Un enfoque muy diferente del mundo escolar, de su ambiente, de la relación entre los distintos actores que en él participan –en concreto, profesores, alumnos y padres–, y de su problemática, nos la ofrece la obra teatral, El chico de la última fila, de Juan Mayorga (1965), uno de los autores teatrales más importantes de estos últimos años, con más de treinta obras largas, veinticinco piezas breves y más de una decena de adaptaciones de textos clásicos, como La dama boba, de Lope de Vega; narrativos, como Ante la ley, de Kafka; o líricos, como Sonámbulos, de Rafael Alberti. También destaca como teórico del género y como director teatral. Recientemente ha sido elegido miembro de la Real Academia de la Lengua. No hablaremos ahora de ilusiones ni temores de los ingenuos estudiantes, ni de imágenes ya desfasadas de profesores de antaño. La complejidad de esta obra se basa en múltiples aspectos que hacen de ella un texto moderno, alejado de concepciones dramáticas antiguas, en el que se reconocen influencias de un teatro que se estuvo realizando en Europa en los decenios centrales del siglo XX y que en nuestro país se inició a partir de los años setenta de esa misma centuria. Será el teatro de los últimos tiempos, con unas características concretas, como el uso de la crítica, de la alienación o la falta de libertad; el abandono del enfoque realista; la utilización de lo irracional; o la concepción del texto teatral como un proceso de creación colectivo, con el que nos encontraremos en el teatro de Mayorga y, en concreto, en El chico de la última fila, en donde apreciaremos algunos de estos rasgos. La obra, si bien lo trasciende, se ambienta en el mundo educativo. No en vano, varias de sus escenas transcurren en un instituto y la fuente de inspiración le llegó al autor, cuando, siendo profesor de matemáticas, se encontró con la siguiente nota de un alumno en un examen de fracciones, según el mismo Juan Mayorga ha referido en algún momento: “Juan no puedo contestarte porque no he estudiado, pero me está yendo muy bien como tenista. He ganado un torneo este fin de semana, lo puedes ver en el Marca y pronto voy a ser un campeón y pronto, tú y yo vamos a ir a celebrarlo.” Un breve resumen del argumento de la obra podría ser el que exponemos a continuación: Germán, profesor de Lengua y Literatura en un instituto se encuentra una tarde corrigiendo las redacciones encargadas en esa ocasión a los alumnos, en la que tenían que contar lo que habían hecho durante el fin de semana. Los ejercicios son mediocres y llenos de faltas de ortografía. Entre ellos se encuentra con la composición de Claudio, un chico que suele pasar desapercibido sentado en la última fila de la clase. En su escrito, que llama la atención del profesor, utiliza un estilo irónico y más o menos literario con el que cuenta su visita a la casa de Rafael Artola, otro de los alumnos. En el papel describe su visita a esta familia, de clase media, a la que ha observado durante todo el verano y termina su narración con un intrigante “continuará”. Esta redacción causa en Germán, el profesor, y en Juana, su mujer, distintas reacciones. Para ella, el chico es un impertinente que se ríe de todos, hecho que Germán debiera comunicar al director del instituto. Sin embargo, para el docente, tal anécdota no tiene importancia y menos al haber un texto de tal calidad literaria como ese. En este momento se desarrolla la acción de la obra, en la que los anteriores personajes son meros espectadores de la vida de la familia Artola, la cual Claudio, con sus detalles más íntimos, les va proporcionando por entregas. Germán irá guiando esa vida que está creando su discípulo para que la calidad y el interés de la narración se mantengan, hasta el punto del intento de Claudio de seducir a Ester, la madre de Rafa, lo que provocará el desenlace del conflicto dramático. Será cuando Claudio rompa su relación con Rafa y observemos que el verdadero objetivo de Claudio es la propia vida de su profesor: ha podido adentrarse en su casa y en su biblioteca y ha conocido a Juana. En definitiva, Germán, enfrentado a su propia vida, muestra una vida más triste y vacía que la de la familia espiada y que la del mismo Claudio. Haciendo balance de los personajes de la obra, vemos que varios de ellos pertenecen al mundo que nos interesa. Estos son Claudio, Germán y Rafa. Claudio, sentado en la última fila de la clase, es “un tío raro”. Poco hablador y participativo. Tampoco crea problemas, no habla con nadie. Será la literatura su forma de relacionarse con el mundo. Proviene de una familia de clase baja y vive en un barrio y una casa humildes. Cuida de su padre enfermo, a falta de una madre que le abandono con nueve años. Parece tener talento para la literatura, en la que se refugia y a través de la cual huye de la realidad. Embauca a su profesor con su primer relato y atrae su atención a través de cada nueva entrega, hasta el punto de manipularlo.
El profesor, Germán, es un profesor desilusionado por el poco interés de sus alumnos y es un escritor frustrado, apasionado por la literatura. Cuando detecta la habilidad literaria de Claudio se ilusiona y se motiva de nuevo. Se identifica con él y le recuerda a él, quien también gustaba de sentarse en la última fila. Su vida entonces gira en torno a su empeño de enseñar a escribir a Claudio y comienza su obsesión por este asunto, hasta el punto de robar un examen de matemáticas para que Claudio siga con la historia sobre la familia Altola.
Por último, Rafa, compañero de Claudio, de diecisiete años también, es bueno en Filosofía, pero malo en Matemáticas, por lo que Claudio le ayuda en esta última asignatura. De familia media, es aficionado al baloncesto, como su padre. Es un personaje, cuya función será la de facilitar la entrada del compañero en su hogar y en su familia. Al margen del “marco educativo” en que se enmarca la obra, nos encontramos también con un texto complejo, en el que observamos varias vertientes teatrales. Por un lado, aparece un teatro intertextual y polifónico, en el que los personajes, al mismo tiempo que actúan, aluden a otra historia dentro de la historia. En este sentido, uno de los temas principales de la obra es el de la metaliteratura. A lo largo de la obra, Germán reflexiona y da orientaciones para mejorar su relato –la parodia, el realismo, la estilización, el conflicto como motor de la obra, etcétera–. También se refiere a la necesidad de la ficción para mantener el interés por la vida. “Sin cuentos, la vida no vale nada”, dice Germán en algún momento de la obra. Por otra parte, observamos la existencia de un teatro narrativo, relacionado con la intertextualidad antes referida, en el que los personajes son también narradores de otras historias. A su vez, es un teatro meta-teatral, al borrar los límites entre la realidad y la ficción, y en tanto que con frecuencia el personaje que narra es el personaje que interpreta, como ocurre con las redacciones de Claudio. También diríamos que es un teatro filosófico, a tenor de la presencia constante de Sócrates. Por último, y quizá esta es una de las características más llamativa del teatro de Mayorga, nos enfrentamos a un “teatro pobre”, que busca la vuelta a los orígenes del género dramático, reduciéndolo a tres elementos imprescindibles: el texto, el acto y la imaginación del público. Así, en un escenario desnudo, sin decoración, los personajes se mueven, al margen de reglas y unidades, ideadas por los clásicos, que también transgredió Lope en La Comedia Nacional, y donde la historia se desarrolla gracias a la imaginación del espectador, que va detectando los cambios de escena y de escenarios gracias a la palabra de los actores, y en donde las acotaciones que aparecen son las estrictamente necesarias. En definitiva, frente a los distintos perfiles de alumnos y profesores encontrados en las anteriores obras comentadas, esta vez nos enfrentamos, por un lado, con un alumno que podíamos calificar de “demiúrgico”, quien, en este caso, en lugar de crear y armonizar el mundo, lo manipula. Es capaz de jugar con los demás personajes y manejarlos a su antojo; y, por otro, a un profesor que proyecta sus frustraciones o afanes y motivaciones literarias en su discípulo, al margen de su profesionalidad como docente. Es por esto por lo que la línea argumental que más nos ha interesado de la historia es la que se refiere a la relación entre Germán y Claudio, la cual, como hemos dicho, se desarrolla en el instituto o en relación con su entorno. Lo escolar está al servicio de la narración del alumno y de esa tutela como escritor que el profesor cree estar llevando a cabo con él. Lo escolar también está presente en el juego en que el docente se ha visto involucrado: el robo del examen de matemáticas para que Claudio siga en la casa; o la humillación de Germán a Rafa en la clase para que gane protagonismo son claros ejemplos de lo dicho. Otra obra de Mayorga toca de soslayo el tema de la educación y, sobre todo, el de la pederastia que, cada vez con más frecuencia se cuela por periódicos y noticiarios. En esta pieza, titulada Hamelin, el hilo principal de la historia se refiere a los abusos a menores aprovechando la vulnerabilidad económica y social de sus familias. Con dicha trama se entrecruzan los problemas que el juez Montero, quien lleva el caso de estos abusos, está padeciendo junto con su esposa Julia, relacionados con la problemática adolescencia de su hijo Jaime, expulsado del centro educativo por su comportamiento. Con estas obras vemos cómo la literatura actual nos introduce en el mundo juvenil y educativo de una manera más cruda que otras de las obras analizadas, debido a la complejidad del mundo actual, en el que la violencia y las difíciles relaciones humanas se convierten en elementos determinantes.
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