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Estamos a punto de iniciar un nuevo curso de actividades, así que aprovecho el “segmento” para elucubrar

Obras son amores...

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Ciertamente los mayores tenemos la memoria lejana más presente que la cercana. Muchas veces recordamos aquello que estudiamos “de memoria” en la infancia y que después vuelve a nuestras mentes, como una cantinela nemotécnica a la que ahora vemos su utilidad.

En este caso me voy a referir a la planificación del mucho tiempo libre que tenemos los “jubiletas”. Además del desempeño de las sagradas labores de “la bolsa”, el cuidado de los nietos y los correspondientes a nuestra edad, sexo y condición, debemos hacer ejercicio a diario y acordarnos un poco de los demás.

Y ahí aparece el catecismo que se nos inculcó a marcha martillo en nuestra infancia. Aquellas “obras de misericordia” que son un vergel en el que descubrir nuestra solidaridad con los demás. Como recordaréis se dividían en siete espirituales y siete corporales.

Supongo que aquellos no creyentes que me sigan, en este momento cesarán de leerme. Pues no lo hagan. Observen como recogen los principios de solidaridad y ayuda a los demás que enriquecen nuestra actividad como personas. Voy a intentar demostrarlo.

Paliar la hambruna, llevar agua a donde no la hay, procurar ropas al que no la tiene, acoger al extranjero, visitar y cuidar a los enfermos, visitar a los presos y acompañar a los parientes de los difuntos. Estas son las obras de misericordia corporales.

Las espirituales son: Aconsejar bien al que lo necesita, dar cultura al que carece de ella, corregir al que se encuentra en un error, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar un poquito más los defectos de los demás (así como eliminar los tuyos) y rogar a Dios por los vivos y por los muertos, (he dicho rogar, no acordarnos de ellos).

Quitando esta última para aquellos que no crean tener un Dios al que rogar, sospecho que tenemos un escaparate de posibles actividades que nos hagan ser mejor persona y sentirnos útiles para los demás.

Ahí queda eso. A elegir lo que nos convenga. ¡Qué bien estaban hechos los catecismos! 

Obras son amores...

Estamos a punto de iniciar un nuevo curso de actividades, así que aprovecho el “segmento” para elucubrar
Manuel Montes Cleries
jueves, 5 de septiembre de 2019, 12:07 h (CET)

Ciertamente los mayores tenemos la memoria lejana más presente que la cercana. Muchas veces recordamos aquello que estudiamos “de memoria” en la infancia y que después vuelve a nuestras mentes, como una cantinela nemotécnica a la que ahora vemos su utilidad.

En este caso me voy a referir a la planificación del mucho tiempo libre que tenemos los “jubiletas”. Además del desempeño de las sagradas labores de “la bolsa”, el cuidado de los nietos y los correspondientes a nuestra edad, sexo y condición, debemos hacer ejercicio a diario y acordarnos un poco de los demás.

Y ahí aparece el catecismo que se nos inculcó a marcha martillo en nuestra infancia. Aquellas “obras de misericordia” que son un vergel en el que descubrir nuestra solidaridad con los demás. Como recordaréis se dividían en siete espirituales y siete corporales.

Supongo que aquellos no creyentes que me sigan, en este momento cesarán de leerme. Pues no lo hagan. Observen como recogen los principios de solidaridad y ayuda a los demás que enriquecen nuestra actividad como personas. Voy a intentar demostrarlo.

Paliar la hambruna, llevar agua a donde no la hay, procurar ropas al que no la tiene, acoger al extranjero, visitar y cuidar a los enfermos, visitar a los presos y acompañar a los parientes de los difuntos. Estas son las obras de misericordia corporales.

Las espirituales son: Aconsejar bien al que lo necesita, dar cultura al que carece de ella, corregir al que se encuentra en un error, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar un poquito más los defectos de los demás (así como eliminar los tuyos) y rogar a Dios por los vivos y por los muertos, (he dicho rogar, no acordarnos de ellos).

Quitando esta última para aquellos que no crean tener un Dios al que rogar, sospecho que tenemos un escaparate de posibles actividades que nos hagan ser mejor persona y sentirnos útiles para los demás.

Ahí queda eso. A elegir lo que nos convenga. ¡Qué bien estaban hechos los catecismos! 

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