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No puedo hablar por experiencia pero sí mencionar la de la actriz Carme Elías: “Lo más terrible es que veo los pasos que va haciendo la enfermedad. El Alzheimer es como un ratón que cada día se come un trocito de tu cerebro. De momento solo para comer, pero pronto querrá comer, almorzar y desayunar hasta que haya acabado mi cerebro”.
Un consuelo es una esperanza, como la de Sísifo, como también de Penélope, entre otras (os) que, incesantemente lucharon y lucharon hasta lograr sus objetivos. De tal suerte, la esperanza, es lo último que se debe perder, porque sino, nuestra mente podría colapsar, desembocar en una obsesión.
Estas palabras de Jesús sirven para diagnosticar la salud o la enfermedad de la sociedad actual: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10: 27). Son el antídoto contra el virus del individualismo fomentado por el capitalismo.
Con todo respeto al desarrollo de la IA, desde la ignorancia, sospecho que ciertos aspectos de la misma van probándose a través de los posibles mecanismos electorales y su influencia directa o indirecta en las voluntades de los gobernantes y en la de sus votantes.
El Dr. Tony Wyss-Coray dirige el rejuvenecimiento con transfusiones de sangre en Stanford. El objetivo principal de su investigación inyectando sangre joven, no es alargar la vida, sino conseguir que el Alzheimer, a pesar que no se cure sirva para una significativa mejoría para las personas que lo padezcan.
¿Quién en un futuro a corto, mediano o largo plazo, tendrá la última palabra o aproximaciones acerca del Universo? No es porque lo arguye-sugiere la Ciencia anterior o moderna o no, “que estamos destinados a desvanecernos en un sueño” ni triste, ni bueno, es porque, no es nada preciso, es una sugerencia, nada probado.
No creo en Dios. Al menos no en el Dios oficial que nos venden las distintas Iglesias monoteístas, el que ha prevalecido en la iconografía religiosa, y por ende en el imaginario popular. Hablo del tipo orondo de poblada barba blanca y cara de pocos amigos que un día, por ignotas razones, decide crear el mundo.
La belleza del primer Científico de todos los tiempos, en el libro de Génesis, Dios expresó: “Haya luz, y la separó de la oscuridad y la llamó día, y a la oscuridad la llamó noche”. En ese sentido podría decir que el primer Big Bang fue creado por Él produciéndose un solemne resplandor.
Sentí encontrarme en la antesala de ese lugar de fe, que llamamos cielo. Éramos cinco personas, la media de edad 77 años. El Hermano Rafael, San Rafael Arnaiz Barón, nos acompañó durante la misa con todos los Hermanos Trapenses... Una espiritualidad sencilla, silenciosa y llena de Dios, nos envolvió. La acogida fue lo más parecida a una familia.
No se puede asumir una situación de tal magnitud, dejando entrever que, las creaciones se hacen solas. Los científicos tienen sus méritos, en otros cánones, pero no es concebible estarle restando, arrebatando la obra maestra a la Creación de Dios. Estos nacieron después de la Creación. Y el “Big Bing” nunca puede ser creación, es un invento acomodado para restarle méritos a la Creación de Dios.
Siempre había deseado desde hace décadas escribir acerca de este tema, ahora tengo la oportunidad de hacerlo. Aquello, esto, ahora y siempre…, es una gran realidad que pernoctamos en el mismo Universo, incluyendo al Universo entre el mismo, con la diferencia en épocas, tiempos diferentes.
Son las palabras que aprendimos cuando pequeños que la serpiente le dijo a Eva en el Paraíso. Ésta, en su enajenación, la creyó y comió la fruta, desobedeció el mandato divino, perdió el Edén y nos lo hizo perder a todos los humanos sus descendientes, cometiendo el pecado original del que todas las personas somos reos. Esto ¿es una fábula, un mito, un cuento para niños pequeños, o para seres adultos?
“Una de las cuestiones clave a las que nos tenemos que enfrentar es si nuestras vidas acaban después de la muerte. La creencia en la eternidad determina nuestros hechos. Por lo tanto, es crucial determinar qué hay de mortal en nosotros, qué hay de eterno, y que atesoremos la parte eterna. La mayoría de las personas hace todo lo contrario”, (Blaise Pascal).
Todas las culturas han llevado dentro de su idiosincracia, así lo transmitieron, el espíritu de la “creencia” en el “ser” o “seres” superiores, que en cierto modo “controlaban” el devenir de las civilizaciones. Los diferentes pensadores clásicos, respetando su entorno, fueron añadiendo la “intelectualidad” a todo el proceso de desarrolló cívico-religioso.
Por más que se diga que se tiene que tener memoria histórica para que no se repitan los horrores del pasado, no aprenderemos la lección. Los corazones que es dónde se forjan las guerras y las injusticias sociales seguirán engendrando los pensamientos que nos llevan a cometer los crímenes y las injusticias que se cometen a diario en todos los estamentos sociales.
Hace unos días lancé al aire la preocupación que muchas personas, con las que trato habitualmente, tienen por la situación de mantener las iglesias cerradas. Remití mi artículo, inclusive, al obispado de Getafe y algún que otro religioso y sacerdote amigo.
Sólo recibí el comentario de uno de ellos, muy breve y sorprendente.
Ha llegado el instante del verdadero culto. No desfallezcamos, ante la negación total del mensaje de Pascua. Renovémonos cada amanecer. Por muy indiferentes que caminemos a diario, percibiremos una mística que está en cualquier esquina, que nos instará cuando menos a pararnos, a intentar ver más allá del paisaje de la imagen de Dios crucificado.
Poco antes de morir Claudio Naranjo su hijo le preguntó: “¿Crees que la gente sabe que morirá? El padre le respondió: “Sí que lo saben, pero no lo sienten. Si lo sintiesen se convertirían en buenas personas”. El patriarca Jacob que sentía que la muerte acechaba en la esquina llamó a sus hijos para decirles: “Juntaos, y os declararé lo que ha de acontecer en los días venideros” (Génesis 49: 1).
Jesús, según el Credo de la Iglesia Católica, es la palabra de su Padre, bendecida por la acción del Espíritu Santo. El Misterio del mensaje de Jesús está envuelto en tres principios la fe, la esperanza y la caridad. La salvación, que trajo a este mundo Jesús, el Mesías, está descrita en la palabra, en sus Evangelios, en sus Santas Escrituras.
“Una de las cuestiones clave a las que nos tenemos que enfrentar es si nuestras vidas acaban después de la muerte. La creencia en la eternidad determina nuestros hechos. Por lo tanto, es crucial determinar qué hay de mortal en nosotros, qué hay de eterno, y que atesoremos la parte eterna. La mayoría de las personas hace todo lo contrario”, (Blaise Pascal).
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