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Hacía muchos años que no recibía una carta manuscrita

La carta

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Se trataba de un escrito procedente de un viejo amigo que es un poco mayor que yo. Hemos compartido muchas vivencias, especialmente en el campo del servicio a los demás. Se trata de un hombre sencillo, trabajador infatigable y con la fe del carbonerillo.

Mi amigo –cuya nombre omito por respeto- está pasando una mala racha. No se trata de problemas personales, sino de su percepción de la situación del mundo en general. En su escrito se hace una pregunta: “¿Cómo está el mundo? Sobre todo en España. ¿Qué pasa con la política, la Fe, la Iglesia o la familia?”. Continúa preguntándose: “¿Hacia donde vamos?, veo los telediarios, la situación de los matrimonios rotos, los nuevos tipos de familia y recuerdo como lo pronosticábamos en nuestros encuentros con los emigrantes”. Termina diciéndome que no tiene “celular” ni sabe entenderse con el Internet.

Así que no he tenido más remedio de contestarle por correo postal (que antiguo). Después temiendo que no le llegara la carta, me he apresurado a visitarle. Tanto en mi carta como en mi visita le he dicho lo mismo. Le he manifestado la certeza de que los mayores, más que nadie, tenemos que estar muy atentos a los signos de los tiempos. Esto conlleva el aceptar las nuevas situaciones de todo tipo, aunque no las compartamos. El dejar de ser analfabetos mediáticos –lo cual no es nada difícil- y seguir practicando la técnica del ejemplo y el boca a boca.

También a nosotros nos chirrió al principio la finalización del franquismo, la transición, el paso de la familia patriarcal a la nuclear, la guerra fría, el Vietnam, el muro de Berlín, la guerra en el cono sur de América o la crisis de los misiles en Cuba. Veíamos con temor la llegada de los partidos políticos y las manifestaciones. Después hemos visto que no eran tan fieros los leones como nos los pintaban.

El recientemente fallecido sabio y hombre de sentido común demostrado, Eduard Punset, manifestaba que “la felicidad se basa en la ausencia del miedo”. Siempre que ha “llovío” ha “escampío”. Todos los tiempos pasados no han sido mejores, ni los actuales los peores. Creo que los mayores -a los que nos queda menos tiempo de vivir, por razones naturales y de edad- lo que tenemos que hacer es aprovechar cada día viviéndolo a tope y disfrutando de nuestra jubilación (palabra que viene de júbilo) gozando de nuestras familias y ayudando en lo posible a nuestro pequeño o gran mundo.

Carpe diem, decían los latinos, vive el momento y deja el futuro en las manos de Dios. Pero sobre todo no magnifiquemos la situación, sino afrontémosla con valentía. No tengamos miedo a la muerte… ni tampoco a la vida.

La carta

Hacía muchos años que no recibía una carta manuscrita
Manuel Montes Cleries
jueves, 6 de junio de 2019, 16:41 h (CET)

Se trataba de un escrito procedente de un viejo amigo que es un poco mayor que yo. Hemos compartido muchas vivencias, especialmente en el campo del servicio a los demás. Se trata de un hombre sencillo, trabajador infatigable y con la fe del carbonerillo.

Mi amigo –cuya nombre omito por respeto- está pasando una mala racha. No se trata de problemas personales, sino de su percepción de la situación del mundo en general. En su escrito se hace una pregunta: “¿Cómo está el mundo? Sobre todo en España. ¿Qué pasa con la política, la Fe, la Iglesia o la familia?”. Continúa preguntándose: “¿Hacia donde vamos?, veo los telediarios, la situación de los matrimonios rotos, los nuevos tipos de familia y recuerdo como lo pronosticábamos en nuestros encuentros con los emigrantes”. Termina diciéndome que no tiene “celular” ni sabe entenderse con el Internet.

Así que no he tenido más remedio de contestarle por correo postal (que antiguo). Después temiendo que no le llegara la carta, me he apresurado a visitarle. Tanto en mi carta como en mi visita le he dicho lo mismo. Le he manifestado la certeza de que los mayores, más que nadie, tenemos que estar muy atentos a los signos de los tiempos. Esto conlleva el aceptar las nuevas situaciones de todo tipo, aunque no las compartamos. El dejar de ser analfabetos mediáticos –lo cual no es nada difícil- y seguir practicando la técnica del ejemplo y el boca a boca.

También a nosotros nos chirrió al principio la finalización del franquismo, la transición, el paso de la familia patriarcal a la nuclear, la guerra fría, el Vietnam, el muro de Berlín, la guerra en el cono sur de América o la crisis de los misiles en Cuba. Veíamos con temor la llegada de los partidos políticos y las manifestaciones. Después hemos visto que no eran tan fieros los leones como nos los pintaban.

El recientemente fallecido sabio y hombre de sentido común demostrado, Eduard Punset, manifestaba que “la felicidad se basa en la ausencia del miedo”. Siempre que ha “llovío” ha “escampío”. Todos los tiempos pasados no han sido mejores, ni los actuales los peores. Creo que los mayores -a los que nos queda menos tiempo de vivir, por razones naturales y de edad- lo que tenemos que hacer es aprovechar cada día viviéndolo a tope y disfrutando de nuestra jubilación (palabra que viene de júbilo) gozando de nuestras familias y ayudando en lo posible a nuestro pequeño o gran mundo.

Carpe diem, decían los latinos, vive el momento y deja el futuro en las manos de Dios. Pero sobre todo no magnifiquemos la situación, sino afrontémosla con valentía. No tengamos miedo a la muerte… ni tampoco a la vida.

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