Los Serrano, sigue encadenando papeles en la gran pantalla para quitarse la etiqueta de cómica con papeles dramáticos como éste-, quienes también tienen una hija -otra joven, de nuevo, con gran parecido en su caso con Irene Visedo, la Inés de Cuéntame, a la que también habrá que seguir de cerca-.

Una moda en nuestro cine reciente queda de nuevo patente a lo largo de este metraje. El baño ha pasado de ser un escenario escatológico a convertirse, casi por defecto, en el centro neurálgico de las viviendas de cine en España –aquí por partida doble, triple…-. Sin embargo, si miramos en profundidad, hay muchas cuestiones que quedan sin hilvanar en este recorrido por la intimidad, los deseos y los miedos de varias generaciones que conviven en un mismo espacio. La acumulación de todas las desdichas en un mismo núcleo familiar, que en el transitar fílmico resta consistencia al global, no es que sea inverosímil, pero sí que puede ser difícil de encajar por el espectador debido a su acertada veracidad. La reposada narración, con unos personajes lamentablemente planos en demasía, funciona a base de falsos amagos hasta que tiene lugar la eclosión prevista con antelación, antesala de un final abierto erróneamente, en plan onanista, que nos deja igual que al principio.

La nacionalización de esta historia, su desplazamiento de Lima a Gijón, en donde el mar juega un papel fundamental y metafórico a través de las palabras de Novo y la acústica de último plano, ha provocado, al mismo tiempo, que nosotros podamos invitarles a participar en un curioso juego. Esta nube gris considerada una de las películas patrias más importantes para este 2007 –con lo cual el futuro no pinta nada bien-, es, simplemente, una muestra de quienes somos y quienes queremos ser, en la que, ¡sí, leen bien!, aparece nuestro presidente regional. Miguel Ángel Revilla evidencia, involuntariamente, que sus pudores no son tantos en esta especie de American beauty a la española, en esta reflexión “voyeurista” y olorosa –se percibe no a través de los aromas pero sí por la inter-relación con el personaje de Mínguez- sobre una familia de nuestro país –más bien muchas- donde, a menudo, la incomunicación refleja que algo huele a podrido en la casa del recato.

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- Calificación: 2
- Director: David y Tristán Ulloa.
- Reparto: Nancho Novo, Elvira Mínguez, Celso Bugallo, Natalia Rodríguez, Manuel Ruiz, Joaquín Climent, Nuria González y Héctor Colomé

'Pudor': algo huele a podrido en la casa del recato

Pelayo López
Pelayo López
miércoles, 11 de julio de 2007, 23:19 h (CET)
El hecho de que una película adapte a la gran pantalla la obra de un aclamado escritor, en este caso Santiago Roncagliolo, no le garantiza, simplemente por ese casual inciso, idéntico éxito de crítica y público. Eso es lo que puede llegar a ocurrir con este título -basado en la novela homónima de este narrador con similar vocación literaria y cinematográfica-, un título al que su contundencia tanto física como verbal conduce, irremediablemente, a un reducto minoritario de espectadores. Los encargados de esta conversión al celuloide son los hermanos Ulloa. Codirigir nunca es fácil. Eso de que dos personas tengan que compartir un único mando no suele funcionar. Sin embargo, supongo que la misma sangre por las venas, la experiencia en el mundo del corto con Ciclo –uno más parece cerrarse con esta cinta-, y el limitarse cada uno a sus funciones –David al conjunto y Tristán, como actor, a la dirección actoral-, han contribuido a que este metraje no se haya visto interferido por esa posibilidad.

Quienes no interfieren, en ningún momento, en las cualidades de esta historia son los actores que dan vida a los numerosos personajes que atraviesan nuestra retina: un enfermo moribundo cuya familia se desdibuja sin solución –Nancho Novo demuestra, he de reconocer que a algunos como yo, que lo del drama también es para él y que no sólo es capaz de rendir al nivel de sus comedias sino incluso un escalón por encima-, una madre y esposa retirada de la vida y el matrimonio en todos los sentidos que busca atención –Elvira Mínguez, que consiguió merecidamente la Biznaga a la Mejor Actriz en Málaga, recalca una vez más los motivos por los cuales pocas como ella son capaces de interpretar a mujeres cercanas como ya ocurría en Tapas-, un abuelo recién enviudado que encuentra una segunda oportunidad –Celso Bugallo, el descubrimiento de Amenábar en Mar Adentro, evidencia uno más de sus registros aún por descubrir pese a la edad y aporta, quizás, la única ventana de esperanza entre todos ellos-, una adolescente con problemas de aceptación escolar y con dudas sobre su orientación sexual –tomen nota de este nombre, Natalia Rodríguez, quien, a su parecido a su tocaya Natalia Sánchez, la Teté de Los Serrano, posee una mirada turbadora y unas maneras que apuntan alto-, y un niño que también ve muertos no sólo en ocasiones sino con inusitada frecuencia –a pesar de su juventud, Marcos Ruiz, no sé si por eso precisamente, supone un aliento fresco que, no obstante, en el futuro, puede quedarse en una bocanada fallida como en muchos otros casos-. Junto a ellos, la extensión llega de la mano de otro matrimonio en crisis formado por Joaquín Climent –uno de los agentes de El comisario, serie que, por cierto, ha dirigido David Ulloa en unos cuantos capítulos y que evidencia uno de los handicaps de la cinta, el abuso de las cortinas/transiciones entre secuencias- y Nuria González –tras dejar Los Serrano, sigue encadenando papeles en la gran pantalla para quitarse la etiqueta de cómica con papeles dramáticos como éste-, quienes también tienen una hija -otra joven, de nuevo, con gran parecido en su caso con Irene Visedo, la Inés de Cuéntame, a la que también habrá que seguir de cerca-.

Una moda en nuestro cine reciente queda de nuevo patente a lo largo de este metraje. El baño ha pasado de ser un escenario escatológico a convertirse, casi por defecto, en el centro neurálgico de las viviendas de cine en España –aquí por partida doble, triple…-. Sin embargo, si miramos en profundidad, hay muchas cuestiones que quedan sin hilvanar en este recorrido por la intimidad, los deseos y los miedos de varias generaciones que conviven en un mismo espacio. La acumulación de todas las desdichas en un mismo núcleo familiar, que en el transitar fílmico resta consistencia al global, no es que sea inverosímil, pero sí que puede ser difícil de encajar por el espectador debido a su acertada veracidad. La reposada narración, con unos personajes lamentablemente planos en demasía, funciona a base de falsos amagos hasta que tiene lugar la eclosión prevista con antelación, antesala de un final abierto erróneamente, en plan onanista, que nos deja igual que al principio.

La nacionalización de esta historia, su desplazamiento de Lima a Gijón, en donde el mar juega un papel fundamental y metafórico a través de las palabras de Novo y la acústica de último plano, ha provocado, al mismo tiempo, que nosotros podamos invitarles a participar en un curioso juego. Esta nube gris considerada una de las películas patrias más importantes para este 2007 –con lo cual el futuro no pinta nada bien-, es, simplemente, una muestra de quienes somos y quienes queremos ser, en la que, ¡sí, leen bien!, aparece nuestro presidente regional. Miguel Ángel Revilla evidencia, involuntariamente, que sus pudores no son tantos en esta especie de American beauty a la española, en esta reflexión “voyeurista” y olorosa –se percibe no a través de los aromas pero sí por la inter-relación con el personaje de Mínguez- sobre una familia de nuestro país –más bien muchas- donde, a menudo, la incomunicación refleja que algo huele a podrido en la casa del recato.

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- Calificación: 2
- Director: David y Tristán Ulloa.
- Reparto: Nancho Novo, Elvira Mínguez, Celso Bugallo, Natalia Rodríguez, Manuel Ruiz, Joaquín Climent, Nuria González y Héctor Colomé

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