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No es necesario que la familia Pujol busque responsables en la banca andorrana. Puede buscarlos en el Ministerio de Hacienda que está más cerca

El lastre de los Pujol

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¡La que has liado, pollito! Ni en sus peores sueños podía imaginarse Jordi Pujol que iba a liar la que ha liado con sus declaraciones. Empezó hablando de calderilla y de legado, pero como la mentira tiene patas cortas, pues no tardó en saberse la verdad. Una verdad que se ha visto multiplicada. Empezaron sorprendiéndose en su familia y en su entorno de amistades y, en apenas una semana, hasta los nuevos dirigentes de su partido le han pedido que curse su baja voluntaria.

Todo ese revuelo ha llevado a la sociedad catalana a desconfiar del partido de Pujol, de la misma forma que el ‘molt despreciable’ no ve claro que sus hijos puedan sacar la cabeza con dignidad después de tanto atropello, amenaza y desvergüenza. El propio partido está dividido en varios bandos, aunque el más duro es aquel que ha pedido a toda la familia Pujol que se aleje de la formación política que tantos años le sujetó en la presidencia de la Generalitat. CDC parece que ha iniciado el camino de “sálvese quien pueda, porque esto nos arrastra y nos supera”.

Decía Graham Greene que “el que exige jugar con las cartas boca arriba, tiene todos los triunfos en la mano”. Y si ese pensamiento lo trasladamos al caso del fraude y latrocinio de la familia Pujol solo se puede hablar de mentira y de exceso de cara dura, además de atropello dialéctico ante la ciudadanía. ¿Por qué digo atropello dialéctico? Sencillamente porque el hoy ‘molt despreciable’ llegó a afirmar cuando dejó la política que “no le hubiera importado trabajar gratis por y para Cataluña”. Pues no, era falso ya que, tras decenas de años al frente de la Generalitat y del CDC, no cabía más ‘porquería’ en sus bolsillos; una inmundicia a la que contribuyeron sus vástagos. ¿Cómo? Pues fechoría a fechoría, choriceo a choriceo, amenaza tras amenaza, chantaje tras chantaje y comisión tras comisión.

El desconcierto no ha pasado. Aún hay mucha gente que le debe muchos favores. Y no solo a él. Esas personas, precisamente, desearían despertar y comprobar que solo ha sido un sueño. Hay un silencio cómplice y temeroso, porque estamos presuntamente ante la punta del iceberg. Muchos tienen miedo de que la Justicia alargue la mano y llegue hasta sus vidas y haciendas; ahí es precisamente donde se enmarca el recurso de la familia Pujol contra la banca andorrana, por posible revelación de secreto bancario. Sea cual sea la mejor interpretación, el caso es que la Hacienda pública de la ‘hormiguita’ Montoro ya estaba al cabo de la calle; no se pueden blanquear más de cuarenta millones después de ocultarlos durante treinta y dos años. Y mucho menos pensar que uno está en paz con Hacienda.

Está claro que Hacienda no somos todos. Somos los que somos y punto, pero todos no estamos incluidos ahí. Fíjense quiénes no son Hacienda: la familia Pujol, Urdangarín y otros cómplices conocidos, Correa y los implicados (cada vez más) en Gürtel, los implicados en los ERE andaluces, los dirigentes sindicales que llevan poniendo el cazo desde que desaparecieron los admirados Marcelino Camacho y Nicolás Redondo…. Esa evidencia de que Hacienda no somos todos es lo que ha llevado al señor Rull y a la portavoz, Mercé Conesa, a intentar quitarse el polvo que puede ensuciar al partido, si no lo ha hecho ya.

La corrupción llega a Cataluña en el peor momento. No es necesario que la familia Pujol busque responsables en la banca andorrana. Puede buscarlos en el Ministerio de Hacienda que está más cercano. Hacienda no somos todos, pero tampoco es tonta. La documentación se ha soltado contra la línea de flotación del CDC, del independentismo, de la parafernalia del plebiscito de noviembre y de la inmensa deuda en que está inmersa Cataluña. El lastre que suponen los Pujol es demasiado pesado, pero comprobarán en los próximos días cómo esos “traidores” a los que alude Ferrusola se multiplican. Y Artur Mas sigue en un desconcierto inesperado, aunque el brazo de la Justicia todavía no ha tocado sus proximidades, pero llegará en momento próximo a la consulta electoral para ‘fundir’ su emperramiento. Al tiempo.

El lastre de los Pujol

No es necesario que la familia Pujol busque responsables en la banca andorrana. Puede buscarlos en el Ministerio de Hacienda que está más cerca
Jesús  Salamanca
martes, 26 de agosto de 2014, 07:01 h (CET)
¡La que has liado, pollito! Ni en sus peores sueños podía imaginarse Jordi Pujol que iba a liar la que ha liado con sus declaraciones. Empezó hablando de calderilla y de legado, pero como la mentira tiene patas cortas, pues no tardó en saberse la verdad. Una verdad que se ha visto multiplicada. Empezaron sorprendiéndose en su familia y en su entorno de amistades y, en apenas una semana, hasta los nuevos dirigentes de su partido le han pedido que curse su baja voluntaria.

Todo ese revuelo ha llevado a la sociedad catalana a desconfiar del partido de Pujol, de la misma forma que el ‘molt despreciable’ no ve claro que sus hijos puedan sacar la cabeza con dignidad después de tanto atropello, amenaza y desvergüenza. El propio partido está dividido en varios bandos, aunque el más duro es aquel que ha pedido a toda la familia Pujol que se aleje de la formación política que tantos años le sujetó en la presidencia de la Generalitat. CDC parece que ha iniciado el camino de “sálvese quien pueda, porque esto nos arrastra y nos supera”.

Decía Graham Greene que “el que exige jugar con las cartas boca arriba, tiene todos los triunfos en la mano”. Y si ese pensamiento lo trasladamos al caso del fraude y latrocinio de la familia Pujol solo se puede hablar de mentira y de exceso de cara dura, además de atropello dialéctico ante la ciudadanía. ¿Por qué digo atropello dialéctico? Sencillamente porque el hoy ‘molt despreciable’ llegó a afirmar cuando dejó la política que “no le hubiera importado trabajar gratis por y para Cataluña”. Pues no, era falso ya que, tras decenas de años al frente de la Generalitat y del CDC, no cabía más ‘porquería’ en sus bolsillos; una inmundicia a la que contribuyeron sus vástagos. ¿Cómo? Pues fechoría a fechoría, choriceo a choriceo, amenaza tras amenaza, chantaje tras chantaje y comisión tras comisión.

El desconcierto no ha pasado. Aún hay mucha gente que le debe muchos favores. Y no solo a él. Esas personas, precisamente, desearían despertar y comprobar que solo ha sido un sueño. Hay un silencio cómplice y temeroso, porque estamos presuntamente ante la punta del iceberg. Muchos tienen miedo de que la Justicia alargue la mano y llegue hasta sus vidas y haciendas; ahí es precisamente donde se enmarca el recurso de la familia Pujol contra la banca andorrana, por posible revelación de secreto bancario. Sea cual sea la mejor interpretación, el caso es que la Hacienda pública de la ‘hormiguita’ Montoro ya estaba al cabo de la calle; no se pueden blanquear más de cuarenta millones después de ocultarlos durante treinta y dos años. Y mucho menos pensar que uno está en paz con Hacienda.

Está claro que Hacienda no somos todos. Somos los que somos y punto, pero todos no estamos incluidos ahí. Fíjense quiénes no son Hacienda: la familia Pujol, Urdangarín y otros cómplices conocidos, Correa y los implicados (cada vez más) en Gürtel, los implicados en los ERE andaluces, los dirigentes sindicales que llevan poniendo el cazo desde que desaparecieron los admirados Marcelino Camacho y Nicolás Redondo…. Esa evidencia de que Hacienda no somos todos es lo que ha llevado al señor Rull y a la portavoz, Mercé Conesa, a intentar quitarse el polvo que puede ensuciar al partido, si no lo ha hecho ya.

La corrupción llega a Cataluña en el peor momento. No es necesario que la familia Pujol busque responsables en la banca andorrana. Puede buscarlos en el Ministerio de Hacienda que está más cercano. Hacienda no somos todos, pero tampoco es tonta. La documentación se ha soltado contra la línea de flotación del CDC, del independentismo, de la parafernalia del plebiscito de noviembre y de la inmensa deuda en que está inmersa Cataluña. El lastre que suponen los Pujol es demasiado pesado, pero comprobarán en los próximos días cómo esos “traidores” a los que alude Ferrusola se multiplican. Y Artur Mas sigue en un desconcierto inesperado, aunque el brazo de la Justicia todavía no ha tocado sus proximidades, pero llegará en momento próximo a la consulta electoral para ‘fundir’ su emperramiento. Al tiempo.

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