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¿Se puede?

No se trata de pedir permiso para entrar. Me refiero a la “cuesta de septiembre” del síndrome posvacacional
Manuel Montes Cleries
jueves, 29 de agosto de 2019, 10:58 h (CET)

En estos días se habla mucho del malestar producido por la vuelta a la realidad tras las vacaciones. Ansiedad, depresión, dolores de cabeza, falta de apetito, dificultades para la concentración… Un rosario de pequeñas dolencias que no son otra cosa que la dura vuelta a la realidad de cada día, suspendida durante el periodo del “dolce far niente”.

Hace años, un viejo mentor mío: D. Ángel Rodríguez Vega, cuando era acosado por alguien que le hablaba de su dificultad para superar una adversidad, después de pararse, templar y mandar, sentenciaba: Se puede.

Todas las adversidades de la vida se pueden superar. Es cuestión de paciencia y de tiempo. No es necesario ser el Santo Job para entender esto. La vida te marca, pero la vida también te ayuda a superar las adversidades con la puesta en práctica de la fe y la esperanza.

Sin seguir por este camino tan trascendente, me voy a parar ahora en nuestro segmento de plata. Los “jubiletas” también tenemos vacaciones en nuestras obligaciones diarias: cuidar nietos y enfermos, hacer recados, trabajos en voluntariado, mejorar nuestra forma física y mental. Tantas tareas que nos mantienen ocupados la mayor parte del día y, a veces, de la noche.

En ocasiones, esta cotidianidad nos viene larga. La vuelta a las labores de cada día se nos hace algo dura y tenemos la tentación de alejarnos de ellas. En esos momentos es bueno recordar el trípode que sostiene nuestro equilibrio y, en base a ello, medir el trabajo, la oración y la formación. No cargarnos demasiado de responsabilidades (la herejía de la acción), ni convertirnos en una rata de sacristía en la que “se está muy bien”.

Ser felices… haciendo felices a los demás. Casi ná. Como decía Don Ángel. Se puede.

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De las distintas burocracias públicas, ya sean de mayor o menor nivel en la escala de mando sobre la ciudadanía, alguien podría decir que se encuentran en la línea del progreso de moda. Baste añadir que cumplen con este propósito, porque disponen de una página web para atender mejor a la gente.

¿Hemos perdido o estamos en trance de perder competencias memorísticas? Mala noticia en ese caso, pues la memoria actúa como argamasa de nuestro yo y como fundamento de los procesos cognitivos. Ya hace casi seis décadas que Frances Amelia Yates, historiadora británica, publicó un libro titulado “El arte de la memoria”, en el que desgranaba las distintas técnicas de memorización o recuerdo utilizadas a lo largo del tiempo.

Surge el comentario de hoy desde las actitudes adoptadas en relación con las actividades diarias, con especial referencia a la velocidad y precipitación de las acciones; causantes de tantos agobios como imprecisiones y olvidos, sin tiempo para el mínimo remanso reflexivo. Todo ello se refleja en el lenguaje, suele ser muy expresivo en esos trances, con el uso de muletillas reiterativas, por la amputación progresiva de frases y palabras, en un balbuceo constante.

 
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