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Nadie debiera olvidar su parte de su respectiva responsabilidad respecto a los resultados de la descolonización

Quienes colonizaron debieran aceptar su responsabilidad ante la migración

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Resulta curioso que los países europeos que más se lucraron de sus colonias africanas, ahora sean los que más ascos parece que les hacen a recibir a aquellos emigrantes que vienen huyendo de los estados fallidos existentes en aquellos lugares donde, muchos de ellos, estuvieron colonizando desde mediados del siglo XVIII hasta mediados del Siglo XX, en el que las dos guerras europeas, convertidas en mundiales, la de 1914 y la de 1939, finalizaron con la victoria de los aliados; lo que modificó el reparto de tierras africanas en favor de los vencedores de ambas contiendas. Lo que, en un principio, se limitaron a ser puertos o cabezas de puente que el comercio de las naciones europeas mantenía en las costas africanas para comerciar con los pequeños reinos y califatos autóctonos, pronto, la codicia de los comerciantes hizo que las naciones europeas pensaran que podrían explotar mejor las inmensas riquezas naturales de aquellos pueblos, si los colonizaban. La realidad fue que no tardó en iniciarse una carrera, entre las naciones europeas para apoderarse de aquellas pequeñas naciones inermes ante las armas y la fuerza de las poderosas potencias europeas, para hacerse con grandes extensiones del continente africano, sin más limitaciones que las que les ponían los otros colonizadores que pretendían sacar su tajada de la ocupación de aquellas tierras que se disponían a explotar contando con el trabajo sus habitantes oriundos, sin que ello supusiera para aquellas pobres gentes más que una forma encubierta de esclavitud.


Una narración de lo que sucedió con motivo de la colonización llevada a cabo por las grandes potencias europeas, resume así lo ocurrido en aquellos países africanos sojuzgados: “Durante interminables décadas el continente africano vio cómo sus minas se vaciaban y sus árboles se cortaban, para beneficio de unos extranjeros blancos que tenían el poder de la tecnología.” Y aquí podríamos añadir “y de la fuerza de las armas y la brutalidad de aquellos que disponían de ellas”. Lo curioso es que, si queremos recordar aquel reparto colonial que tuvo lugar en el continente africano, veremos que los verdaderos saqueadores de aquellas tierras salvajes, sólo fueron, en realidad unos pocos países europeos los que se llevaron la parte del león en aquel injusto reparto, especialmente para los nativos que pasaron de ser independientes a caer bajo la zarpa de explotadores, negreros y déspotas que ocuparon aquellos territorios con mano dura, imponiendo a la ciudadanía un régimen semejante a la esclavitud.


Francia fue la que acaparó la mayor parte del botín haciéndose con la casi totalidad del actual Marruecos (menos una pequeña franja en el norte que estuvo bajo el protectorado español), la actual Argelia, Túnez, la parte conocida como el África occidental francesa junto a la conocida como África ecuatorial francesa, incluida la gran isla de Madagascar en la parte este del continente africano. Alemania colonizó la franja oriental de Costa de Oro, el actual Camerún, África occidental del sudoeste y otra gran zona en la parte este, conocida como África oriental alemana. Bélgica, por su parte, se hizo con un amplio territorio en el centro del continente, donde está ubicada la República del Congo mientras Portugal colonizó la actual Angola y en la parte este del continente la zona de la república de Mozambique. Inglaterra fiel a su tradicional política expansionista por todo el mundo, no se quedó atrás en cuanto se trató de hacerse con su porción del continente ocupando la parte central del cono sur africano donde hoy está ubicada la Unión Sudafricana, Egipto (África Oriental británica), la Somalia británica y, en Asia Menor, el protectorado de Omán. Italia no consiguió hacerse con Etiopía que, bajo el mando del emperador Manelic II consiguió impedir que las tropas expedicionarias enviadas de la metrópoli consiguieran apoderarse del país, infringiéndoles una humillante derrota; no obstante, si ocuparon la Somalia italiana, la Tripolitania y una estrecha zona, Eritrea, lindante con la Etiopía oriental y el mar Rojo.


La descolonización vino cuando las colonias, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, se convirtieron en una carga para las respectivas metrópolis. El proceso, relatado por los historiadores, se puede describir tal y como uno de ellos dejó escrito: “En la mayoría de las colonias británicas y francesas la transición a la independencia se produjo de manera pacífica, a excepción de la sangrienta Guerra de Independencia de Argelia (1954-1962). Otros países también requirieron el uso de las armas para conseguir librarse de sus ocupadores, como en el caso de la Guerra colonial portuguesa (1961-1975).”


Cuando ahora vemos como el RU se ha querido escaquear del problema migratorio recurriendo, en último extremo, al llamado brexit, espoleado por el rechazo a ir aceptando más inmigrantes que se le venían colando a través del túnel subterráneo del paso de Calais desde Francia; cuando es evidente que este país, durante años, se estuvo beneficiando de la explotación de los países de donde ahora nos llegan las grandes invasiones migratorias; nos hace pensar que algo no funciona en este tema cuando países, como España, que apenas hemos tenido presencia en África, venimos siendo el objetivo de una parte importante de los que quieren huir de la miseria propiciada por los gobiernos que sucedieron a la descolonización, muchos de ellos dictatoriales y de tendencias izquierdistas. Los países resultantes del largo proceso de descolonización, en muchas ocasiones, no se corresponden a los territorios que ocupaban las etnias y civilizaciones de antes de ser colonizados, lo que ha dado lugar al estallido de trágicos conflictos civiles, alimentados a la vez por los negocios de tráfico de armas y la minería. Todo ello ha dado lugar al empobrecimiento endémico de sus ciudadanos como causa principal, unida a las enfermedades y la inseguridad, a la gran avalancha migratoria que se dirige hacia Europa.


Lo mismo se puede decir de Alemania o esta Bélgica desconcertante, que se niega a reconocer el derecho de nuestros tribunales a reclamar la extradición de los delincuentes que se fugaron de España (como es el caso del señor Puigdemont) y que, no obstante, su paso como potencia colonizadora en el Congo no tuvo nada de edificante ni, mucho menos, de respeto por los derechos humanos de los ciudadanos oriundos, sobre los que ejercieron un tiránico poder. Quizá, el señor Macron, al que respetamos como jefe de Estado de la nación vecina y persona de evidente capacidad para la política, en este caso de la migración, debiera tener en cuenta que su país, Francia, fue uno de los que más se benefició de sus colonias en África, tanto por ser las más extensas en superficie de todas ellas, como por las riquezas que su país sacó de la explotación de aquellas tierras africanas, especialmente cuando se deban plantear las condiciones que se van a establecer para la futura recepción, forzosamente controlada y, evidentemente limitada, en todo caso, a las posibilidades de cada país para hacerse cargo de las invasiones que se vienen anunciando, en forma de oleadas de inmigrantes que, el efecto llamada producido por actitudes, como la de nuestro propio gobierno, han causado en todo el continente africano y en los traficantes de personas interesados en ello, que ya se da por descontado que se van a producir en los próximos meses; especialmente en dirección a nuestra frontera africana, por donde se nos vienen colando, a través de las fronteras de Ceuta y Melilla y también mediante pateras que salen de Libia y otras partes de la costa norte de África.


Nadie debiera olvidar su parte de su respectiva responsabilidad respecto a los resultados de la descolonización. No olvidemos que, en África, una parte importante de las que se llevaron a cabo fueron consensuadas y sin derramamiento de sangre, dejándoles a los ciudadanos de los países que recobraron su “libertad” en unas condiciones en las que, la posibilidad de la implantación de una democracia, al estilo de las que conocemos en Europa, eran prácticamente imposibles dadas las distintas tribus, etnias y caciques que se debían poner de acuerdo, algo que, en la mayoría de casos, resultó ser imposible y, como consecuencia, las luchas por el poder ayudaron a que muchas de aquellas naciones acabaran convertidas en dictaduras impuestas por el tirano más fuerte que, como ha venido sucediendo, se han ido apoderando de todas las ayudas que les han ido llegando, en ocasiones importantes, desde los distintos países y otros organismos como la ONU, la FAO o las distintas ONG, que con espíritu caritativo han intentado, evidentemente que sin conseguirlo, acabar con el hambre y la miseria en dichas regiones.


Lo que es obvio que no puede ocurrir es que toda la población africana o una parte importante de ella, que sufre miseria, pueda llegar a ser absorbida por Europa ni que, todas las naciones europeas se encuentren en las mismas condiciones para poder asumir la llegada de cantidades importantes de inmigrantes. Si, como ya ha sucedido, cuando se han establecido cupos para cada país, el resultado ha sido un desastre; lo que no se puede defender es que se siga hablando indefinidamente del tema y no se llegue a resolver nada mientras países como Italia o España, tienen que apechugar con todos los migrantes que quieren entrar por sus fronteras que no son solamente las del sur, sino que también llegan camuflados de turistas o visitantes por vía aérea o marítima, gran cantidad de inmigrantes de procedencia desconocida que, sin embargo, se acomodan en nuestra nación, se aprovechan de nuestra Seguridad Social y de nuestra Sanidad y se convierten en personas que viven en nuestras ciudades, en muchos casos de la delincuencia, de la limosna o del comercio ilícito, como es el caso de los manteros, que vegetan y perjudican a los comerciantes en la ciudad de Barcelona, con el beneplácito y consentimiento de la señora Colau, la alcaldesa de la ciudad y antigua activista en contra de la propiedad privada.


O así es como señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, creo que hay naciones europeas que tienen una responsabilidad añadida en cuanto al tema de la migración, que no termina en asumir las mismas obligaciones solidarias con la llegada de migrantes que las que les corresponden al resto de países de la UE, sino que debieran aceptar un especial deber de acogida respecto a quienes proceden, precisamente, de aquellos países africanos en los que estuvieron como colonizadores y de los que, durante los años que los tuvieron bajo su responsabilidad, los fueron exprimiendo sin compasión hasta dejarlos en la miseria. Algo sobre lo que Bruselas debiera de reflexionar.

Quienes colonizaron debieran aceptar su responsabilidad ante la migración

Nadie debiera olvidar su parte de su respectiva responsabilidad respecto a los resultados de la descolonización
Miguel Massanet
miércoles, 27 de junio de 2018, 06:32 h (CET)

Resulta curioso que los países europeos que más se lucraron de sus colonias africanas, ahora sean los que más ascos parece que les hacen a recibir a aquellos emigrantes que vienen huyendo de los estados fallidos existentes en aquellos lugares donde, muchos de ellos, estuvieron colonizando desde mediados del siglo XVIII hasta mediados del Siglo XX, en el que las dos guerras europeas, convertidas en mundiales, la de 1914 y la de 1939, finalizaron con la victoria de los aliados; lo que modificó el reparto de tierras africanas en favor de los vencedores de ambas contiendas. Lo que, en un principio, se limitaron a ser puertos o cabezas de puente que el comercio de las naciones europeas mantenía en las costas africanas para comerciar con los pequeños reinos y califatos autóctonos, pronto, la codicia de los comerciantes hizo que las naciones europeas pensaran que podrían explotar mejor las inmensas riquezas naturales de aquellos pueblos, si los colonizaban. La realidad fue que no tardó en iniciarse una carrera, entre las naciones europeas para apoderarse de aquellas pequeñas naciones inermes ante las armas y la fuerza de las poderosas potencias europeas, para hacerse con grandes extensiones del continente africano, sin más limitaciones que las que les ponían los otros colonizadores que pretendían sacar su tajada de la ocupación de aquellas tierras que se disponían a explotar contando con el trabajo sus habitantes oriundos, sin que ello supusiera para aquellas pobres gentes más que una forma encubierta de esclavitud.


Una narración de lo que sucedió con motivo de la colonización llevada a cabo por las grandes potencias europeas, resume así lo ocurrido en aquellos países africanos sojuzgados: “Durante interminables décadas el continente africano vio cómo sus minas se vaciaban y sus árboles se cortaban, para beneficio de unos extranjeros blancos que tenían el poder de la tecnología.” Y aquí podríamos añadir “y de la fuerza de las armas y la brutalidad de aquellos que disponían de ellas”. Lo curioso es que, si queremos recordar aquel reparto colonial que tuvo lugar en el continente africano, veremos que los verdaderos saqueadores de aquellas tierras salvajes, sólo fueron, en realidad unos pocos países europeos los que se llevaron la parte del león en aquel injusto reparto, especialmente para los nativos que pasaron de ser independientes a caer bajo la zarpa de explotadores, negreros y déspotas que ocuparon aquellos territorios con mano dura, imponiendo a la ciudadanía un régimen semejante a la esclavitud.


Francia fue la que acaparó la mayor parte del botín haciéndose con la casi totalidad del actual Marruecos (menos una pequeña franja en el norte que estuvo bajo el protectorado español), la actual Argelia, Túnez, la parte conocida como el África occidental francesa junto a la conocida como África ecuatorial francesa, incluida la gran isla de Madagascar en la parte este del continente africano. Alemania colonizó la franja oriental de Costa de Oro, el actual Camerún, África occidental del sudoeste y otra gran zona en la parte este, conocida como África oriental alemana. Bélgica, por su parte, se hizo con un amplio territorio en el centro del continente, donde está ubicada la República del Congo mientras Portugal colonizó la actual Angola y en la parte este del continente la zona de la república de Mozambique. Inglaterra fiel a su tradicional política expansionista por todo el mundo, no se quedó atrás en cuanto se trató de hacerse con su porción del continente ocupando la parte central del cono sur africano donde hoy está ubicada la Unión Sudafricana, Egipto (África Oriental británica), la Somalia británica y, en Asia Menor, el protectorado de Omán. Italia no consiguió hacerse con Etiopía que, bajo el mando del emperador Manelic II consiguió impedir que las tropas expedicionarias enviadas de la metrópoli consiguieran apoderarse del país, infringiéndoles una humillante derrota; no obstante, si ocuparon la Somalia italiana, la Tripolitania y una estrecha zona, Eritrea, lindante con la Etiopía oriental y el mar Rojo.


La descolonización vino cuando las colonias, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, se convirtieron en una carga para las respectivas metrópolis. El proceso, relatado por los historiadores, se puede describir tal y como uno de ellos dejó escrito: “En la mayoría de las colonias británicas y francesas la transición a la independencia se produjo de manera pacífica, a excepción de la sangrienta Guerra de Independencia de Argelia (1954-1962). Otros países también requirieron el uso de las armas para conseguir librarse de sus ocupadores, como en el caso de la Guerra colonial portuguesa (1961-1975).”


Cuando ahora vemos como el RU se ha querido escaquear del problema migratorio recurriendo, en último extremo, al llamado brexit, espoleado por el rechazo a ir aceptando más inmigrantes que se le venían colando a través del túnel subterráneo del paso de Calais desde Francia; cuando es evidente que este país, durante años, se estuvo beneficiando de la explotación de los países de donde ahora nos llegan las grandes invasiones migratorias; nos hace pensar que algo no funciona en este tema cuando países, como España, que apenas hemos tenido presencia en África, venimos siendo el objetivo de una parte importante de los que quieren huir de la miseria propiciada por los gobiernos que sucedieron a la descolonización, muchos de ellos dictatoriales y de tendencias izquierdistas. Los países resultantes del largo proceso de descolonización, en muchas ocasiones, no se corresponden a los territorios que ocupaban las etnias y civilizaciones de antes de ser colonizados, lo que ha dado lugar al estallido de trágicos conflictos civiles, alimentados a la vez por los negocios de tráfico de armas y la minería. Todo ello ha dado lugar al empobrecimiento endémico de sus ciudadanos como causa principal, unida a las enfermedades y la inseguridad, a la gran avalancha migratoria que se dirige hacia Europa.


Lo mismo se puede decir de Alemania o esta Bélgica desconcertante, que se niega a reconocer el derecho de nuestros tribunales a reclamar la extradición de los delincuentes que se fugaron de España (como es el caso del señor Puigdemont) y que, no obstante, su paso como potencia colonizadora en el Congo no tuvo nada de edificante ni, mucho menos, de respeto por los derechos humanos de los ciudadanos oriundos, sobre los que ejercieron un tiránico poder. Quizá, el señor Macron, al que respetamos como jefe de Estado de la nación vecina y persona de evidente capacidad para la política, en este caso de la migración, debiera tener en cuenta que su país, Francia, fue uno de los que más se benefició de sus colonias en África, tanto por ser las más extensas en superficie de todas ellas, como por las riquezas que su país sacó de la explotación de aquellas tierras africanas, especialmente cuando se deban plantear las condiciones que se van a establecer para la futura recepción, forzosamente controlada y, evidentemente limitada, en todo caso, a las posibilidades de cada país para hacerse cargo de las invasiones que se vienen anunciando, en forma de oleadas de inmigrantes que, el efecto llamada producido por actitudes, como la de nuestro propio gobierno, han causado en todo el continente africano y en los traficantes de personas interesados en ello, que ya se da por descontado que se van a producir en los próximos meses; especialmente en dirección a nuestra frontera africana, por donde se nos vienen colando, a través de las fronteras de Ceuta y Melilla y también mediante pateras que salen de Libia y otras partes de la costa norte de África.


Nadie debiera olvidar su parte de su respectiva responsabilidad respecto a los resultados de la descolonización. No olvidemos que, en África, una parte importante de las que se llevaron a cabo fueron consensuadas y sin derramamiento de sangre, dejándoles a los ciudadanos de los países que recobraron su “libertad” en unas condiciones en las que, la posibilidad de la implantación de una democracia, al estilo de las que conocemos en Europa, eran prácticamente imposibles dadas las distintas tribus, etnias y caciques que se debían poner de acuerdo, algo que, en la mayoría de casos, resultó ser imposible y, como consecuencia, las luchas por el poder ayudaron a que muchas de aquellas naciones acabaran convertidas en dictaduras impuestas por el tirano más fuerte que, como ha venido sucediendo, se han ido apoderando de todas las ayudas que les han ido llegando, en ocasiones importantes, desde los distintos países y otros organismos como la ONU, la FAO o las distintas ONG, que con espíritu caritativo han intentado, evidentemente que sin conseguirlo, acabar con el hambre y la miseria en dichas regiones.


Lo que es obvio que no puede ocurrir es que toda la población africana o una parte importante de ella, que sufre miseria, pueda llegar a ser absorbida por Europa ni que, todas las naciones europeas se encuentren en las mismas condiciones para poder asumir la llegada de cantidades importantes de inmigrantes. Si, como ya ha sucedido, cuando se han establecido cupos para cada país, el resultado ha sido un desastre; lo que no se puede defender es que se siga hablando indefinidamente del tema y no se llegue a resolver nada mientras países como Italia o España, tienen que apechugar con todos los migrantes que quieren entrar por sus fronteras que no son solamente las del sur, sino que también llegan camuflados de turistas o visitantes por vía aérea o marítima, gran cantidad de inmigrantes de procedencia desconocida que, sin embargo, se acomodan en nuestra nación, se aprovechan de nuestra Seguridad Social y de nuestra Sanidad y se convierten en personas que viven en nuestras ciudades, en muchos casos de la delincuencia, de la limosna o del comercio ilícito, como es el caso de los manteros, que vegetan y perjudican a los comerciantes en la ciudad de Barcelona, con el beneplácito y consentimiento de la señora Colau, la alcaldesa de la ciudad y antigua activista en contra de la propiedad privada.


O así es como señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, creo que hay naciones europeas que tienen una responsabilidad añadida en cuanto al tema de la migración, que no termina en asumir las mismas obligaciones solidarias con la llegada de migrantes que las que les corresponden al resto de países de la UE, sino que debieran aceptar un especial deber de acogida respecto a quienes proceden, precisamente, de aquellos países africanos en los que estuvieron como colonizadores y de los que, durante los años que los tuvieron bajo su responsabilidad, los fueron exprimiendo sin compasión hasta dejarlos en la miseria. Algo sobre lo que Bruselas debiera de reflexionar.

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