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Las iglesias deben volver a abrirse. El pueblo necesita esos lugares santos para encontrar su fe, su esperanza y su caridad

Mi iglesia, un fortín aguerrido en mil batallas

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JESÚS, según el Credo de la Iglesia Católica es la Palabra de su Padre, bendecida por la acción del Espíritu Santo. El Misterio del mensaje de JESÚS está envuelto en tres principios la FE, la ESPERANZA y la CARIDAD. La SALVACIÓN, que trajo a este mundo JESÚS, el Mesías, está descrita en la PALABRA, en sus Evangelios, en sus Santas Escrituras.


Los primeros OBREROS de la SALVACIÓN fueron los apóstoles. Más tarde, como cualquier cuerpo activo,se fue organizando su operatividad religiosa y plasmando por escrito y por tradición el ORGANIGRAMA BUROCRÁTICO de su funcionamiento.


La Jerarquía suprema con base en Roma y en la persona del Santo Padre, el Papa, teledirige mediante una extraordinaria “logia” el funcionamiento de una Iglesia universal, compleja y, en mi opinión, bastante distante de sus orígenes MESIÁNICOS, perturbados por los “siempre interesados mercaderes del Templo”.


La historia de la Iglesia de Cristo ha ido paralela al desarrollo geopolítico de las diversas culturas que han ido conformando la sociedad actual. Un desarrollo mezcla de progreso, tiranía inquisitorial, mercadillo de bulas para conciencias sencillas y, sobre todo, un desarrollo intoxicado políticamente como medio de adaptación para poder seguir creciendo y prosperando.


El báculo con su simbolismo, la liturgia con su selectividad, la separación de “poderes” por obediencia y el mantenimiento de las categorías sociales entre los creyentes, han ido desfigurando el MENSAJE MESIÁNICO de JESÚS.


El hábito no hace al monje, pero le ayuda. En el ambiente eclesial éste ha ido desapareciendo y como consecuencia “muchas cosas dan lo mismo” y la decadencia afectiva del practicante sencillo va en aumento. El hábito y las costumbres no hacen Pueblo de Dios, pero ayudan a creer que existe una Iglesia, una oración, una reflexión, unas reuniones, una vida y unas obras de creyentes.


Hoy, Siglo XXI, año 2023, las Iglesias siguen cerradas la mayor parte del día. Hoy puede rezarse desde la calle, contemplando, si el sol lo permite, la sombra del altar. Hoy, en muchas parroquias, la actividad en muy reducida y, a veces, sólo con grupos selectos. Hoy, debemos aprender a rezar “on line”; debemos acercarnos al confesonario previa llamada telefónica. Hoy se da de comer al pobre haciendo cola en la calle, a la vista de todos. Hoy, hay Iglesias que parecen más un fortín que un lugar de “ORACIÓN COMUNITARIA”. Hoy, se pide la histórica y eterna limosna mediante los múltiples avances tecnológicos de la sociedad moderna. La Iglesia nunca se ha quedado atrás. Hoy, muchas Iglesias, tienen una pequeña y agradable “capilla” para la oración, para ciertas costumbres como el rosario y sobre todo los pequeños retiros personales... pero como las Iglesias están cerradas, en muchas de ellas no existe posibilidad de acudir PORQUE TAMBIÉN SU ACCESO ESTÁ CERRADO. Hoy, los cauces de contacto con la Jerarquía están prácticamente cerrados y raramente se contesta a comentarios de feligreses.


Algunas Iglesias parecen pequeños palacetes ajardinados, rodeados de la verjas; coches en su interior perfectamente limpios y con los servicios de mantenimiento llevados a cabos por personas caritativas que se ofrecen, beatíficamente, a llevarlos a cabo.


Esta Iglesia no es la que me enseñó el mensaje de Jesús. Esta Iglesia es una adaptación acelerada a una sociedad que puede llegar a devorarla. Pido que el Clero y su Jerarquía reflexionen. Las Iglesias deben volver a abrirse. El Pueblo necesita esos lugares Santos para encontrar su FE, su ESPERANZA y su CARIDAD...


Llora el Pueblo de Dios, abandonado en la aridez del desierto, sin los auténticos “MENSAJEROS DE LA FE”, entretenidos en demasiados juegos de artificio, mientras el Dios de todos está escondido entre las penumbras de los templos cerrados por la pandemia.

Mi iglesia, un fortín aguerrido en mil batallas

Las iglesias deben volver a abrirse. El pueblo necesita esos lugares santos para encontrar su fe, su esperanza y su caridad
Ángel Alonso Pachón
lunes, 27 de marzo de 2023, 11:41 h (CET)

JESÚS, según el Credo de la Iglesia Católica es la Palabra de su Padre, bendecida por la acción del Espíritu Santo. El Misterio del mensaje de JESÚS está envuelto en tres principios la FE, la ESPERANZA y la CARIDAD. La SALVACIÓN, que trajo a este mundo JESÚS, el Mesías, está descrita en la PALABRA, en sus Evangelios, en sus Santas Escrituras.


Los primeros OBREROS de la SALVACIÓN fueron los apóstoles. Más tarde, como cualquier cuerpo activo,se fue organizando su operatividad religiosa y plasmando por escrito y por tradición el ORGANIGRAMA BUROCRÁTICO de su funcionamiento.


La Jerarquía suprema con base en Roma y en la persona del Santo Padre, el Papa, teledirige mediante una extraordinaria “logia” el funcionamiento de una Iglesia universal, compleja y, en mi opinión, bastante distante de sus orígenes MESIÁNICOS, perturbados por los “siempre interesados mercaderes del Templo”.


La historia de la Iglesia de Cristo ha ido paralela al desarrollo geopolítico de las diversas culturas que han ido conformando la sociedad actual. Un desarrollo mezcla de progreso, tiranía inquisitorial, mercadillo de bulas para conciencias sencillas y, sobre todo, un desarrollo intoxicado políticamente como medio de adaptación para poder seguir creciendo y prosperando.


El báculo con su simbolismo, la liturgia con su selectividad, la separación de “poderes” por obediencia y el mantenimiento de las categorías sociales entre los creyentes, han ido desfigurando el MENSAJE MESIÁNICO de JESÚS.


El hábito no hace al monje, pero le ayuda. En el ambiente eclesial éste ha ido desapareciendo y como consecuencia “muchas cosas dan lo mismo” y la decadencia afectiva del practicante sencillo va en aumento. El hábito y las costumbres no hacen Pueblo de Dios, pero ayudan a creer que existe una Iglesia, una oración, una reflexión, unas reuniones, una vida y unas obras de creyentes.


Hoy, Siglo XXI, año 2023, las Iglesias siguen cerradas la mayor parte del día. Hoy puede rezarse desde la calle, contemplando, si el sol lo permite, la sombra del altar. Hoy, en muchas parroquias, la actividad en muy reducida y, a veces, sólo con grupos selectos. Hoy, debemos aprender a rezar “on line”; debemos acercarnos al confesonario previa llamada telefónica. Hoy se da de comer al pobre haciendo cola en la calle, a la vista de todos. Hoy, hay Iglesias que parecen más un fortín que un lugar de “ORACIÓN COMUNITARIA”. Hoy, se pide la histórica y eterna limosna mediante los múltiples avances tecnológicos de la sociedad moderna. La Iglesia nunca se ha quedado atrás. Hoy, muchas Iglesias, tienen una pequeña y agradable “capilla” para la oración, para ciertas costumbres como el rosario y sobre todo los pequeños retiros personales... pero como las Iglesias están cerradas, en muchas de ellas no existe posibilidad de acudir PORQUE TAMBIÉN SU ACCESO ESTÁ CERRADO. Hoy, los cauces de contacto con la Jerarquía están prácticamente cerrados y raramente se contesta a comentarios de feligreses.


Algunas Iglesias parecen pequeños palacetes ajardinados, rodeados de la verjas; coches en su interior perfectamente limpios y con los servicios de mantenimiento llevados a cabos por personas caritativas que se ofrecen, beatíficamente, a llevarlos a cabo.


Esta Iglesia no es la que me enseñó el mensaje de Jesús. Esta Iglesia es una adaptación acelerada a una sociedad que puede llegar a devorarla. Pido que el Clero y su Jerarquía reflexionen. Las Iglesias deben volver a abrirse. El Pueblo necesita esos lugares Santos para encontrar su FE, su ESPERANZA y su CARIDAD...


Llora el Pueblo de Dios, abandonado en la aridez del desierto, sin los auténticos “MENSAJEROS DE LA FE”, entretenidos en demasiados juegos de artificio, mientras el Dios de todos está escondido entre las penumbras de los templos cerrados por la pandemia.

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