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El ejercicio docente es una artesanía a cuya praxis el genio creativo le aporta un valor añadido. Como sucede con toda labor artesana, el entorno y la atmósfera que la rodean son determinantes y, por ende, condicionantes de la factura del producto final.
Con el máximo respeto a las autoridades políticas del Principado de Asturias y en el ejercicio de mi libertad de expresión y opinión quiero comentar varias cuestiones, que son fundamentales para poner en la palestra ciertos problemas, que afectan a los docentes y pueden ser resueltos.
A vueltas con lo educativo y pedagógico, como docente ya casi jubilado, traigo a colación lo que, hace más de cuatro décadas, subrayaba el filósofo Gustavo Bueno: “el gran sofisma que Platón nos ha denunciado en el Protágoras es el siguiente: el de quienes estiman que es lícito apoyarse en la evidencia axiomática de que el hombre sólo es hombre por la educación, para justificar la profesión del sofista como "científico de la educación" (...)".
Los reumatólogos docentes necesitan incorporar nuevas formas de enseñanza, que incluyan metodologías activas, abiertas, de base digital e innovadoras, que les haga destacar en sus centros universitarios y progresar en la carrera académica. Por ello, todas las actividades de formación y docencia que lleva a cabo la Sociedad Española de Reumatología (SER) resultan esenciales.
La indecencia se ha adueñado de las sociedades, pide un cambio en el espíritu docente. Ahí está la clave. La docencia configura las sociedades. Tampoco se puede adoctrinar. Hoy más que nunca se requiere de una formación centrada en nuestros interiores, en conocernos y en reconocernos, en saber interrogarnos para poder discernir la orientación que hemos de tomar.
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