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Calles verdes, calles de esperanza

Así, podemos afirmar que los efectos del cambio climático y el calentamiento global son una realidad
Josu Gómez Barrutia
viernes, 27 de septiembre de 2019, 11:14 h (CET)

Este viernes las calles y plazas de ciudades de toda España se cubrirán de reivindicación, de lucha y compromiso intergeneracional en la defensa de nuestro planeta, ese en el que vivimos y que hoy se enfrenta a la amenaza de un cambio climático y un brutal calentamiento global que amenaza con poner fin a la vida en la tierra como la conocemos. No caben así ya dudas sobre la realidad o no de un fenómeno confirmado por la comunidad científica internacional y contrastado por organismos internacionales como la Organización de Naciones Unidas frente al negacionismo interesado o de pánfilos atolondrados de quienes niegan la que es la mayor batalla a la que la humanidad se ha enfrentado.

Así, podemos afirmar que los efectos del cambio climático y el calentamiento global son una realidad. Un hecho que, de ir a más, aumentado la temperatura en torno a los cuatro grados, podría producir en los próximos años (2050-2100) efectos negativos en la población humana, la economía, los océanos y mares, y la biodiversidad del planeta. Por ello, no queda tiempo ya, ni para discursos floridos, ni para posturas de perfil por parte de los gobiernos, las empresas y la propia ciudadanía, responsable esta última desde el poder de decisión en el consumo frente a este proceso y del voto frente a los gobernantes de exigir los cambios necesarios para dejar un mundo mejor a quienes nos precedan, víctimas si cabe de la irresponsabilidad de un desarrollismo y progreso que en las últimas décadas a impulso el crecimiento del PIB de los países desarrollados y en vías de desarrollo a costa de la destrucción del medioambiente . De lo contrario, de no hacer nada, la realidad superara a la ficción alguna vez imaginada y las consecuencias de la inacción no tardaran en aparecer de manera dramática a partir del 2030 , siendo solo algunas las del aumento de la mortalidad en la población vulnerable al calentamiento global, la desertificación y aumento de las sequías extremas en diferentes partes del planeta -entre ellas España que verá cómo el 20% de su territorio será un Sahara permanente-, aumento de incendios, el aumento del hambre ante la esquilmación de los recursos hídricos y agrícolas, la acidificación de los mares como consecuencia de los deshielos en los casquetes polares con el impacto en la fauna, la pesca y las corrientes, el aumento de los fenómenos de lluvias torrenciales y huracanes en zonas del planeta como EEUU, Asia y Norte de Europa ,el Impacto en la agricultura y la ganadería, con una reducción de cultivos y el empobrecimiento de zonas vulnerables o la desaparición de zonas costeras y ciudades por el aumento del nivel del mar serán así algunas de las señas de identidad de un planeta en donde millones de personas emigraran o morirían por falta de los recursos básicos para su subsistencia.

Y frente a esta cruel realidad, la de las soluciones , la de la apuesta por la economía circular, por el consumo responsable en la sostenibilidad, por la lucha y la prohibición en relación a productos o servicios nacidos de la industria contaminante, el fin de la utilización de los combustibles fósiles en toda actividad humana, el impulso por la economía circular y la racionalización de los recursos , la creación de programas de recuperación de zonas degradadas por el calentamiento global, la protección internacional a través de la batería de medidas que sean necesarias por parte de los organismos internacionales de los espacios como el Amazonas, La Antártida y todos aquellos que se enmarcan en pilares fundamentales para una humanidad hoy en crisis. El definitiva, medidas fundamentales por las que mañana yo seré uno más, junto con mi familia en las calles para clamar que otro mundo es posible.

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Hay noticias que rayan el insulto y el desprecio hacia quienes se dirigen. Que son asumidas como una verdad irrefutable y que en ese globo sonda enviado no tiene la menor respuesta indignada de quienes las reciben. El problema, por tanto, no es la noticia en sí, sino la palpable realidad de que han convertido al ciudadano en un tipo pusilánime. En un mendigo de migajas a quien los grandes poderes han decidido convertirle, toda su vida, en un esclavo del trabajo.

La sociedad española respira hoy un aire denso, cargado de indignación y desencanto. La sucesión de escándalos de corrupción que salpican al partido en el Gobierno, el PSOE, y a su propia estructura ejecutiva, investigados por la Guardia Civil, no son solo casos aislados como nos dicen los voceros autorizados. Son síntomas de una patología profunda que corroe la confianza ciudadana.

Frente a las amenazas del poder, siempre funcionaron los contrapesos. Hacen posible la libertad individual, que es la única real, aunque veces no seamos conscientes de la misma, pues se trata de una condición, como la salud, que solo se valora cuando se pierde. Los tiranos, o aspirantes a serlo, persiguen siempre el objetivo de concentrar todos los poderes. Para evitar que lo logren, están los contrapesos.

 
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