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Vivimos un tiempo en el que la inteligencia artificial (IA) avanza a un ritmo vertiginoso. Cada nueva versión sorprende por su capacidad de procesar datos, imitar el lenguaje e incluso acercarse a formas de expresión que parecían, hasta hace poco, exclusivamente humanas. Sin embargo, la cuestión de fondo no es tanto preguntarnos hasta dónde llegará la IA, sino dónde quedamos nosotros como seres humanos.
En los últimos años, el sector de la logística y el transporte ha experimentado una transformación profunda gracias a la integración de tecnologías innovadoras. Entre ellas, la inteligencia artificial se ha posicionado como una herramienta clave para optimizar procesos, reducir costes y mejorar la eficiencia operativa.
El lanzamiento de nuevas aplicaciones en Inteligencia artificial (IA), como el controvertido “Chatbot Grok” de Elon Musk donde aparece “Rudy” (un adorable animalito que insulta, agrede y profiere comentarios antisemitas), además de un avatar sexualizado llamada “Ani” para que les hagan “compañía” a los niños parece una imagen salida de una película distópica de ciencia ficción de “clase B”.
Hacia 1925 Albert Einstein estuvo en Buenos Aires. Invitado por la Universidad Nacional de Buenos Aires, dio a conocer la novísima teoría de la relatividad que le posibilitara su premio Nobel. Crónicas de la época avalan el acontecimiento, y hace poco una novela escrita por Ariel Magnus, un periodista, traductor y conocido cuentista argentino que vive en Alemania, se está haciendo de culto, inspirada en esa visita.
Asistimos, sin ninguna duda, a una de las mayores transformaciones en la historia de la civilización humana. La revolución de la Inteligencia Artificial que está en sus inicios ya está causando cambios, en las formas de vida de las personas, en todo el planeta. Pero es solo el principio. El peligro está en que amenaza con modificar las relaciones sociales, los sistemas cognitivos, las estructuras políticas y también nuestras categorías éticas.
En cuanto a uso y prácticas de inteligencia artificial, la normativa prohíbe de manera expresa ciertos usos de la inteligencia artificial por su potencial dañino para las personas y la sociedad. Por ejemplo, No se permite comercializar, poner en servicio ni utilizar sistemas de IA que empleen técnicas subliminales o manipuladoras para influir de forma sustancial en el comportamiento de personas o colectivos.
Los sistemas inteligentes son una tecnología que ayuda a las máquinas a pensar y aprender como las personas. Funciona gracias a programas que analizan datos y toman decisiones. La IA no es ciencia ficción, ya está en muchas cosas que usamos a diario. En las apuestas, la inteligencia artificial hace que el juego sea más justo y entretenido.
El 2 de agosto de 2025 marca un hito en la regulación de la inteligencia artificial en España y en toda la UE. Entra en vigor el régimen sancionador del Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial (RIA). Cualquier incumplimiento de las normativas fijadas para el desarrollo y uso de sistemas de IA podrá ser objeto de importantes sanciones económicas. Las multas podrán alcanzar hasta 35 millones de euros o el 7% de la facturación anual global de las empresas.
La inteligencia artificial (IA) ha pasado de ser una promesa futurista a una realidad omnipresente en nuestras vidas. Desde asistentes virtuales que gestionan nuestras agendas hasta algoritmos que personalizan nuestras experiencias en línea, la IA se ha integrado de manera tan fluida en nuestro día a día que, para muchos, se ha vuelto indispensable. A medida que sus capacidades se expanden, surge una pregunta inquietante: ¿podemos volvernos adictos a la IA?
La revolución de la inteligencia artificial está transformando profundamente el ecosistema digital. Herramientas como ChatGPT y las nuevas funciones de búsqueda de Google están alterando la manera en que los usuarios consumen información, y con ello, están poniendo en jaque la visibilidad online de miles de empresas. Hoy, ya no basta con tener una página web bien posicionada.
El uso de Inteligencia Artificial en las empresas españolas es uno de los grandes retos de la economía nacional. La aplicación de esta nueva tecnología en el tejido empresarial de España sigue lejos de lo previsto. Según un reciente análisis, España apenas ha aumentado en un 2% el uso de la IA en sus empresas de más de 10 empleados.
Vivimos un momento de cambio profundo en la educación. Herramientas como ChatGPT, asistentes de redacción o generadores de contenido han irrumpido en las aulas y en el trabajo docente. Su uso despierta entusiasmo, pero también interrogantes éticos. ¿Es correcto que un profesor utilice inteligencia artificial para redactar el feedback a sus alumnos? ¿Y qué pasa si los estudiantes presentan trabajos generados íntegramente por una máquina?
En pleno auge de la inteligencia artificial (IA) generativa y de los agentes autónomos, surge una pregunta clave para las organizaciones: ¿están realmente preparados los directivos para aprovechar todo el potencial de esta tecnología?
Foucault describió a la escuela, la fábrica y la cárcel como "dispositivos de secuestro": espacios que confinan, normalizan y adiestran cuerpos para integrarlos en la lógica de la producción y del control. Hoy, sin embargo, ya no hace falta salir de casa para ser capturados: la inteligencia artificial se ha convertido en un nuevo dispositivo de secuestro, más sutil y penetrante, que no necesita muros ni rejas para gobernar nuestras vidas.
En los últimos años, la inteligencia artificial ha transformado radicalmente la forma en que se crea contenido en línea. Herramientas como ChatGPT, Jasper o Writesonic permiten generar textos en cuestión de segundos, ahorrando tiempo y esfuerzo a profesionales del marketing, redactores y creadores de contenido. Sin embargo, este avance tecnológico plantea un nuevo desafío para el posicionamiento SEO: la necesidad de humanizar el contenido IA.
Casi 800 millones de personas, alrededor de un 10% de la población del mundo, usan ChatGPT, y millones recurren a él para que los aconseje sobre cómo proteger su privacidad online y mantener a salvo sus vidas digitales. Las preguntas más frecuentes revelan los miedos digitales más importantes de las personas: estafas, filtraciones de datos y cómo mantenerse a salvo en línea.
La acelerada integración de la inteligencia artificial (IA) en los procesos sociales, jurídicos y académicos está transformando de forma radical nuestra relación con el conocimiento, con implicaciones profundas en la concepción misma de la mente y su entorno. Lejos de ser una simple herramienta técnica, la IA se ha convertido en una tecnología cognitiva, es decir, en un dispositivo que colabora activamente en la producción, almacenamiento y validación del saber.
Chat GPT, asistentes virtuales o recomendadores inteligentes. La IA ha irrumpido con fuerza en nuestros hábitos de consumo, y de los compradores online que la utilizan, el 33% ya la utiliza frente a buscadores tradicionales para decidirse por un producto u otro. Así lo revela el estudio ‘‘Radiografía del consumidor online en España 2025”.
El investigador del Instituto Universitario Valenciano de Investigación en Inteligencia Artificial y catedrático de la UPV, José Such, ha liderado un grupo de investigación internacional con 16 expertos del mundo académico, la industria y la administración de diferentes países y universidades, EEUU, Reino Unido y Alemania, entre otros, que ha identificado los cuatro grandes retos para que la inteligencia artificial respete la privacidad de los usuarios.
DES – Digital Enterprise Show 2025, el mayor evento europeo de tecnologías exponenciales, se celebra estos días en Málaga revelando el porvenir de la inteligencia artificial, tras su democratización en los últimos años. En la primera jornada, se han dado a conocer las estrategias que están llevando a cabo grandes empresas en la adopción de la IA en sus procesos y equipos.
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