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El Opus Dei no es una realidad jerárquica sino carismática

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (XXV)

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Estamos comentando una carta muy poco conocida, pero esencial, del Papa, la Iuvenescit Ecclesia, de 14 de junio de 2016.


La carta está acabando. Dentro del último apartado mencionado, sobre la práctica concreta de la relación entre los dones jerárquicos y carismáticos, en el número 23 de la carta, esto es, en el penúltimo, cuando parece que no se ha hecho otra cosa que especular de modo abstracto, se descuelga el Papa con lo siguiente:


"Formas de reconocimiento eclesial

23. El presente documento tiene por objeto aclarar la posición teológica y eclesiológica de las nuevas agregaciones eclesiales a partir de la relación entre dones jerárquicos y carismáticos, para favorecer la individuación concreta de las modalidades más adecuadas para su reconocimiento eclesial. El actual Código de Derecho Canónico prevé diversas formas jurídicas de reconocimiento de las nuevas realidades eclesiales que hacen referencia a los dones carismáticos. Tales formas deben considerarse cuidadosamente[116], evitando situaciones que no tenga en adecuada consideración ya sea los principios fundamentales del derecho que la naturaleza y la peculiaridad de las distintas realidades carismáticas.


Desde el punto de vista de la relación entre los diversos dones jerárquicos y carismáticos es necesario respetar dos criterios fundamentales que deben ser considerados inseparablemente: a) el respeto por las características carismáticas de cada uno de los grupos eclesiales, evitando forzamientos jurídicos que mortifiquen la novedad de la cual la experiencia específica es portadora. De este modo se evitará que los diversos carismas puedan considerarse como recursos no diferenciados dentro de la Iglesia. b) El respeto del regimen eclesial fundamental, favoreciendo la promoción activa de los dones carismáticos en la vida de la Iglesia universal y particular, evitando que la realidad carismática se conciba paralelamente a la vida de la Iglesia y no en una referencia ordenada a los dones jerárquicos".


COMENTARIO: Estas palabras del Papa son un claro aviso a navegantes para que cada carisma no sea forzado jurídicamente con lo que no es, y para evitar concebir los carismas al margen de la jerarquía. ¿A quién van dirigidas? Parece que es un brindis al sol, porque tras el número 23 llega la Conclusión de la Carta, con un elogio a María Santísima. Sin embargo, a mitad de ese punto 23, vemos la nota 116 a pie de página. ¿Qué dice?

Pues la nota a pie de página 116 de la Carta Iuvenescit Ecclesia dice, nada más y nada menos, que esto:


[116] "La forma jurídica más simple para el reconocimiento de las realidades eclesiales de naturaleza carismática es la de la Asociación de fieles (cf. Código de Derecho Canónico, can. 321 – 326; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 573, § 2-583). Sin embargo, es bueno considerar atentamente también las otras formas jurídicas con sus propias características específicas, como por ejemplo las Asociaciones públicas de fieles (cf. Código de Derecho Canónico, can. 312 – 320; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 573, § 2-583), las Asociaciones de fieles “clericales” (cf. Código de Derecho Canónico, can. 302), los Institutos de vida

consagrada (cf. Código de Derecho Canónico, can. 573-730; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 410-571), las Sociedades de Vida apostólica (cf. Código de Derecho Canónico, can. 531-746; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 572) y las Prelaturas personales (cf. Código de Derecho Canónico, can. 294 – 297)".


En una palabra, que en este documento pontificio se deja meridianamente claro cuales son las realidades eclesiales de naturaleza carismática (y por tanto, no jerárquica): Las Asociaciones de fieles, las Asociaciones públicas de fieles, las Asociaciones de fieles "clericales", los Institutos de vida consagrada, las Sociedades de Vida apostólica y las Prelaturas personales. Es decir, que LAS PRELATURAS PERSONALES NO SON UNA REALIDAD ECLESIAL JERÁRQUICA, SINO CARISMÁTICA. Como quiera que hasta ahora la única prelatura personal existente en la Iglesia Católica es el Opus Dei, si razonamos bien concluiremos que el Opus Dei no es una realidad jerárquica sino carismática.


Esto no es nada nuevo, porque es exactamente lo que viene diciendo el Código de Derecho Canónico desde 1983. Lo que pasa es que viene bien que el Papa lo reitere, ya que hay quien no se ha enterado o no se quiere enterar. En ese sentido, la advertencia de la Carta contenida en el número 23, es elocuente para que nadie conciba su carisma (¿el Opus Dei?) al margen de la jerarquía y para que nadie fuerce jurídicamente su carisma (¿el Opus Dei?) con lo que no es.

Buen aviso a navegantes. Este Papa no da una puntada sin hilo.


Decía un amigo mío que no hay jesuita tonto. Creo que tiene razón.


Como podemos ver, el sistema de publicar una carta aparentemente inocente, y dirigida a una multitud, no solo es practicada por el prelado del Opus Dei ("esperando" que tal carta la lea el Papa), sino por el mismo Papa ("esperando" que tal carta la lea el prelado del Opus Dei en el día de su cumpleaños). Para quien no esté familiarizado con la diplomacia bimilenaria de la Iglesia, tiene aquí un buen ejemplo práctico de cómo se dicen las cosas, de manera suave, sin herir, pero con una claridad meridiana e inequívoca.


La Iuvenescit Ecclesia cayó en el Opus Dei como un jarro de agua fría, aunque externamente nadie hizo la más mínima alusión. Los canonistas de la Universidad de Navarra o de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz enmudecieron al instante. Todas esas publicaciones en las que se alardeaba de que el Opus Dei forma parte de la estructura jerárquica de la Iglesia, se han perdido (bueno, en realidad se pueden encontrar en las librerías de viejo).


Pocos meses después de esta carta, el 12 de diciembre de 2016, fallecería el prelado del Opus Dei Javier Echevarría.

Entiendo que esta actuación del Papa no debe tomarse como una animadversión hacia el Opus Dei, sino como un normal acto de gobierno por el que el Papa le recuerda a cada cual que debe estar en el sitio que ocupa en la Iglesia, y no otro, sin dedicarse a enredar o a conspirar, sino a actuar conforme a lo que se es.


Tras la muerte de Echevarría, el nuevo prelado, Fernando Ocáriz, elegido el 24 de enero de 2017, parece que no se enteró de por donde iba la fiesta, pues nada más ser nombrado prelado, se colocó los arreos episcopales (anillo, báculo, mitra, solideo y cruz pectoral), y como tal apareció en las primeras fotos públicas.


Probablemente un buen consejero le advertiría que no está el horno para bollos, y que una cosa es que las prerrogativas del prelado puedan recordar, en parte, al poder cuasi episcopal de la abadesa de las Huelgas, y otra bien distinta, que aparezca vestido de obispo cuando es un simple monseñor en una época en la que los monseñores están de capa caída.

Probablemente, Ocáriz hizo caso a ese buen consejero y en la primera audiencia ante el Santo Padre, ya como prelado del Opus Dei, compareció con un simple clerygman un poco arrugadillo y de medio pelo por el que sobresalía tímidamente la cadena de la cruz pectoral. La entrevista con el Papa duró apenas 20 minutos, todo un gesto elocuente de los nuevos tiempos.


Mientras que Javier Echevarría tardó en ser ordenado obispo ocho meses desde su elección como prelado, Ocáriz lleva ya año y medio, y no hay visos de que vaya a ser elevado a tan alta dignidad. Esto es otro gesto lleno de significado. El lenguaje de los gestos es muy importante.


Si a ello unimos el documento Iuvenescit Ecclesia, elaborado inequívocamente para un único destinatario, el Opus Dei, el siguiente paso, que hace temblar a esta institución en sus pretensiones, podría ser que el Santo Padre creara otras prelaturas personales y las hiciera cambiar de ubicación en el organigrama eclesial, pasándolas, de la Congregación para los Obispos, a la Congregación para el Clero. En la Iglesia, todo va despacio, pero el corrupto Baggio ya falleció hace años, y ahora los tiempos son otros.


Cuando eso llegue a suceder, si llega a suceder, significará un duro revés contra las pretensiones de poder del Opus Dei dentro de la Iglesia. Y además de ello, en las otras prelaturas personales que se creen en los próximos meses o años, el Opus Dei tendrá unos compañeros de viaje que no le gustarán nada, al menos, mediáticamente: La Fraternidad Sacerdotal de San Pío X (es decir, los ultraconservadores de Lefebre), el Movimiento Carismático, Comunión y Liberación, El Camino Neocatecumenal, Los Legionarios de Cristo, Los Focolares, y otras nuevas realidades eclesiales para las que la figura de prelatura personal pueda ser adecuada. Incluso hay otra realidad eclesial, que ya pidió en su día ser transformada en prelatura personal, pero Juan Pablo II no les dejó: La Compañía de Jesús.


San Josemaría estaba a rabiar cuando el Opus Dei era Instituto Secular porque las teresianas del Padre Poveda también se habían cobijado bajo esa forma jurídica. A la vuelta de los años, probablemente se verá el Opus Dei en situación parecida, a pesar de que desde hace muchos años, en el Opus Dei se considera la prelatura personal como "la forma jurídica definitiva".


Desconocen que en este mundo hay pocas cosas definitivas; se ve que en el Opus Dei hay poca perspectiva histórica porque hablar de "definitivo" refiriéndose a una construcción jurídica, resulta algo infantil. Lo importante de una institución de la Iglesia es servir a la Iglesia porque así se sirve a Jesucristo.


A mi modo de ver, con esta actuación continuada antijurídica, el propio Opus Dei se está perjudicando a sí mismo. En algún momento han pasado por momentos críticos, pero todavía no han sufrido ningún batacazo importante.

Sin embargo, los Jesuitas fueron suprimidos en el siglo XVIII, los franciscanos se dividieron en varias órdenes distintas (observantes, conventuales, mínimos, capuchinos), los Legionarios de Cristo han sido suprimidos y refundados, los Templarios desaparecieron víctimas de envidias por motivos económicos, etc.


El Opus Dei, a pesar de sus incongruencias y anacronismos, puede dar gracias de que todavía no se ha dividido en dos o en tres organizaciones distintas con el mismo carisma, pero todo puede llegar como siga así. Hay quien se ha dedicado a estimar el número de los que han abandonado el Opus Dei, y parecen sumar unos cien mil, más que los que todavía quedan dentro. Los directores del Opus Dei no han sido capaces de desmentir esto. Una cosa así no ha pasado nunca en la Iglesia Católica y debería dar que pensar a quienes gobiernan la prelatura.


Bastaría que tales ex miembros se organizaran y constituyeran un Opus Dei alternativo para que mucha gente se adscribiera a él y la nueva institución recibiera los parabienes de muchísimos obispos y probablemente del Papa, puesto que muchos de los que han abandonado, no lo han hecho por no estar de acuerdo con el carisma del Opus Dei, sino por el ambiente cerrado, axfisiante y ausente de caridad que han respirado dentro de la institución.


Si en vez de tanta política eclesiástica y tanto afán mundano, unido a idolatrar fanáticamente al fundador, se hubieran dedicado a poner en práctica su carisma, otra cosa mucho más buena serían hoy. No se si se darán cuenta de que, toda esa gente que no puede ver al Opus Dei en pintura, habiendo pertenecido a él, contrasta con los que pertenecieron a otras instituciones tales como franciscanos, salesianos, jesuitas, dominicos, trinitarios, etc, que no solo tienen buena relación con su antiguo instituto, sino que lo aman y colaboran con él. 

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (XXV)

El Opus Dei no es una realidad jerárquica sino carismática
Antonio Moya Somolinos
lunes, 2 de julio de 2018, 10:55 h (CET)

Estamos comentando una carta muy poco conocida, pero esencial, del Papa, la Iuvenescit Ecclesia, de 14 de junio de 2016.


La carta está acabando. Dentro del último apartado mencionado, sobre la práctica concreta de la relación entre los dones jerárquicos y carismáticos, en el número 23 de la carta, esto es, en el penúltimo, cuando parece que no se ha hecho otra cosa que especular de modo abstracto, se descuelga el Papa con lo siguiente:


"Formas de reconocimiento eclesial

23. El presente documento tiene por objeto aclarar la posición teológica y eclesiológica de las nuevas agregaciones eclesiales a partir de la relación entre dones jerárquicos y carismáticos, para favorecer la individuación concreta de las modalidades más adecuadas para su reconocimiento eclesial. El actual Código de Derecho Canónico prevé diversas formas jurídicas de reconocimiento de las nuevas realidades eclesiales que hacen referencia a los dones carismáticos. Tales formas deben considerarse cuidadosamente[116], evitando situaciones que no tenga en adecuada consideración ya sea los principios fundamentales del derecho que la naturaleza y la peculiaridad de las distintas realidades carismáticas.


Desde el punto de vista de la relación entre los diversos dones jerárquicos y carismáticos es necesario respetar dos criterios fundamentales que deben ser considerados inseparablemente: a) el respeto por las características carismáticas de cada uno de los grupos eclesiales, evitando forzamientos jurídicos que mortifiquen la novedad de la cual la experiencia específica es portadora. De este modo se evitará que los diversos carismas puedan considerarse como recursos no diferenciados dentro de la Iglesia. b) El respeto del regimen eclesial fundamental, favoreciendo la promoción activa de los dones carismáticos en la vida de la Iglesia universal y particular, evitando que la realidad carismática se conciba paralelamente a la vida de la Iglesia y no en una referencia ordenada a los dones jerárquicos".


COMENTARIO: Estas palabras del Papa son un claro aviso a navegantes para que cada carisma no sea forzado jurídicamente con lo que no es, y para evitar concebir los carismas al margen de la jerarquía. ¿A quién van dirigidas? Parece que es un brindis al sol, porque tras el número 23 llega la Conclusión de la Carta, con un elogio a María Santísima. Sin embargo, a mitad de ese punto 23, vemos la nota 116 a pie de página. ¿Qué dice?

Pues la nota a pie de página 116 de la Carta Iuvenescit Ecclesia dice, nada más y nada menos, que esto:


[116] "La forma jurídica más simple para el reconocimiento de las realidades eclesiales de naturaleza carismática es la de la Asociación de fieles (cf. Código de Derecho Canónico, can. 321 – 326; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 573, § 2-583). Sin embargo, es bueno considerar atentamente también las otras formas jurídicas con sus propias características específicas, como por ejemplo las Asociaciones públicas de fieles (cf. Código de Derecho Canónico, can. 312 – 320; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 573, § 2-583), las Asociaciones de fieles “clericales” (cf. Código de Derecho Canónico, can. 302), los Institutos de vida

consagrada (cf. Código de Derecho Canónico, can. 573-730; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 410-571), las Sociedades de Vida apostólica (cf. Código de Derecho Canónico, can. 531-746; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 572) y las Prelaturas personales (cf. Código de Derecho Canónico, can. 294 – 297)".


En una palabra, que en este documento pontificio se deja meridianamente claro cuales son las realidades eclesiales de naturaleza carismática (y por tanto, no jerárquica): Las Asociaciones de fieles, las Asociaciones públicas de fieles, las Asociaciones de fieles "clericales", los Institutos de vida consagrada, las Sociedades de Vida apostólica y las Prelaturas personales. Es decir, que LAS PRELATURAS PERSONALES NO SON UNA REALIDAD ECLESIAL JERÁRQUICA, SINO CARISMÁTICA. Como quiera que hasta ahora la única prelatura personal existente en la Iglesia Católica es el Opus Dei, si razonamos bien concluiremos que el Opus Dei no es una realidad jerárquica sino carismática.


Esto no es nada nuevo, porque es exactamente lo que viene diciendo el Código de Derecho Canónico desde 1983. Lo que pasa es que viene bien que el Papa lo reitere, ya que hay quien no se ha enterado o no se quiere enterar. En ese sentido, la advertencia de la Carta contenida en el número 23, es elocuente para que nadie conciba su carisma (¿el Opus Dei?) al margen de la jerarquía y para que nadie fuerce jurídicamente su carisma (¿el Opus Dei?) con lo que no es.

Buen aviso a navegantes. Este Papa no da una puntada sin hilo.


Decía un amigo mío que no hay jesuita tonto. Creo que tiene razón.


Como podemos ver, el sistema de publicar una carta aparentemente inocente, y dirigida a una multitud, no solo es practicada por el prelado del Opus Dei ("esperando" que tal carta la lea el Papa), sino por el mismo Papa ("esperando" que tal carta la lea el prelado del Opus Dei en el día de su cumpleaños). Para quien no esté familiarizado con la diplomacia bimilenaria de la Iglesia, tiene aquí un buen ejemplo práctico de cómo se dicen las cosas, de manera suave, sin herir, pero con una claridad meridiana e inequívoca.


La Iuvenescit Ecclesia cayó en el Opus Dei como un jarro de agua fría, aunque externamente nadie hizo la más mínima alusión. Los canonistas de la Universidad de Navarra o de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz enmudecieron al instante. Todas esas publicaciones en las que se alardeaba de que el Opus Dei forma parte de la estructura jerárquica de la Iglesia, se han perdido (bueno, en realidad se pueden encontrar en las librerías de viejo).


Pocos meses después de esta carta, el 12 de diciembre de 2016, fallecería el prelado del Opus Dei Javier Echevarría.

Entiendo que esta actuación del Papa no debe tomarse como una animadversión hacia el Opus Dei, sino como un normal acto de gobierno por el que el Papa le recuerda a cada cual que debe estar en el sitio que ocupa en la Iglesia, y no otro, sin dedicarse a enredar o a conspirar, sino a actuar conforme a lo que se es.


Tras la muerte de Echevarría, el nuevo prelado, Fernando Ocáriz, elegido el 24 de enero de 2017, parece que no se enteró de por donde iba la fiesta, pues nada más ser nombrado prelado, se colocó los arreos episcopales (anillo, báculo, mitra, solideo y cruz pectoral), y como tal apareció en las primeras fotos públicas.


Probablemente un buen consejero le advertiría que no está el horno para bollos, y que una cosa es que las prerrogativas del prelado puedan recordar, en parte, al poder cuasi episcopal de la abadesa de las Huelgas, y otra bien distinta, que aparezca vestido de obispo cuando es un simple monseñor en una época en la que los monseñores están de capa caída.

Probablemente, Ocáriz hizo caso a ese buen consejero y en la primera audiencia ante el Santo Padre, ya como prelado del Opus Dei, compareció con un simple clerygman un poco arrugadillo y de medio pelo por el que sobresalía tímidamente la cadena de la cruz pectoral. La entrevista con el Papa duró apenas 20 minutos, todo un gesto elocuente de los nuevos tiempos.


Mientras que Javier Echevarría tardó en ser ordenado obispo ocho meses desde su elección como prelado, Ocáriz lleva ya año y medio, y no hay visos de que vaya a ser elevado a tan alta dignidad. Esto es otro gesto lleno de significado. El lenguaje de los gestos es muy importante.


Si a ello unimos el documento Iuvenescit Ecclesia, elaborado inequívocamente para un único destinatario, el Opus Dei, el siguiente paso, que hace temblar a esta institución en sus pretensiones, podría ser que el Santo Padre creara otras prelaturas personales y las hiciera cambiar de ubicación en el organigrama eclesial, pasándolas, de la Congregación para los Obispos, a la Congregación para el Clero. En la Iglesia, todo va despacio, pero el corrupto Baggio ya falleció hace años, y ahora los tiempos son otros.


Cuando eso llegue a suceder, si llega a suceder, significará un duro revés contra las pretensiones de poder del Opus Dei dentro de la Iglesia. Y además de ello, en las otras prelaturas personales que se creen en los próximos meses o años, el Opus Dei tendrá unos compañeros de viaje que no le gustarán nada, al menos, mediáticamente: La Fraternidad Sacerdotal de San Pío X (es decir, los ultraconservadores de Lefebre), el Movimiento Carismático, Comunión y Liberación, El Camino Neocatecumenal, Los Legionarios de Cristo, Los Focolares, y otras nuevas realidades eclesiales para las que la figura de prelatura personal pueda ser adecuada. Incluso hay otra realidad eclesial, que ya pidió en su día ser transformada en prelatura personal, pero Juan Pablo II no les dejó: La Compañía de Jesús.


San Josemaría estaba a rabiar cuando el Opus Dei era Instituto Secular porque las teresianas del Padre Poveda también se habían cobijado bajo esa forma jurídica. A la vuelta de los años, probablemente se verá el Opus Dei en situación parecida, a pesar de que desde hace muchos años, en el Opus Dei se considera la prelatura personal como "la forma jurídica definitiva".


Desconocen que en este mundo hay pocas cosas definitivas; se ve que en el Opus Dei hay poca perspectiva histórica porque hablar de "definitivo" refiriéndose a una construcción jurídica, resulta algo infantil. Lo importante de una institución de la Iglesia es servir a la Iglesia porque así se sirve a Jesucristo.


A mi modo de ver, con esta actuación continuada antijurídica, el propio Opus Dei se está perjudicando a sí mismo. En algún momento han pasado por momentos críticos, pero todavía no han sufrido ningún batacazo importante.

Sin embargo, los Jesuitas fueron suprimidos en el siglo XVIII, los franciscanos se dividieron en varias órdenes distintas (observantes, conventuales, mínimos, capuchinos), los Legionarios de Cristo han sido suprimidos y refundados, los Templarios desaparecieron víctimas de envidias por motivos económicos, etc.


El Opus Dei, a pesar de sus incongruencias y anacronismos, puede dar gracias de que todavía no se ha dividido en dos o en tres organizaciones distintas con el mismo carisma, pero todo puede llegar como siga así. Hay quien se ha dedicado a estimar el número de los que han abandonado el Opus Dei, y parecen sumar unos cien mil, más que los que todavía quedan dentro. Los directores del Opus Dei no han sido capaces de desmentir esto. Una cosa así no ha pasado nunca en la Iglesia Católica y debería dar que pensar a quienes gobiernan la prelatura.


Bastaría que tales ex miembros se organizaran y constituyeran un Opus Dei alternativo para que mucha gente se adscribiera a él y la nueva institución recibiera los parabienes de muchísimos obispos y probablemente del Papa, puesto que muchos de los que han abandonado, no lo han hecho por no estar de acuerdo con el carisma del Opus Dei, sino por el ambiente cerrado, axfisiante y ausente de caridad que han respirado dentro de la institución.


Si en vez de tanta política eclesiástica y tanto afán mundano, unido a idolatrar fanáticamente al fundador, se hubieran dedicado a poner en práctica su carisma, otra cosa mucho más buena serían hoy. No se si se darán cuenta de que, toda esa gente que no puede ver al Opus Dei en pintura, habiendo pertenecido a él, contrasta con los que pertenecieron a otras instituciones tales como franciscanos, salesianos, jesuitas, dominicos, trinitarios, etc, que no solo tienen buena relación con su antiguo instituto, sino que lo aman y colaboran con él. 

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