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Opinión
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El fracaso estrepitoso de la política de querer internacionalizar el conflicto catalán por parte del señor Mas

Rajoy y Mas en la espiral de la insensatez

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Cuando el que tiene las leyes de su parte, está apoyado por la razón y el sentido común, dispone de una mayoría holgada en ambas cámaras y es el presidente de la nación, no debería dejarse arrastrar al juego de aquellos que representan una minoría de la ciudadanía, aunque pretendan aparentar que están en condiciones de poner en jaque al Estado mismo. Me temo que la lentitud con la que el señor Rajoy ha tramitado el tema del separatismo en general y, especialmente, el de la comunidad de Catalunya, ahora le empieza a pasar factura. El querer reaccionar después de que, el desafío del Gobern catalán, lleva años plantando cara al Estado de Derecho; el programar actuaciones en territorio catalán en unos momentos en los que el pueblo catalán ha sido engañado por sus propios gobernantes, sugestionado, predispuesto a aceptar de buena fe los argumentos separatistas y, por si fuera poco, convencido de que, el resto de España, les está robando; puede que no sea tan buena idea como a la Sánchez Camacho y a don Mariano Rajoy, les parece. Tuvieron, durante mucho tiempo, la ocasión de explicarse, de dar información fidedigna, de contrarrestar las informaciones erróneas de los nacionalistas y de desmentir a quienes piensan que es Catalunya la que pierde en su relación con el resto de España, demostrando lo contrario. Nos tememos que ahora ya es tarde para ello.

De hecho, los ciudadanos de a pie ya empezamos a pensar que quienes nos gobiernan están empezando a dar golpes al vacío de la más absurda insensatez. Hasta resultaría hilarante, si no fuera porque el asunto de que Catalunya intente separarse de España no es algo que se puede tomar a la ligera. La mayoría de los españoles estamos convencidos de que el tiempo del “diálogo”, los acuerdos sobre la “fiscalidad”, las promesas de una “financiación favorable” para intentar frenar la locura del señor Mas y de sus seguidores, hace ya tiempo que ha caducado y que, el estado actual del problema, yo no permite ir prolongando más la toma de decisiones para atajar, lo antes posible, esta deriva que puede acabar contagiando, como ya está empezando a ocurrir, a otras autonomías, como el País Vasco, ilusionadas con poder repetir el mismo proceso catalán.

El fracaso estrepitoso de la política de querer internacionalizar el conflicto catalán por parte del señor Mas, lejos de desanimarle, parece que le ha cambiado el chip y, en su huida hacia delante, ahora intenta sacar partido de empeñarse en una acción informativa intensiva, llevada a cabo por medio de sus adláteres y usando todos los medios de propaganda de los que dispone, para intentar ir convenciendo al resto de españoles de que sus argumentos son válidos, de que su concepto de “una democracia a su medida” es la que realmente vale y que, en caso de conseguir que Catalunya se separe de España, ellos, los catalanes, serán los mejores amigos de sus vecinos los españoles, con los que se podrá comerciar y negociar acuerdos de cooperación. Esto es, sin duda, lo que ellos desearían: una independencia, pero seguir gozando del comercio, los apoyos económicos y las ventajas de las que hoy siguen gozando. Evidentemente.

Sin duda que, los separatistas, quieren intentar explotar el cansancio que se empieza a notar en muchos españoles a los que, el hablar del “problema catalán”, ya les cansa y empiezan a pensar que “si se quieren ir, que se marchen”. Grave error, señores, porque no debemos ignorar que, si Catalunya fuera de España y sin poder entrar en Europa representa su ruina; sin duda alguna que, a España perder Catalunya también le significaría un fuerte golpe y una pérdida irreparable de una parte importante de su PIB. Este 12% que las encuestas otorgan a españoles que ya son partidarios de que “se vayan”, hace unos años hubiera sido un porcentaje muy inferior. Seguramente esta tendencia es la que pretende explotar el señor Mas con su proyectada campaña sobre el resto de España.

No se que pensará el señor Rajoy y sus consejeros, pero hay españoles que imaginamos que los que van ganado con ir prolongando este proceso son, precisamente, los separatistas que, aunque sea con falsas escaramuzas políticas, van ganando tiempo lo que, a la vez, les permite ir captando adeptos a su causa y, por otra parte, acercarse a las elecciones legislativas de las que, si la distribución de votos es la que las encuestas van anunciando, se va a producir tal desorden en toda la nación que no habrá quien pueda gobernarla lo que, posiblemente, para ellos (si, como es posible, ganaran las izquierdas), puede representar una circunstancia muy favorable para sus aspiraciones secesionistas.

Todos sabemos que el talón de Aquiles de la derecha es su torpeza para comunicarse con la ciudadanía, su falta de medios de comunicaciones afines (basta observar la TV1, una televisión pública, teóricamente controlada por el Ejecutivo y que, sin embargo, todos los programas de opinión están copados por periodistas contrarios al Gobierno) y su evidente incapacidad para trasmitir su programa de gobierno de modo que sea asequible a la mayoría de los ciudadanos. Así es como el lenguaje más populista de la izquierda, sus explicaciones demagógicas y la indudable facilidad para ridiculizar a la derecha, les dan una ventaja clara a la hora de trasmitir sus mensajes políticos.

Mas les ha dicho a los suyos “Es importante darnos a conocer en el extranjero, pero tenemos que explicarnos, sobre todo en España”. Rajoy y Cospedal se han sacado un eslogan “juntos sumamos”. Los primeros prácticos y convencidos de que van a sacar tajada; los segundos, informados por la Camacho, esperando que vayan a convencer a los catalanes de que “los que vienen de Madrid” tienen razón. Apuesten ustedes por quien saldrá ganando en esta pugna. A nadie se le oculta que ha llegado el momento de que, si es verdad que Rubalcaba sigue apoyando la unidad de España, el Gobierno y el PSOE empiecen a pensar en una estrategia para estrangular, definitivamente, el proyecto independentista, antes de que, como ya se empieza a notar, el secesionismo de su batalla final y consigan colapsar a todo el país, algo que siempre es malo pero que, en las actuales circunstancias, podría resultar un grave paso atrás en nuestras posibilidades de recuperación económica.

Y, para que vean que consecuencias puede traer estos nacionalismos: el señor Mas ha dicho que permitirá que el Valle de Arán (una comarca catalana) puede ejercer su derecho a decidir sobre sus relaciones con Catalunya. ¿Establecerían fronteras y unas aduanas con ellos? ¡Señores, el grado de estupidez es infinito y sus consecuencias, cuando es puesta en práctica por los políticos, pueden conseguir acabar con el país más floreciente! Entre tanto, las aportaciones de apoyos económicos del Estado a Catalunya siguen como si, en realidad, no estuviera pasando nada. Lo cierto es que, en Catalunya, hace ya tiempo que se ha prescindido de cumplir con las sentencias de los tribunales y respetar la Constitución, sin que se haya producido ninguna reacción por parte del Gobierno ni haya ninguna estancia judicial se haya atrevido a pedir la ejecución de aquellas sentencias que han sido ninguneadas por la Generalitat. ¿De verdad que no existen motivos para actuar contra la comunidad catalana o es que lo que ocurre es que nadie tiene los arrestos para asumir esta responsabilidad? Lo cierto es, señores, que no daríamos un chavo por el porvenir. O esto es lo que pienso al respeto.

Rajoy y Mas en la espiral de la insensatez

El fracaso estrepitoso de la política de querer internacionalizar el conflicto catalán por parte del señor Mas
Miguel Massanet
viernes, 24 de enero de 2014, 07:42 h (CET)
Cuando el que tiene las leyes de su parte, está apoyado por la razón y el sentido común, dispone de una mayoría holgada en ambas cámaras y es el presidente de la nación, no debería dejarse arrastrar al juego de aquellos que representan una minoría de la ciudadanía, aunque pretendan aparentar que están en condiciones de poner en jaque al Estado mismo. Me temo que la lentitud con la que el señor Rajoy ha tramitado el tema del separatismo en general y, especialmente, el de la comunidad de Catalunya, ahora le empieza a pasar factura. El querer reaccionar después de que, el desafío del Gobern catalán, lleva años plantando cara al Estado de Derecho; el programar actuaciones en territorio catalán en unos momentos en los que el pueblo catalán ha sido engañado por sus propios gobernantes, sugestionado, predispuesto a aceptar de buena fe los argumentos separatistas y, por si fuera poco, convencido de que, el resto de España, les está robando; puede que no sea tan buena idea como a la Sánchez Camacho y a don Mariano Rajoy, les parece. Tuvieron, durante mucho tiempo, la ocasión de explicarse, de dar información fidedigna, de contrarrestar las informaciones erróneas de los nacionalistas y de desmentir a quienes piensan que es Catalunya la que pierde en su relación con el resto de España, demostrando lo contrario. Nos tememos que ahora ya es tarde para ello.

De hecho, los ciudadanos de a pie ya empezamos a pensar que quienes nos gobiernan están empezando a dar golpes al vacío de la más absurda insensatez. Hasta resultaría hilarante, si no fuera porque el asunto de que Catalunya intente separarse de España no es algo que se puede tomar a la ligera. La mayoría de los españoles estamos convencidos de que el tiempo del “diálogo”, los acuerdos sobre la “fiscalidad”, las promesas de una “financiación favorable” para intentar frenar la locura del señor Mas y de sus seguidores, hace ya tiempo que ha caducado y que, el estado actual del problema, yo no permite ir prolongando más la toma de decisiones para atajar, lo antes posible, esta deriva que puede acabar contagiando, como ya está empezando a ocurrir, a otras autonomías, como el País Vasco, ilusionadas con poder repetir el mismo proceso catalán.

El fracaso estrepitoso de la política de querer internacionalizar el conflicto catalán por parte del señor Mas, lejos de desanimarle, parece que le ha cambiado el chip y, en su huida hacia delante, ahora intenta sacar partido de empeñarse en una acción informativa intensiva, llevada a cabo por medio de sus adláteres y usando todos los medios de propaganda de los que dispone, para intentar ir convenciendo al resto de españoles de que sus argumentos son válidos, de que su concepto de “una democracia a su medida” es la que realmente vale y que, en caso de conseguir que Catalunya se separe de España, ellos, los catalanes, serán los mejores amigos de sus vecinos los españoles, con los que se podrá comerciar y negociar acuerdos de cooperación. Esto es, sin duda, lo que ellos desearían: una independencia, pero seguir gozando del comercio, los apoyos económicos y las ventajas de las que hoy siguen gozando. Evidentemente.

Sin duda que, los separatistas, quieren intentar explotar el cansancio que se empieza a notar en muchos españoles a los que, el hablar del “problema catalán”, ya les cansa y empiezan a pensar que “si se quieren ir, que se marchen”. Grave error, señores, porque no debemos ignorar que, si Catalunya fuera de España y sin poder entrar en Europa representa su ruina; sin duda alguna que, a España perder Catalunya también le significaría un fuerte golpe y una pérdida irreparable de una parte importante de su PIB. Este 12% que las encuestas otorgan a españoles que ya son partidarios de que “se vayan”, hace unos años hubiera sido un porcentaje muy inferior. Seguramente esta tendencia es la que pretende explotar el señor Mas con su proyectada campaña sobre el resto de España.

No se que pensará el señor Rajoy y sus consejeros, pero hay españoles que imaginamos que los que van ganado con ir prolongando este proceso son, precisamente, los separatistas que, aunque sea con falsas escaramuzas políticas, van ganando tiempo lo que, a la vez, les permite ir captando adeptos a su causa y, por otra parte, acercarse a las elecciones legislativas de las que, si la distribución de votos es la que las encuestas van anunciando, se va a producir tal desorden en toda la nación que no habrá quien pueda gobernarla lo que, posiblemente, para ellos (si, como es posible, ganaran las izquierdas), puede representar una circunstancia muy favorable para sus aspiraciones secesionistas.

Todos sabemos que el talón de Aquiles de la derecha es su torpeza para comunicarse con la ciudadanía, su falta de medios de comunicaciones afines (basta observar la TV1, una televisión pública, teóricamente controlada por el Ejecutivo y que, sin embargo, todos los programas de opinión están copados por periodistas contrarios al Gobierno) y su evidente incapacidad para trasmitir su programa de gobierno de modo que sea asequible a la mayoría de los ciudadanos. Así es como el lenguaje más populista de la izquierda, sus explicaciones demagógicas y la indudable facilidad para ridiculizar a la derecha, les dan una ventaja clara a la hora de trasmitir sus mensajes políticos.

Mas les ha dicho a los suyos “Es importante darnos a conocer en el extranjero, pero tenemos que explicarnos, sobre todo en España”. Rajoy y Cospedal se han sacado un eslogan “juntos sumamos”. Los primeros prácticos y convencidos de que van a sacar tajada; los segundos, informados por la Camacho, esperando que vayan a convencer a los catalanes de que “los que vienen de Madrid” tienen razón. Apuesten ustedes por quien saldrá ganando en esta pugna. A nadie se le oculta que ha llegado el momento de que, si es verdad que Rubalcaba sigue apoyando la unidad de España, el Gobierno y el PSOE empiecen a pensar en una estrategia para estrangular, definitivamente, el proyecto independentista, antes de que, como ya se empieza a notar, el secesionismo de su batalla final y consigan colapsar a todo el país, algo que siempre es malo pero que, en las actuales circunstancias, podría resultar un grave paso atrás en nuestras posibilidades de recuperación económica.

Y, para que vean que consecuencias puede traer estos nacionalismos: el señor Mas ha dicho que permitirá que el Valle de Arán (una comarca catalana) puede ejercer su derecho a decidir sobre sus relaciones con Catalunya. ¿Establecerían fronteras y unas aduanas con ellos? ¡Señores, el grado de estupidez es infinito y sus consecuencias, cuando es puesta en práctica por los políticos, pueden conseguir acabar con el país más floreciente! Entre tanto, las aportaciones de apoyos económicos del Estado a Catalunya siguen como si, en realidad, no estuviera pasando nada. Lo cierto es que, en Catalunya, hace ya tiempo que se ha prescindido de cumplir con las sentencias de los tribunales y respetar la Constitución, sin que se haya producido ninguna reacción por parte del Gobierno ni haya ninguna estancia judicial se haya atrevido a pedir la ejecución de aquellas sentencias que han sido ninguneadas por la Generalitat. ¿De verdad que no existen motivos para actuar contra la comunidad catalana o es que lo que ocurre es que nadie tiene los arrestos para asumir esta responsabilidad? Lo cierto es, señores, que no daríamos un chavo por el porvenir. O esto es lo que pienso al respeto.

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

 
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