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Opinión
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¿Segmento de plata?

Una vez alcanzada la ansiada jubilación, se vive sin dificultades dentro del segmento de plata durante unos diez años aproximadamente. Después…
Manuel Montes Cleries
miércoles, 30 de septiembre de 2020, 10:57 h (CET)

Quizás estamos viviendo la etapa más difícil de los últimos cincuenta años y, con seguridad, la más dura de este siglo. La humanidad la soporta con cierta displicencia y un escaso respeto. Los mayores, por el hecho de ser personas de riesgo, la vivimos con temor y una notable dosis de desconcierto.

Se nos han cerrado muchas puertas. Los centros de mayores, las peñas o los lugares de culto, nos son vedados por el temor al contagio. Se nos dificultan los encuentros y conversaciones habituales. Nada de dominó, ni tertulias, ni de cafecito en compañía. Esta es “la nueva normalidad”.

En los trabajos de voluntariado se nos ha invitado cortésmente a apartarnos de los mismos, por temor a “nuestra preocupante salud”. Tampoco podemos recibir ni visitar a nuestros hijos y nietos. Ahora han descubierto que el foco más peligroso de contagio se encuentra en los encuentros familiares. Ni siquiera nos queda el consuelo de visitar a nuestro médico de cabecera. Si tenemos suerte nos receta analgésicos telefónicamente.

¿Qué nos queda? El teléfono, las video-conferencias, el WhatsApp, el ajo y el agua… O el resetear nuestra mente y buscarnos nuevas alternativas. Yo les recomiendo leer y escribir. En el orden que les parezca. Esto nos hace reconvertirnos en “El segmento de papel”. Este se basa en mirar hacia nuestro interior. Es muy bueno meditar. Y posteriormente plasmar nuestros pensamientos en el folio o en la memoria del ordenador. Veremos aflorar nuestros recuerdos, recuperar sentimientos y valorar la maravillosa vida que hemos recorrido. Finalmente, planificar la que nos queda por realizar.

A lo largo de estos meses, en los que nos han sobrado tiempo y ocasiones para pensar, hemos tenido la oportunidad de adaptarnos a esta nueva situación -que no nos gusta demasiado- y plantear una estrategia para el largo periodo que aun nos falta para recobrar la “antigua normalidad”. La vida de ahora no tiene nada de normal.

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Fuera esperaba el amanecer… Últimamente sus días acababan al mediodía; el tiempo de colgarse de un cigarrillo y fumarse toda la niebla de unas pocas horas en que podría deslizar su fantasma por entre las cosas. No recordaba de seguro su edad; el espejo le traicionaba y sólo le reflejaba la mitad que nunca sospechó ser. 

Es normal que aparezcan palabras nuevas porque la lengua está viva, y es estupendo cuando ayudan a reconocer que el lenguaje es pensamiento. Ocurrió con el neologismo ‘aporofobia’, acuñado por la catedrática Adela Cortina a partir de los términos griegos áporos (sin recursos) y fobos (temor, pánico), que la RAE incorporó en 2017 para dar nombre al miedo, el rechazo o la aversión a los pobres.

Llevamos años y todos cuantos se imaginen ustedes, seguirán siendo pacto con el silencio de siempre. Una mudez que no cesa. Uno que lleva bastantes años jubilado y se ha tenido que enganchar en AVE, ha visto en ese tiempo las sacudidas, las esperas en plena vía del tren y en mitad del campo. Los plantones y sacudidas, con las esperas a que nos tienen acostumbrados la Renfe, a veces con periodos de cuatro y cinco horas en mitad de la nada en la ruta de Algeciras-Antequera.

 
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