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Tenemos que despertar hacia otro espíritu más auténtico y transformador, salir de esta anestesia anímica y tomar el camino existencial con la mente despierta y el corazón activo. Al igual que los ecosistemas mantienen el aliento en el mundo, también cada uno de nosotros estamos llamados a ser pastos vivientes, sin otro interés que el soplo donante.
Cada día me doy más cuenta, y doy gracias a Dios por ello, de que mi pensamiento es muy superior al pensamiento único que los políticos quieren imponernos al dictado de la nefasta Agenda 2030. Doy gracias cada día porque los quereres se convirtieron en amor, los amigos en familia, los sueños en realidad y las noches en mañanas, así, tal como decía Vladimir Kush.
Estamos ciegos. No sabemos aún escucharnos, ni tampoco entendernos. Cada día son más difíciles expedir las recetas, con sus fórmulas magistrales, ante la multitud de golpes que las criaturas, más enloquecidas que pensantes, nos damos entre sí. El uso de la fuerza y del poder está más vivo que nunca.
¡Qué difícil es posicionarse con sentido! Pero la renuncia es destructora, aniquiladora, de la mínima condición personal. Reducirlo todo a un exclusivo cuerpo biológico no resuelve el dilema. Las palabras son insuficientes, tenemos serios problemas a la hora de concretar qué es la presencia personal, su singularidad y atributos. Su esencia relevante es la SINGULARIDAD, nadie suplanta sus ejes.
Nos hemos empedrado el corazón de narcóticos lenguajes, con pulsos de toxina y toda clase de traiciones, artimañas y perversiones sentimentales, atmósfera putrefacta que nos impide vivir armónicamente; y, lo que es peor, florecer auténticos. Apremia, en consecuencia, activar el interrogatorio personal para tomar el camino correcto.
En un mundo globalizado como el actual, la justicia social debe ser el objetivo central que oriente todas las políticas internacionales, nacionales y regionales, ante la multitud de injusticias y el aluvión de violencias, que lo único que propician es aumentar los dramas de la miseria, gravando el desarrollo solidario e impidiendo el establecimiento de una sociedad humana y equitativa.
La observación de cuanto nos rodea, percute de muy diferente manera sobre las sensibilidades particulares; la intensidad de los estímulos es sin duda relevante, pero sus características cualitativas no le van a la zaga. No habrá dos captaciones idénticas en tan compleja relación.
El extremismo violento está ahí, en cualquier esquina viviente, no es algo nuevo ni tampoco exclusivo de ninguna región, nacionalidad o sistemas de creencias. Lo cruel de este enfurecido sentimiento, entre unos y otros, es que se ha vuelto más vivo; con sus consecuencias verdaderamente deshumanizantes e inhumanas. El ojo por ojo no es la solución, pues todo el mundo acabará ofuscado y no podrá tomar vuelo, porque también le cortarán las alas.
Están cayéndose algunos velos en Occidente pero reformulándose otras, distintas puestas en escena… El tema no es qué semblantes han cumplido su fecha de caducidad sino observar qué nuevas máscaras se nos muestran a los ciudadanos de a pie. De la sociedad todos formamos parte, los hipócritas y los transparentes; los mentirosos, los responsables y los tontos.
Queremos al decir, equiparar las palabras a la realidad de las cosas y de cuanto ocurre, lograr esa correspondencia; una manera de registrar las vivencias y quizá de comprenderlas. Sin embargo, la realidad se resiste a dicha identificación con las palabras pronunciadas. El intento no acaba de consolidarse. Si echamos mano de los sentimientos, tampoco logramos ese acoplamiento.
El exceso de celeridad, que ya ocupa y preocupa hasta la obsesión los pasajes de nuestra vida, hace cada experiencia más superficial y con menos nutrientes. Olvidamos que los tiempos vividos requieren de una adecuada fermentación; y, así, todo se desvirtúa y además se desvincula de su propio sustento natural.
Este universo nuestro es algo maravilloso... difícil de ponerle un nombre, porque según caminas por él te encuentras con muchos “baches”, ocultos, imprevistos, motivo de frustración, de dolor, de desengaño, de desesperación... sólo mirando al cielo, muchos encuentran esperanza.
Hay que salir de este mundo destructor, en el que cada día más personas se hallan rodeadas por el sufrimiento; dolor ocasionado en parte, debido al aluvión de conflictos y guerras que nos acorralan. Bajo un panorama mundial en rápida evolución, nos merecemos también otros espacios que nos complementen, que al menos rebosen espíritu armónico y fomenten confianza.
Desde el humorístico “Qué fantasma eres”, a los fantasmas de verdad, se extiende un trecho enorme bien cubierto de curiosidades, asuntos importantes, ocultamientos flagrantes y supersticiones sugerentes. No se trata de ser exhaustivo ni preciso hasta la mayor finura; en conceptos como el de hoy, predomina el carácter evanescente tendente a lo desconocido.
Es un insólito proyecto perseverar en el poder y corromper la libertad. Por ello, reavivemos nuestros andares, modifiquemos nuestras actitudes, tracemos en nosotros el compromiso de poner en valor la propia existencia, con comportamientos y estilos de vida sustentados en lo ético, que es lo que realmente nos transforma y renueva mar adentro.
Hay que alzar la voz y hasta irrumpir en combate anímico contra uno mismo, eso sí como poetas en acción. De entrada, pongamos fundamento en la coherencia, entre el decir y el hacer. No podemos bajar la guardia, ni tampoco cultivar la indiferencia. Me niego, pues, a habituarme a este mundo tenebroso, al que hay que plantar cara ante las fuerzas del odio y la división, con otros abecedarios más del corazón que del cuerpo.
Ciertamente, en la sociedad digital y del espectáculo y la diversión en la que vivimos, el esfuerzo no está suficientemente reconocido, de forma general. Los resultados en los ámbitos profesional y vital no se logran por suerte o por azar, ya que intervienen, de modo decisivo, la dedicación y la entrega en cuerpo y alma a lo que se desea lograr. Algo que se aplica a todos los aspectos de la existencia.
Cuando escuchamos a los expertos acabamos convencidos de que nuestro estado natural es la controversia; un poco de aquí, otro poco de allá, y vamos a condimentar alguna componenda. Se nos suele olvidar el carácter interrogativo de cualquier aproximación a la realidad; expertos o no, caemos en el error de comenzar avasallando con la idea propia.
Todas las naciones son conscientes de sus tragedias internas y de sus desarrollos colonizadores abusivos por las épocas, pero hoy, siglo XXI, esas mismas naciones son conscientes de su responsabilidad en el desarrollo de aquellas colonias, hoy Estados en formación y necesitados de apoyos “neutrales”, al tiempo que “comerciales por intereses mutuos”.
Tenemos que buscar los vínculos de pertenencia, hacer memoria de los caminos recorridos hasta ahora, rehacernos con optimismo frente al destino del mundo cuajado de esclavitudes, con esa capacidad de mirar hacia los horizontes con buen ánimo y nívea actitud.
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