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Un mundo en el que la verdad y la mentira la establezca el poder político es sumamente peligroso

Nada es verdad ni mentira

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Don Ramón de Campoamor escribió a mediados del siglo XIX unos célebres versos que han llegado hasta nosotros cargados de sentido. Dice Don Ramón que en este mundo traidor nada es verdad ni mentira, sino será del color del cristal con que se mira.

Es claro el relativismo que se desprende de sus palabras y que cada cual pueda ver las cosas a su manera no es para alarmarse. Pero si nos fijamos bien, la afirmación de que nada es verdad ni mentira es espantosamente disolvente. Necesitamos creer en algo como verdad pues si ella desaparece de nuestra vida flotamos a la deriva sin norte y sin destino.

Claro es también que cada uno busca una verdad distinta. Para unos la única verdad es el dinero, para otros el placer, para otros el poder y estos son peligrosos, pues en la medida en que lo consigan tratarán de imponer su propia visión de la vida a todos los demás.

Naturalmente que lo llamarán tolerancia, entendiendo por ella que lo deseable es una sociedad abierta, multicultural e incluyente y que tal tipo de sociedad es superior a todas las demás.

En este tipo de sociedad no podré defender la existencia de una verdad que roce siquiera cualquier otra postura, ni podré señalar la mentira en la que viven otros ciudadanos.


Mucho menos podré cuestionar al poder que cuenta con todos los medios necesarios para imponerse. El color del cristal con el que ve todas las cosas es inapelable y nos obligará (ya nos está obligando) a aceptar el tipo de educación que ellos decidan, la memoria histórica amañada a su conveniencia, los valores e ideologías pensadas en “tenidas” de desconocidos personajes con mandil, ya sea el aborto, el matrimonio homosexual, el calentamiento global, la abolición de las creencias religiosas y sus símbolos y el omnipresente rostro del “gran hermano” que dice velar por nosotros.

Quizás podamos pensar que si mantenemos un marco constitucional regido por elecciones libres todo esto puede cambiar, pero ya se han dado varias elecciones con cambio de partido gobernante pero no se ha notado en nada.

Desde aquella engañosa ley de “despenalización del aborto” que nos impuso astutamente el señor Fernández Ordóñez y amplió Zapatero, se han sucedido dos partidos diferentes que no han movido una coma de aquellas leyes aberrantes, incluso han dictado otras igual de nefastas y perseguido a los que han tratado de oponerse a ellas.

La ventana de Overton, como técnica que hace posible pasar de lo impensable a lo socialmente aceptado, funciona perfectamente en manos del poder que nos hará tragar la implantación de la eutanasia, como en otros países de Europa y hasta la antropofagia, llamada antropofilia que es más moderno.

Si algún partido se opone a estos desafueros es tachado de extremista por el gobierno y todos los medios de comunicación a su servicio. Es curioso que tengamos un parlamento en el que solo hay un extremo, la derecha, pero nadie llama extrema izquierda a los comunistas que están ahora en el gobierno.

No podemos aceptar que la verdad y la mentira hayan dejado de existir engullidas por la falsa tolerancia que se predica desde el poder.

Nada es verdad ni mentira

Un mundo en el que la verdad y la mentira la establezca el poder político es sumamente peligroso
Francisco Rodríguez
martes, 11 de agosto de 2020, 08:23 h (CET)

Don Ramón de Campoamor escribió a mediados del siglo XIX unos célebres versos que han llegado hasta nosotros cargados de sentido. Dice Don Ramón que en este mundo traidor nada es verdad ni mentira, sino será del color del cristal con que se mira.

Es claro el relativismo que se desprende de sus palabras y que cada cual pueda ver las cosas a su manera no es para alarmarse. Pero si nos fijamos bien, la afirmación de que nada es verdad ni mentira es espantosamente disolvente. Necesitamos creer en algo como verdad pues si ella desaparece de nuestra vida flotamos a la deriva sin norte y sin destino.

Claro es también que cada uno busca una verdad distinta. Para unos la única verdad es el dinero, para otros el placer, para otros el poder y estos son peligrosos, pues en la medida en que lo consigan tratarán de imponer su propia visión de la vida a todos los demás.

Naturalmente que lo llamarán tolerancia, entendiendo por ella que lo deseable es una sociedad abierta, multicultural e incluyente y que tal tipo de sociedad es superior a todas las demás.

En este tipo de sociedad no podré defender la existencia de una verdad que roce siquiera cualquier otra postura, ni podré señalar la mentira en la que viven otros ciudadanos.


Mucho menos podré cuestionar al poder que cuenta con todos los medios necesarios para imponerse. El color del cristal con el que ve todas las cosas es inapelable y nos obligará (ya nos está obligando) a aceptar el tipo de educación que ellos decidan, la memoria histórica amañada a su conveniencia, los valores e ideologías pensadas en “tenidas” de desconocidos personajes con mandil, ya sea el aborto, el matrimonio homosexual, el calentamiento global, la abolición de las creencias religiosas y sus símbolos y el omnipresente rostro del “gran hermano” que dice velar por nosotros.

Quizás podamos pensar que si mantenemos un marco constitucional regido por elecciones libres todo esto puede cambiar, pero ya se han dado varias elecciones con cambio de partido gobernante pero no se ha notado en nada.

Desde aquella engañosa ley de “despenalización del aborto” que nos impuso astutamente el señor Fernández Ordóñez y amplió Zapatero, se han sucedido dos partidos diferentes que no han movido una coma de aquellas leyes aberrantes, incluso han dictado otras igual de nefastas y perseguido a los que han tratado de oponerse a ellas.

La ventana de Overton, como técnica que hace posible pasar de lo impensable a lo socialmente aceptado, funciona perfectamente en manos del poder que nos hará tragar la implantación de la eutanasia, como en otros países de Europa y hasta la antropofagia, llamada antropofilia que es más moderno.

Si algún partido se opone a estos desafueros es tachado de extremista por el gobierno y todos los medios de comunicación a su servicio. Es curioso que tengamos un parlamento en el que solo hay un extremo, la derecha, pero nadie llama extrema izquierda a los comunistas que están ahora en el gobierno.

No podemos aceptar que la verdad y la mentira hayan dejado de existir engullidas por la falsa tolerancia que se predica desde el poder.

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