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Un mundo feliz

Francisco Rodríguez
Francisco Rodríguez
miércoles, 12 de julio de 2006, 22:14 h (CET)
En 1931 Aldous Huxley escribió su novela Un Mundo Feliz en la que anticipaba un mundo de horror para el siglo “VII después de Ford.” En este mundo todo había cambiado. Sería un estado totalitario en el que los jefes políticos todopoderosos y su ejército de colaboradores gobernarían una población de esclavos sobre los cuales no sería necesario ejercer coerción alguna por cuanto amarían su servidumbre. Sería el Estado Mundial bajo la divisa “Comunidad, Identidad, Estabilidad.”

Los hombres de este mundo “feliz” eran fabricados en un “Centro de Incubación y Condicionamiento”. Avanzadas técnicas hacían posible crear personas de diferentes tipos, funcionarios “predestinadores” decidían, desde el principio del proceso de incubación, las funciones diferentes para las cuales estarían perfectamente condicionados. Ingenieros, mineros, barrenderos o funcionarios, su futuro quedaba genéticamente establecido. El método “Bokanovsky”, considerado como uno de los mayores instrumentos de estabilidad social, hacía posible conseguir hasta noventa y seis mellizos exactamente iguales para realizar trabajos idénticos. El funcionamiento de esta nueva forma de reproducción había sido posible gracias a un cambio moral absoluto. La reproducción vivípara era considerada salvaje y obscena, muestra de un estado de barbarie ya superado. Quienes seguían con tan bárbaras costumbres eran internados en reservas acotadas para salvajes. Las palabras padre o madre estaban definitivamente proscritas. Además de la manipulación genética los niños seguían siendo condicionados para sus tareas específicas mediante la “hipnopedia”, enseñanza repetitiva a través del sueño. Desde su infancia eran impulsados a realizar juegos eróticos como forma de socialización. La fórmula “todos pertenecemos a todos” establecía como regla la promiscuidad ya que una relación exclusiva se consideraría inmoral. Las personas realizaban sin protesta los trabajos para los que habían sido programadas y recibían cada día una ración de “soma”, una droga que los transportaba a un mundo de sueños gratificantes. Cualquier problema podía solucionarse aumentando la dosis del narcótico.

Hacia 1960 el autor escribió su libro Nueva visita a un mundo feliz, en el que se mostraba alarmado al comprobar que las horribles anticipaciones que había imaginado para dentro de 600 años estaban llegando a gran velocidad. Se estaban implantando en el mundo sin una oposición apreciable y pedía que se iniciara con urgencia una educación para la libertad en lugar de la servidumbre.

Si por nuestra parte hacemos hoy una visita a nuestro mundo feliz la alarma tendría que ser más intensa. La procreación está fuertemente cuestionada. La aceptación social del aborto que empezó como despenalización, se ha convertido en un derecho de la mujer a disponer de su cuerpo. Se ha justificado la contracepción y el aborto por los peligros de la superpoblación, se condicionan las ayudas económicas de los países ricos a los pobres a que adopten medidas de disminución de la natalidad. Un país gigante como China persigue y condena a quienes tengan más de un hijo. Al mismo tiempo las técnicas de reproducción asistida, el ofrecimiento de retribución a los donantes de óvulos o semen, la manipulación de embriones, la utilización de las células madre de tales embriones para experimentación clínica, es decir, fecundación de embriones para utilizarlos como medicamento, los avances en el estudio del mapa genético. Todo esto se está desarrollando ante nuestros ojos y está yendo en la dirección imaginada por Huxley.

El cambio moral también se está desarrollando ante nosotros. Se trata de acallar a todas las instituciones que puedan oponerse a esta deriva de la “ciencia” mediante un desprestigio sistemático de su papel social ya que lo social quiere ser ocupado exclusivamente por estas nuevas fuerzas. El pudor, la virtud, el respeto al propio cuerpo para entregarlo como don en exclusiva y de forma permanente son ridiculizados. El matrimonio se ha trivializado al incluir bajo este nombre otras uniones y cada vez resulta más frágil. El divorcio simboliza claramente el rechazo social a cualquier compromiso definitivo. Se incentiva descaradamente la promiscuidad, la infidelidad, el uso irresponsable de la sexualidad. Una nueva moral en lo que el “bien” es la satisfacción inmediata de los deseos y el “mal” todo aquello que se le oponga.

La hipnopedia que decía Huxley como medio educativo y de control de las personas ha sido sustituida por la degradación de la enseñanza y la eliminación del esfuerzo personal. No te esfuerces en nada ya que tienes derecho a todo, parece ser la consigna.

El soma como medio de mantener a la gente dormida ya está aquí. Cada vez hay más voces que piden la legalización de las drogas e incluso ya se están dispensando por la administración en algunos casos que se irán ampliando. El alcohol, el éxtasis, la cocaína, van siendo consumidos cada vez más por los jóvenes, sin rechazo social.

Ciertamente el espantoso mundo imaginado por Huxley para dentro de 600 años está llegando ya. Salvo que reaccionemos de forma decidida para reivindicar la libertad, terminaremos en la esclavitud del consumo, de la “ciencia” manipuladora al servicio de intereses económicos, de una organización política dedicada al disfrute de su propio poder y no a la búsqueda del bien común, de una perversión absoluta de las palabras y de la moral.

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