El pesimismo suele llenarlo todo, y la preocupación se palpa en el ambiente. La palabra «crisis» (económica, moral, educativa, cultural, ética, social...) monopoliza todas y cada una de las conversaciones que se llevan a cabo a lo largo y ancho de este país. Con este comienzo, lo más normal es que los lectores piensen que les quiero agobiar, pero ni mucho menos es esa mi intención. Esto es un intento para hacer ver que hay vida más allá de los palos que puedan darnos los tiempos que corren. A lo mejor es que soy español y estoy acostumbrado a ver el futuro negro cuando gobierna la izquierda, pero pienso que la vida hay que mirarla desde el optimismo, ya que derrumbándonos y poniéndonos negativos perdemos más de lo que ganamos: esa actitud ni alarga la vida, ni nos va a pagar las facturas, y es que a fin de cuentas, todo termina llegando, y cuando ese momento llegue nos daremos cuenta de lo equivocados que estuvimos tiempo atrás. La vida es como un «cuadernillo de los de antes», ya que ella pone los problemas, y nosotros aportamos las soluciones, y sí, hay soluciones más fáciles de encontrar, y soluciones más rebuscadas, pero todo, absolutamente todo, tiene solución, aunque a veces sea tirar por la calle de en medio rompiendo con todo lo establecido. Por lo tanto, tenemos que intentar que ningún problema consiga superarnos por muy enrevesado que sea, sólo de esta manera conseguiremos enfrentarnos a él y encontrar la solución que mejor le venga.
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