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Psicológicos, los obstáculos para mi primera ducha con agua helada

“Vale la pena atreverse, vale la pena intentarlo”
Abel Pérez Rojas
lunes, 30 de septiembre de 2019, 10:31 h (CET)

De naturaleza psicológica han sido principalmente los obstáculos que he tenido que sortear para llegar al punto de tomar mi primera ducha con agua helada, no ha sido fácil, tampoco ha sido extremadamente difícil, pero eso sí, ha sido en extremo aleccionadora la experiencia.

Te contextualizo a continuación.

Hace un mes escribí un artículo titulado: “Educarse en la incomodidad y el extremo: Wim Hof”. En aquella ocasión abordé cómo es que ese atleta, motivador e investigador holandés adoptó al frío como su maestro y en qué consiste el Método Wim Hof.

Por si no lo has leído te comento brevemente que dicho método consiste en la hiper oxigenación del cuerpo a través de cierto ritmo de respiraciones complementadas con exposiciones al frío.

Es tal la efectividad del método que Hof ha impuesto más de veinte marcas mundiales, es prácticamente inmune a algunas enfermedades, lo cual ha sido documentado en las universidades que le han llevado a sus laboratorios para estudiarle.

En aquel artículo te dije que yo había empezado a poner en práctica a mi manera el Método Wim Hof.

Después de un mes te comparto algunas de mis experiencias esperando te sirvan y te orillen, tal vez, a reconsiderar algunas de tus prácticas habituales.

A casi un mes y medio que inicié bañándome con agua fría he conseguido algunos logros personales muy modestos que continuaron con caminatas mañaneras descalzas sólo en calzoncillos.

A la caminata siguió el trote combinado con ejercicios de resistencia.

En este tiempo he corrido con lluvia y sin ella.

Hace casi quince días ascendí y descendí descalzo el Cerro Tepozteco. Me dejó muchas lecciones.

Luego siguieron los “baños de piso”, los cuales consisten en acostarse en el suelo a la intemperie unos minutos por la mañana, como si tratara de estar en la playa.

Hoy, domingo, en una mañana lluviosa con motivo de los efectos de un ciclón tropical y un canal de baja presión, tuve por primera ocasión una ducha a la intemperie con agua y hielo.

Un tonel con agua de lluvia y tres bolsas de cubitos de hielo fue la dosis preparada para el ejercicio. La experiencia fue genial.

Después de todo esto te comparto lo siguiente.

Sólo al inicio, después del segundo día de empezar a bañarme con agua fría me enfermé de gripe, pero cedió rápidamente y no interrumpí las duchas de ese tipo.

A partir de entonces no me he enfermado de algo.

Para una persona como yo esto es verdaderamente un logro, pues a la edad de veinte años padecí tuberculosis, además de que padezco desde hace algunos años una alergia al polvo, al polen y con facilidad me enfermaba de las vías respiratorias con una simple exposición a cualquier corriente de aire.

Durante décadas me he privado de caminar descalzo, de caminar en medio de la lluvia sin tener que cubrirme, de bañarme con agua fría y de extremar precaución ante una persona enferma de las vías respiratorias.

Por eso era verdaderamente impensable imaginar que estaría haciendo lo que ahora estoy haciendo.

En efecto, los obstáculos más complicados han sido los psicológicos, pues mi pasado enfermizo lo estaba arrastrando a mi presente y ya lo veía en el futuro.

Este domingo fue especial. La ducha de agua fría la hice acompañado de dos amigos que han visto mi progreso y ahora ellos también están intentando lo mismo. Uno con más tiempo que el otro también se duchó con agua con hielo, el otro sólo tuvo contacto parcial.

Todo esto no se trata de ver quién resiste más al frío, sino de la convivencia y la pacificación a través de la hiper oxigenación y la exposición al frío.

Me siento físicamente muy bien y también he sentido los beneficios en cuanto el estrés.

¿Qué sigue?, aún no lo tengo totalmente definido, pero ya he visto varios senderos que quiero andar para beneficio propio y de quienes me rodean.

Te comparto lo anterior esperando te sea útil.

Nos vemos en la próxima entrega. Te espero.

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La vida, sobre todo cuando se dilata por el transcurso de los años, te somete a momentos en las que tienes que hacer de tripas corazón, asumirlos con dignidad o rendirte. También con una buena dosis de dignidad. El encuentro con las diversas situaciones de tu vida van deteriorando tu capacidad de encaje, entonces te llega el momento en que te planteas si vale la pena seguir luchando o dejarte llevar por la corriente que te rodea y vivir en paz el presente. Pero sin futuro.

En un tiempo donde lo que se aparenta muchas veces vale más que lo que se es, hay quienes han hecho del estatus su escudo, del apellido su bandera y del dinero un pedestal desde el que miran al resto, como si el mundo fuese un teatro de castas en el que ellos, por supuesto, ocupan siempre el primer plano. Es el culto a la vanidad, esa enfermedad silenciosa del alma que disfraza la humildad de altivez.

He de aclarar que, si alguna vez alguien me quiere envenenar, que no lo intente con una manzana. Prefiero el bizcocho de chocolate o las chocolatinas de menta, tal vez un trozo de pizza de pepperoni o unas sabrosas cigalas, pero una manzana, lo que se dice una manzana… no.

 
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